ABC 22/03/17
EDITORIAL
· El recurso a la consulta popular es insaciable y crea precedentes que nunca cierran un problema: los independentistas volverán a promoverlo hasta que se salgan con la suya
LAS consecuencias del Brexit no se agotarán en la negociación del Gobierno conservador de Theresa May con Bruselas para pactar la salida ordenada del Reino Unido. Desde que se conocieron los resultados del referéndum, era evidente que la consulta antieuropeísta pasaría una factura muy onerosa a la estabilidad del país. No sólo hubo una evidente división social –los jóvenes votaron para quedarse, los mayores, para irse de Europa–, sino también territorial, con el voto eurófobo concentrado en Inglaterra y Gales, mientras Escocia e Irlanda del Norte apostaban por la permanencia. Ayer, la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, pidió permiso al Parlamento escocés para reclamar al Gobierno británico un nuevo referéndum por la autodeterminación. La salida del Reino Unido de la UE ha roto la condición «sic stantibus» (estando así las cosas), a juicio de los independentistas escoceses, aunque la autodeterminación de Escocia nunca giró en torno a mantener el país asociado a Bruselas. El hecho cierto es que se ha abierto la caja de Pandora de los referendos, que se están traduciendo en un debilitamiento interno y externo de sus instituciones. El Reino Unido lleva funcionando con envidiable estabilidad más de trescientos años, gracias a un sistema parlamentario en el que las consultas populares eran cuerpos extraños, contradictorios con la soberanía del Parlamento de Westminster. Parece una paradoja insuperable que sea el Partido Conservador el que haya promovido una sucesión de referendos que desplazan del eje constitucional del Parlamento a las consultas populares. Ahí están los resultados. La victoria frente al independentismo escocés no compensó el desgaste sufrido por el país con motivo de unos debates que reavivaron sentimientos segregadores. Y el referéndum del Brexit ha devuelto al Reino Unido a un aislacionismo que queda en parte maquillado por el auge de los partidos eurófobos en el resto de la UE.
El recurso a la consulta popular es, además, insaciable. Crea precedentes que nunca dan por cerrado un problema, sobre todo si es independentista, porque el separatismo se cree con derecho a repetir referendos hasta que el resultado sea favorable, como en Quebec. En los sistemas democráticos parlamentarios, la soberanía popular se transfiere a la Cámara, con las excepciones previstas para las reformas constitucionales y para aquellos asuntos de especial gravedad que trascienden el mandato parlamentario. Son, además, la coartada perfecta de los populismos para deslegitimar las instituciones representativas de la democracia liberal, sometiéndolas a un continuo escrutinio inquisitorial por los ciudadanos. Lecciones a aprender en Cataluña.