Tonia Etxarri-El Correo

La propaganda socialista contra la manifestación levantó ampollas en la propia militancia. A pesar de la polarización, el centro está ahí

Se mantuvo la convocatoria de la manifestación que PP y Ciudadanos organizaron en Madrid en cuestión de tres días. A pesar de la rectificación del Gobierno socialista con la polémica figura del relator/mediador que le había exigido la Generalitat. Pedro Sánchez había echado marcha atrás. A contrarreloj. Entre otras cosas, para desmovilizar la concentración. Pero de nada le sirvió. Porque fue la desconfianza que generan sus palabras, tan contradictorias con los hechos y con sus propios mensajes pronunciados en momentos anteriores, lo que mantuvo a los manifestantes en su empeño inicial. No se fían de Pedro Sánchez. Sin perder el tiempo en la habitual guerra de cifras, lo que quedó patente ayer fue que decenas de miles de ciudadanos, concentrados sin estridencias y sin portar otra bandera que la española, quisieron demostrar su hartazgo del Gobierno provisional. Con un presidente que, incumpliendo su promesa, sigue instalado en La Moncloa sin la menor intención de convocar elecciones. Su referencia temporal (iba a convocarnos a las urnas «cuanto antes») se está convirtiendo en una presidencia vitalicia.

Fue la desconfianza lo que movió ayer a decenas de miles de ciudadanos. Que Pedro Sánchez hubiera dicho que se suspendían las negociaciones con la Generalitat (nada de ruptura) porque, de repente, se había dado cuenta, meses después de haber exhibido la política del diálogo, de que los independentistas no iban a renunciar al derecho de autodeterminación, no cambiaba las cosas. Todo el mundo lo sabía, al parecer, menos el Gobierno socialista. ¿Durante estos meses han dialogado, de verdad, o se han dedicado a rellenar los tiempos muertos para ganar la agenda mientras llegaba el momento del juicio del ‘procés’? Se cayó la polémica figura del relator/mediador de «conflictos». Pero sigue concebida la mesa de partidos como un órgano de contrapoder al Parlamento catalán. Los partidos de la oposición no se fían. Y, sobre todo, tenían la percepción de que si no hubieran llevado a cabo la manifestación ni siquiera se hubiera producido la torpe rectificación escenificada por la vicepresidenta Carmen Calvo. Por eso salieron a la calle.

Persuadidos de que hay que seguir frenando a Pedro Sánchez. La concentración no fue en contra de «mi persona», como llega a creer un presidente tan ensimismado que no es capaz de ser consecuente con sus propias palabras cuando ejercía de líder de la oposición. La protesta fue una llamada de atención de los partidos de la oposición al momento tan delicado que está atravesando el país desde que los secesionistas catalanes pusieron en peligro las instituciones democráticas. No se fían de las próximas concesiones que pueda ejercer el Gobierno con los secesionistas catalanes. Y ejercieron su derecho a ocupar la calle. Como la han ocupado las izquierdas durante tantas ocasiones. Como se movilizaron, por ejemplo, en marzo de 2004. Cuando gobernaba Aznar y el socialista Rubalcaba pasaba la consigna del momento: «Los españoles no se merecen un Gobierno que les mienta».

El Ejecutivo actual está bloqueado. A la defensiva. Pero se engañaría Pedro Sánchez si creyese que ayer solo salieron a la calle «las derechas». Porque además del PP, Ciudadanos (con Manuel Valls) y Vox, salieron manifestantes de centro que, como dijo Fernando Savater en el homenaje a Joseba Pagazaurtundua en Andoain, no quieren sentirse ciudadanos degradados. Una propaganda socialista contra la manifestación levantó ampollas en la propia militancia. El lema era «yo no voy con el fascismo». Y afiliados socialistas se vieron en la necesidad de desmarcarse de una campaña tan zafia.

Sánchez se mantiene contra viento y marea. Resistiendo el chaparrón de críticas y creyendo que todos los que critican su forma de gobernar pertenecen a la ultraderecha. Y dejando sin hueco a los progresistas que quieren defender la unidad de España. Si no obtiene los apoyos suficientes para los Presupuestos, ¿seguirá gobernando con las cuentas prorrogadas del Gobierno anterior? ¿Su ambición de poder tendrá algún límite? Por más que La Moncloa se empeñe en polarizar entre Sánchez y las derechas, el centro sigue ahí. El desplazamiento del sanchismo hacia Podemos y ERC ha dejado al bloque de centroderecha como los únicos defensores del consenso constitucional y la herencia de la Transición.