La casilla de salida

ABC – 08/04/16 – IGNACIO CAMACHO

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· Sánchez vuelve al punto de partida: presidente con Podemos o nada. Rivera no puede blanquear un frentepopulismo blando.

Poco a poco, Pedro Sánchez va regresando a la casilla de salida. Será presidente con Podemos o no lo será. Ese pacto era su opción inicial incluso antes de las elecciones: al menos desde que ordenó a sus concejales en toda España votar alcaldes de la extrema izquierda. Los resultados de diciembre se quedaron cortos para una devolución automática del favor, pero el candidato socialista los ha leído correctamente desde el principio; si lograba bloquear al PP tenía posibilidades, aunque remotas, de alcanzar La Moncloa.

La dificultad añadida consistía en sumar a más partidos, aparentemente incompatibles, y torear las reticencias de los dirigentes críticos del PSOE. Y en eso lleva tres meses largos con paciencia y tesón de superviviente, driblando obstáculos y sorteando imprevistos como la renuncia de Rajoy a postularse; todo el recorrido de la investidura fallida, el pacto con Ciudadanos, el sonrojante cortejo a Pablo Iglesias, conduce a una recta final en la que el deseo de echar al PP venza a las dudas de la repetición electoral. Los nacionalistas y/o C´s son fuerzas coadyuvantes, pero al socio que de verdad necesita es a Podemos. El único que aún puede darle la Presidencia.

Los socialistas no han dejado nunca de tender puentes con los morados pese a su exigente arrogancia. Sánchez se avino a tratar primero con Rivera para contentar a la vieja guardia socialista, aplacar a Susana Díaz, ganar tiempo con su tentativa y presionar al jugador decisivo de la partida. Incluyó en el equipo negociador a tres hombres sugeridos por Rubalcaba –Serrano, Ares y Sevilla–, pero ninguno de ellos ha estado en las conversaciones informales con la gente de Iglesias. Estas han discurrido en paralelo hasta ayer, mientras el candidato asumía en persona los contactos con el soberanismo catalán, a espaldas de su propio partido. No es el plan B, sino el A. El que tiene desde el primer momento en la cabeza. El B era el de Ciudadanos, sólo que tuvo que invertir el orden por guardar las apariencias.

Ayer quedó diáfano que juntar los dos proyectos parece un crucigrama insoluble, una remotísima carambola. Rivera no puede prestarse sin daño, por la procedencia de sus votos, a blanquear un frentepopulismo blando. Sabe que su pacto con el PSOE está más muerto que vivo, que algo se cocina por fuera, pero está satisfecho: ha hecho lo que estaba en su mano y en general sale bien perfilado del proceso. Si se retira de la negociación a tres bandas, como parece, quedarán mano a mano los dos actores de la izquierda, más los nacionalistas, ante unas elecciones que les provocan más que dudas y ante una oportunidad que acaso no vuelva a presentárseles. El mismo escenario, el mismo tablero y la misma distancia que en diciembre, pero con los plazos apurados, la luz a punto de apagarse y margen sólo para una última jugada en la que sí significará sí y no significará no.

ABC – 08/04/16 – IGNACIO CAMACHO