HERMANN TERTSCH – ABC – 12/01/16
· El drama es europeo, pero España vuelve a ser como en los años treinta, el primer escenario.
«Ose imponen con máximo compromiso y firmeza las leyes o toda Alemania puede ser pronto la explanada de la catedral de Colonia en Nochevieja». Esta frase del editorialista del diario Frankfur Allgemeine, refleja un estado de ánimo que no se circunscribe a una sociedad alemana espantada y conmocionada por los sucesos de Nochevieja en la ciudad renana y en otras muchas. Ahora ya está claro que el Estado de Derecho no abdicó en Nochevieja. Lo había hecho mucho antes cuando convirtió en costumbre ocultar delitos de extranjeros. No había que dar argumentos a la xenofobia se decía.
Y la verdad se volvió xenófoba. Los inmigrantes sin cultura democrática ni respeto por la libertad ajena comprobaron que sus transgresiones y delitos no eran reprimidos ni castigados. Y cuando llegaron de golpe centenares de miles de jóvenes hombres a los campos y residencias de refugiados, la subcultura del abuso se disparó. La impunidad ha sido la peste. Y su efecto la inseguridad y el terror. Ahora Alemania ha despertado brutalmente a la certeza de que sus libertades y su seguridad están bajo una terrible amenaza. Y exige antes que nada el retorno de la ley y la represión del delito, el fin de la impunidad. Y de la corrección política que oculta ciega y resulta suicida.
En España somos campeones en esta perversión de las sociedades del bienestar europeas. La impunidad destruye todo esfuerzo de justicia y corroe a individuos y comunidades humanas por igual. Los problemas que estos días se alzan ante nosotros como una amenaza terrible para nuestra convivencia tienen su origen en el desprecio y violación impune de las leyes. Y en la desidia, indolencia, delación y cobardía en la persecución del delito por aquellos que tienen encomendada esta tarea en la sociedad, sus gobernantes. Dicen analistas alemanes que en Colonia delinquieron también aquellos que no intervinieron para defender a las mujeres agredidas y aterrorizadas. Son muchos aquí los que deberían responder al incumplimiento de juramento y deber como responsables del patrimonio común de seguridad, soberanía, lengua, derecho, libertad y unidad.
Hay que remontarse a los principios de la democracia para buscar los orígenes de la lenidad en la persecución de los delitos que han hecho de España un país con fama internacional de tener una Policía muy eficaz y una Justicia que inutiliza esa eficacia. El prestigio de la transgresión y el miedo a defender límites y aplicar la fuerza legal eran nefasto legado de la dictadura. La ruptura del consenso constitucional bajo Zapatero fue el comienzo de la deriva hacia este peligro existencial para Estado y Nación. Ahora, una región como Cataluña está secuestrada por fuerzas cuyo único interés común es la destrucción de España. Y cuyo éxito sería el fin de la democracia y la miseria.
Si Zapatero fue el peor enemigo de la España democrática y constitucional, Rajoy ha sido su peor defensor. Hoy, con un golpe de Estado en marcha en el noroeste y un populismo totalitario izquierdista que avanza en toda España, la situación exige, mucho más que en Alemania, la estricta aplicación de la ley. En la certeza de que imponerla frente a todas las previsibles resistencias hoy será más caro que hace dos años, pero menos que dentro de medio. Nuevas caras, bajo auspicios del Rey, deben forjar un acuerdo amplio cuyo principal objetivo inmediato ha de ser establecer medidas de emergencia para reconstruir los diques de la legalidad rotos por la carcoma venenosa de la impunidad. El drama es europeo, pero España vuelve a ser como en los años treinta, el primer escenario del continente en el que se dirime esta pugna existencial de la democracia y el Estado de Derecho.
HERMANN TERTSCH – ABC – 12/01/16