Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Solo a una banda tan zafia como la de Sánchez, a una cuadrilla como la del Peugeot, a una cultura corporativa donde se acosa a las mujeres y estas callan mientras dan lecciones al mujerío externo; solo una gentuza como esa es capaz de atribuirle a la fontanera del PSOE el trabajo más delicado en un alto montaje delictivo: el de tocar a jueces y fiscales

Mira que abomino de Cesare Lombroso. No le creo nada, pienso que debió haberse dedicado a otra disciplina, al macramé. Pero luego miro las fotos de la fontanera del PSOE y me derrumbo. Qué quieres que te diga, estoy sincerándome. Fue ver su cara por primera vez y vaticinarle el trullo. No tengo justificación, lo sé mejor que nadie. Pero uno se ha acostumbrado a observar tipos humanos, son manías, qué quieres. Y esta llevaba la cárcel en el entrecejo, en las amplias comisuras de los labios, en esa leve abundancia de carrillos combinada con mentirosas, muñequiles arrugas en la frente. Eso no te lo diseña una inteligencia artificial en cien años. Eso es material del máximo interés porque oscila, para mi gozo, entre la cochambre iletrada y la gran literatura.

No y no a Lombroso, de acuerdo. Además, hay malvadas guapísimas, con cara de ángel, y hay bondadosas que prefieres no mirar dos veces a poco que te haya tocado alguna vez el alma, la belleza. No es necesario seguir con las justificaciones. En realidad me las doy a mí mismo, que tanto he detestado a Lombroso. Más aún a la escuela catalana de frenología. Sin embargo… ¿Hay criminales natos? Ahora me pongo en un apuro. Quiero decir que no para salvar la idea del libre albedrío, sin la cual todo se derrumba a mi alrededor. A la vez, quiero la verdad. Y sí, hay criminales natos. O condicionantes genéticos que, salpimentados con lo epigenético (unos golpes repetidos en la cabeza, un trauma del siete con la madre y otras experiencias oscuras), te dan un asesino en serie de serie. De serie policial o de true crime.

Pero es que no quería ir tan lejos. La fontanera del PSOE no es una asesina en serie, y estoy casi seguro de que los locos frenólogos extraerían pocas conclusiones midiendo su cráneo. Es más la expresión, las caras que pone. Encarna la sinvergüenza literal, la liante que no tiene freno, la única en la banda lo bastante salvaje para ir a comprar informaciones a jueces, fiscales, policía judicial… contra ellos. Prometiendo «ascensos» y chorradas de ese tipo. La fontanera del PSOE nos da el perfil, tan querido aquí en la vertiente literaria, de la ágrafa destartalada sin autocensuras freudianas que de repente lo pone todo boca abajo.

Solo a una banda tan zafia como la de Sánchez, a una cuadrilla como la del Peugeot, a una cultura corporativa donde se acosa a las mujeres y estas callan mientras dan lecciones al mujerío externo; solo una gentuza como esa es capaz de atribuirle a la fontanera del PSOE (ya más parecida a Latre imitándola que a sí misma) el trabajo más delicado en un alto montaje delictivo: el de tocar a jueces y fiscales. Acabarán todos a la sombra no solo por chorizos, sino por botarates, por groseros, por creerse que España es como ellos. Ahora mismo el PSOE es lo que menos se parece a España. Vale.