Ignacio Camacho-ABC
- Sin tener en sus manos el control de los tiempos, el PP comete un error al insistir en la inminente caída del Gobierno
Además de equivocarse con Vox disputándole votos en el terreno donde el partido de Abascal tiene su más sólido asentamiento (inmigración y seguridad), el PP comete también un error al insistir en el mensaje de una inminente caída del Gobierno. La impaciencia nunca es buena en política, pero resulta letal cuando el impaciente no es el dueño de los tiempos y por lo tanto carece de la posibilidad de decidir sobre ellos. Quizá Sánchez tampoco la tenga del todo en este momento, sometido como está su mandato a la incidencia de factores externos como los procesos judiciales en curso o los presupuestos, pero sin una mayoría alternativa la oposición no tiene otro remedio que amoldarse al curso de los acontecimientos y presionar para crearle al Ejecutivo un clima de desafecto. De otra manera corre el riesgo de que el electorado se desfonde al ver que el presidente sigue en su puesto y pierda la confianza en un liderazgo que hace pronósticos incorrectos.
El poder desgasta sobre todo a quien no lo posee, sentenciaba Andreotti, aquel escurridizo (y corrupto) zorro italiano. Por eso Pedro aguanta a la espera de un cambio de viento que le despeje siquiera en parte el actual panorama nublado. Lo tiene crudo pero sabe que si existe alguna oportunidad sólo la puede aprovechar desde el cargo, y que cada semana que pase en él es un problema para sus adversarios. Máxime si éstos se empeñan en transmitir la contraproducente idea de un final de legislatura inmediato, como si creyeran que así lograrán acelerarlo. Cualquier análisis objetivo de la situación arroja dos diagnósticos claros. El primero, que unas elecciones a corto plazo supondrían para el sanchismo un severo descalabro. Y el segundo, que su única esperanza de eludirlo consiste en estirar en lo posible el mandato, aferrado a la coalición negativa que lo sostiene administrándole con el cuentagotas del chantaje un apurado apoyo parlamentario.
Una oposición responsable y sensata es la que ofrece a los ciudadanos un programa, un discurso y un equipo capaces de estimular el deseo de alternancia. En ese sentido Feijóo está cumpliendo con más o menos eficacia, aunque su directiva suscite dudas y su talante no promueva adhesiones entusiastas. De hecho, y pese al avance sostenido de Vox, las encuestas le siguen otorgando amplia ventaja. Por eso la persistencia en un vaticinio temporal que no está en condiciones de cumplir constituye una forma estéril de desperdiciarla. Sin el control de los tiempos le toca mantener sus filas en orden, apretar con firmeza, afinar el proyecto con tino y perseverancia. Convencer a la opinión pública de que está listo para asumir el relevo cuando las urnas se abran. Hasta entonces es urgente esperar, como decía Cabanillas, porque el desasosiego se contagia, la prisa da sensación de inmadurez y las proyecciones fallidas dejan un rastro de credibilidad malversada.