La campaña perpetua

ABC – 07/04/16 – IGNACIO CAMACHO

· La nueva política consiste en una campaña permanente. El debate dialéctico ha sido suplantado por el fraseológico.

La política española vive en campaña electoral. Pero no tanto porque vaya a haber nuevas elecciones, que es bastante posible, sino porque partidos y líderes se han acostumbrado a un discurso de neto carácter electoralista. La simplificación del lenguaje político, su twi

tterización en banales píldoras retóricas y consignas creadas en laboratorios de frases, conduce a la campaña perpetua; igual que la transformación del Congreso en un estudio de televisión conduce al espectáculo perpetuo. Las nuevas organizaciones son plataformas diseñadas para la captación del voto y tienen déficit de adaptación a los escenarios de normalidad porque miden sus decisiones en relación con su impacto demoscópico. Gran parte de los problemas internos de Podemos obedece precisamente a esa dificultad para abandonar lo que sus propios dirigentes calificaron de «maquinaria de guerra electoral» y reconvertirse en una fuerza capaz de producir medidas legislativas o pactos de Gobierno. Si hay que volver a las urnas será en buena medida porque esta dirigencia emergente no sabe salir de ellas.

El de ayer en el Congreso fue con claridad un debate de campaña. La crisis de los refugiados se convirtió en mero pretexto de un cruce dialéctico, o más bien fraseológico, que parecía continuación de los celebrados en diciembre ante las cámaras. Puro material de propaganda. La probable convocatoria de junio va a abocarnos a un período asfixiante, insoportable, de esta clase de política de plató en la que ya ha caído hasta Rajoy, el más refractario a ella. Sin nada que negociar, por ausencia de interlocutores dispuestos, el presidente en funciones concede entrevistas en programas de alto share y va por España dando mítines y haciendo promesas para vender un programa con semanas de adelanto. La falta de acuerdos se debe a que los líderes no han renunciado aún a su papel de candidatos.

Incluso en caso de que se acabe formando Gobierno –Pedro Sánchez no ceja en su intento, cocinando tratos con Iglesias y con Junqueras a espaldas de su socio Rivera y hasta de su propio partido–, el Ejecutivo que pueda salir de un pacto in extremis se moverá en una dinámica electoralista, bajo la sombra de su inestabilidad minoritaria. Ésta es en cualquier caso una legislatura condenada a permanecer en estado de provisionalidad mental por mucho que dure. De hecho el único factor de cohesión capaz de propiciar una investidura es la voluntad de echar al PP y derogar las leyes de su mandato. Es decir: el empeño de gobernar haciéndole oposición, por la fuerza de la costumbre, a un Gabinete desalojado.

La posmodernidad política era esto: la campaña permanente, eterna, sin principio ni fin. Una tertulianización exhaustiva y perenne, una trivialización propagandística de la estrategia. Las urnas siempre habían sido la ultimaratio del hecho político, pero ahora han pasado a ser también la primera.

ABC – 07/04/16 – IGNACIO CAMACHO