Olatz Barriuso-EL CORREO

  •  Justo cuando el independentismo sufre en Cataluña, se reactiva en Euskadi el ardor nacionalista, aunque sea por razones estratégicas

Una legislatura que arranca es siempre una página en blanco por escribir, aunque sea con renglones que suenan a mil veces releídos. Esa sensación de ‘déjà vu’ se acentúa, sin duda, con el nuevo estatus de autogobierno, cuya historia reciente se asemeja a aquella canción de Ricky Martin: un pasito p’alante y uno (o varios) p’atrás. La razón del entusiasmo variable que despierta el debate soberanista en Euskadi tiene que ver, como casi todo, con los intereses electorales de sus promotores y con el sentido de la oportunidad que se presupone a todo político mínimamente sagaz.

En el primer caso, las sucesivas crisis que han sacudido a las sociedades occidentales, incluida la vasca -la financiera, la climática, la pandémica, la bélica, la inflacionista, la demográfica- han hecho más conscientes a los ciudadanos, incluidos los vascos, de lo que supondría poner en riesgo el Estado de Bienestar y de la futilidad de los debates identitarios. De ahí que, desde hace ya años, las fuerzas abertzales identifiquen siempre autogobierno con vivir mejor y de ahí que los cálculos electorales de PNV y EH Bildu hayan propiciado el arrinconamiento de un debate con mala fama desde que Ibarretxe lo planteó sin otra salida que la frustración de los nacionalistas y el hartazgo de los que no lo eran. En el segundo caso, la profusión de citas electorales ha aconsejado poner sistemáticamente en pausa el debate sobre el nuevo estatus o, si se prefiere, sobre la reforma del Estatuto de Gernika, el único en España del que no se ha tocado una coma.

Toca pues, ahora, abordarlo o, al menos, aparentar que se le hinca el diente porque, en principio, pasadas las europeas de junio, el horizonte debería despejarse de citas electorales y dejar abierta de par en par esa «ventana de oportunidad» de la que han hablado tanto Andoni Ortuzar como Arnaldo Otegi. El problema -del que PNV y Bildu son conscientes y al que reaccionan entre la inquietud y el enfado- es que el ‘cuanto peor mejor’ de Puigdemont puede estropearles la fiesta y forzar unas generales en otoño de las que cada uno saldrá como pueda.

Lo sustancial y determinante serán los compromisos que contraiga Pradales ya como lehendakari

Pero, mientras se despejan las incógnitas, los abertzales, casi tres cuartas partes de los parlamentarios que tomaron ayer posesión de sus escaños, se ciñen al guion previsto, el de abrir la carpeta soberanista pese al contratiempo que, sin duda, supone el desmoronamiento de la histórica mayoría independentista en Cataluña, que no había bajado del 45% desde los ochenta. Llama la atención la valoración que la mesa política de EH Bildu ha hecho de las urnas catalanas, poniendo el énfasis en el «conflicto político» pendiente de resolver, en la «incapacidad» del Estado a la hora de gestionar «democráticamente» su «diversidad nacional» o en la «persecución del Estado profundo» contra el independentismo, un discurso que pone el colofón a su intención de exigir tras el verano la apertura de la ponencia de Autogobierno o el intento de reactivar Udalbiltza, el órgano municipalista que fue clave en Lizarra.

Aunque sea por razones estratégicas -explotar las contradicciones del PNV, abrir brecha entre los jeltzales y sus socios socialistas, ampliar su techo de voto atrayendo a peneuvistas desencantados-, EH Bildu coloca el debate en la agenda. Y el PNV, máxime si se trata del sector más nacionalista, el guipuzcoano-egibarrista al que pertenece Bakartxo Tejeria, lo secunda y lo anima para no quedar descolgado. Aunque suponga un desdoro -una legislatura más, llueve sobre mojado- a la neutralidad que se le supone a la Presidencia de la Cámara como institución.

Vuelve el ardor abertzale en el Parlamento más nacionalista de la historia, entre otras cosas porque PNV y EH Bildu son conscientes de que sólo con Sánchez en Moncloa necesitado de sus votos podrán rascar avances, siquiera simbólicos. El presidente se ha comprometido por escrito con sus socios a abrir ese melón, pero, a la espera de acontecimientos en Madrid, lo sustancial, lo determinante, serán los compromisos que contraiga Imanol Pradales, ya como lehendakari ‘in pectore’, en el debate de investidura. Sobre todo, si repite, ya revestido de los honores del cargo, la promesa que hizo en campaña de buscar un acuerdo más amplio que el del 79.