Antonio Robles, LIBERTAD DIGITAL, 3/7/11
Sólo han pasado 20 años desde su desaparición y ya nadie parece echar en falta su ausencia. Como la nave capitana de Colon, cada día se borra de la memoria colectiva de Cataluña todo lo que recuerde a España.
Mientras el barómetro de la Generalitat (CEO) introduce las preguntas adecuadas para que salgan las repuestas convenientes (un 42,9% estaría a favor de la independencia y sólo un 28,9% en contra), Bildu descuelga a España de los mástiles del País Vasco y TV3 mitifica en un publirreportaje a la Crida, aquel movimiento que comenzó haciendo campaña con Herri Batasuna a las elecciones europeas y acabó pringada por el atentado de Hipercor (21 personas muertas y 45 heridas).
Oficialmente, unos pasan ahora por ser los ángeles de la paz, y la otra, la «Crida a la solidaritat en defensa de la llengua, la cultura i la nació catalanes», según TV3, la respuesta romántica de unos jóvenes idealistas contra el colonialismo español. Así se escribe la historia. Y así se logra borrar cualquier vestigio que contradiga la identidad impuesta. Con la suficiente perspectiva y tiempo, todos, asesinos y simpatizantes acabarán apareciendo como patriotas necesarios. Sobre todo si, al frente de TV3, hay una profesional del independentismo llamada M. Terribas, convencida de que la profesión de periodista consiste en «fer país». Y con buena conciencia, como hacía el Nodo.
Paseando por el puerto de Barcelona, justo donde desembocan las Ramblas y salían las golondrinas hasta el rompeolas, ya nadie echa en falta la Nao Santa María, la carabela de Cristóbal Colón quemada por Terra Lliure y hundida discretamente por la Diputación en lugar desconocido. Era una estampa mítica y estética del descubrimiento donde la chiquillería subía para convertirse en uno más de aquellos valientes marinos que desafiaron al océano en una cáscara de nuez para mayor gloria de España.
Eso era precisamente lo que quisieron borrar los militantes de Terra Lliure y, su marca blanca, la Crida. Aunque como ETA y Bildu, también Terra Lliure y La Crida se repartieron papeles. Unos, los malos, y otros, los Guardiolas con sprays. Todos, compartiendo fines y maquillando métodos. Hasta Pujol se ha atrevido a justificarlos ahora. Como si nunca los hubiera financiado…
El puesto de semillas para palomas, muy cerca de la Nao de Colón, la señora con los periquitos amaestrados al hombro, el carrito de los helados y el fotógrafo con un pie de cámara, ya no existen; su lugar lo ocupa ahora el diseño y la identidad. Sólo los más viejos recuerdan estas estampas de vida y memoria, estampas que se entierran mientras se desentierran columnas identitarias frente al Museu Nacional d’Art de Catalunya. El forcejeo de la historia.
La Carabela Santa María, la Nao capitana de Colón, varada, con el casco inundado y roto, fue abandonada en la Bahía de Cabo Haitiano, en la costa norte de la actual república de Haití, en la noche del 24 al 25 de diciembre de 1492. La que estaba fondeada en el puerto de Barcelona frente al monumento a Colón fue una réplica para realizar la película «Alba de América», en 1951. Una vez rodada, se cedió al museo marítimo de Barcelona. A partir de entonces, pasó a formar parte de la estampa más característica del puerto junto a las golondrinas. En 1990 y después de cuatro atentados de grupos independentistas, fue hundida discretamente al ser considerada símbolo de la españolidad en un lugar indeterminado entre Arenys de mar y Canet. Sin ruido. Ni la Diputación, ni el Ayuntamiento, ni la Generalitat tuvieron interés alguno en restaurarla, ni en sustituirla. Tampoco en rehabilitar su memoria en la comunidad donde cada día se inventan tantas.
Sólo han pasado 20 años desde su desaparición y ya nadie parece echar en falta su ausencia. Como la nave capitana de Colon, cada día se borra de la memoria colectiva de Cataluña todo lo que recuerde a España. Es una labor de carcoma silenciosa. Menos mal que la limpieza simbólica de las encuestas delata la frivolidad gratuita de la moda independentista. Mientras un 42,9% de la población dice querer la secesión, sólo un 25% la quiere hacer efectiva con un Estado independiente. Lo de siempre, puro chantaje.
Antonio Robles, LIBERTAD DIGITAL, 3/7/11