DAVID GISTAU-EL MUNDO
UNA de las mayores perversiones de nuestro sistema fue el uso de las inversiones públicas como elemento estabilizador. En lo que concierne a la Cataluña de Pujol, a esto hay que agregar la patente de corso cleptocrática que sólo le fue anulada cuando su concepción del catalanismo se dejó arrebatar por la fiebre amarilla. La historia antigua está llena de ejemplos de civilizaciones débiles que pagaron rescates a caudillos extorsionadores a cambio de paz. Hasta dos veces antes del saqueo de la ciudad, Alarico llegó a acuerdos de ese tipo ante los mismos muros de una Roma terminal.
Incluir en los Presupuestos pagos a los nacionalistas para que nos perdonaran la vida una legislatura más tuvo el inconveniente de consagrar la penalización a los leales, a quienes los trenes decimonónicos se les averían por ello en los campos. El vaciamiento de Castilla, la espina dorsal histórica, la esencia culpable, es en sí mismo revelador. No debe extrañar que tantas regiones españolas hayan intentado improvisar su propio nacionalismo coercitivo para no pasar por mindundis.
Los Presupuestos de Sánchez contienen esta rutina de sumisión pero llevada al paroxismo y en pleno golpe. Esta vez, estamos negociando un rescate con Alarico. Y ya veremos si, una vez pillada la plata, nos perdona la vida después de conceder dadivosamente unos cuantos meses de precaria supervivencia personal a Sánchez. Es difícil evitar que Sánchez utilice políticamente los presupuestos para construir –con la coartada auxiliar y solidaria– una urdimbre clientelar a la manera peronista y para intentar comprar a los golpistas una falsa estabilidad mendicante que sólo sirva para permitirle tirar un tiempo más de Falcon. Pero uno, que al mismo tiempo es contribuyente y posee una conciencia, sí se considera con derecho a que le toque reverendamente las pelotas que parte de sus impuestos pagados sirvan para financiar las maniobras de Sánchez. No hay pedagogía cívica capaz de convencerme de que, en este caso, Hacienda somos todos, como tampoco lo éramos cuando los impuestos terminaban en una cuenta suiza. Mire usted, es muy sencillo, la declaración admite un ínfimo control en cuestiones como la financiación de la Iglesia mediante la marca de la X en una casilla. Ponga usted en su próxima predación fiscal una casilla de sobornos institucionales al golpismo y que ante Alarico se humille quien encuentre motivos para hacerlo. Con mi dinero preferiría que no se premiara a desleales, si son ustedes tan amables.