TONIA ETXARRI-EL CORREO

Como este año ya se ha adelantado el curso político desde la semana pasada en La Moncloa y el Congreso de los Diputados, el tiempo de ocio vacacional se ha visto ensombrecido por las turbulencias emocionales provocadas por el temor a la tormenta perfecta de otoño. En plenas fiestas de Bilbao, algún consejero que se sienta a la diestra del lehendakari Urkullu en el Consejo de Gobierno repetía con indisimulada preocupación: «No me fío en absoluto de Pedro Sánchez. Y llevo tiempo diciéndolo». Eso sí, en privado. Ya se sabe que si prima la necesidad de seguir manteniendo el palco de socio privilegiado con el presidente del Gobierno, las críticas, por muy duras que sean, no se airean. Otra cosa será si cambian las tornas en las próximas elecciones generales.

Nos enfrentamos a un invierno muy duro con un plan de ahorro energético que de poco servirá si se reduce la demanda de energía pero aumenta la del gas. Eso sostienen los expertos. Veremos en qué queda la reunión de mañana entre Pedro Sánchez y el canciller alemán Scholz después de que nos hayamos visto algo desplazados del foco. Por la mala cabeza del presidente del Gobierno, con su brusco cambio en la política del Sáhara Occidental alineándose con Marruecos, Argelia nos ha declarado una guerra soterrada mermando el suministro de gas y sustituyendo a España por Italia y Francia como aliados preferentes receptores de su maná energético.

Estamos en clima electoral, lo que imposibilita cualquier vía de acuerdo

Estamos en clima electoral y esa circunstancia imposibilita cualquier vía de acuerdo. Ni en la renovación del Consejo General del Poder Judicial ni en la financiación autonómica. Tanto Sánchez como Feijóo bajarán a la calle. Porque si lo hace el presidente para intentar revertir la tendencia desfavorable que le van marcando las encuestas en intención de voto, ahí se encontrará con el líder de la oposición, en la calle y en el barro de donde no se ha movido prácticamente en todo el verano recibiendo los insultos de los ministros a ‘porta gayola’. El PP sabe que no puede confiar en las tendencias que van describiendo los sondeos de opinión. Pero Feijóo aprovecha que está navegando con el viento a favor, con el cambio de liderazgo en el PP, la práctica desaparición de Ciudadanos y la decepción detectada en buena parte de votantes de izquierda que buscan opciones de gestión y estabilidad en tiempos de incertidumbre económica.

Ha retado a Sánchez a mantener un cara a cara en el Senado, como un entrenamiento de la que va a ser la campaña más larga entre los dos principales partidos. Y Sánchez, acepta el emplazamiento «encantado», según el ministro Bolaños. Sánchez se bajará del Falcon y saldrá a la calle. Allá donde ganó las primarias de su partido después de que lo hubieran defenestrado en 2016. Necesita recuperar terreno frente al PP mientras Feijóo quiere cortejar al PNV, un partido que, según el PP vasco, es cada vez más de izquierdas. Si así fuera, tampoco le importa a Feijóo que sabe cuántas veces el partido de Ortuzar ha hecho de la necesidad virtud.

De la pérdida de conexión de Pedro Sánchez con los ciudadanos vienen dando cuenta las últimas urnas. Desde Madrid hasta Andalucía. No es un invento de la prensa crítica. Son los datos. De ahí que su apuesta por volver a la calle sea una puesta en escena arriesgada. Salvo que le rodee un cordón de fieles militantes o sólo se presente en terreno amigo controlado por las federaciones, el presidente puede encontrarse con la libre expresión del descontento y el hartazgo. Será mucho más incómodo para él que las comparecencias ante la prensa.