César Vidal, LA RAZÓN, 7/6/12
Hace unos días, Artur Mas reconocía que Cataluña se encuentra en quiebra. Aunque el oscense Duran no tardó en desmentirle subrayando que no era para tanto, en realidad, es para más. Cataluña ha acumulado ya una deuda próxima a los 42.000 millones de euros cuyos vencimientos en este año se acercan a los 13.500 millones. Esa deuda espectacular no puede ser compensada con unos ingresos de 17.900 millones y unas transferencias de 5.200. Frente a esa quiebra real, Cataluña deberá realizar nuevas emisiones de deuda próximas a 5.000 millones, que tendrían que ser respaldadas por el conjunto de España agravando nuestra situación económica. Para ocultar esa terrible realidad, Mas ha apelado al tópico propagandístico del déficit fiscal, que, supuestamente, sería de 16.000 millones de euros y que bastaría para acabar con la deuda catalana. Ha sido mérito del profesor Buesa el señalar que, para defender esa afirmación, el Gobierno catalán ha estimado la balanza fiscal de Cataluña valiéndose de cinco gravísimas trampas económicas. La primera trampa económica es que utiliza la técnica del flujo monetario que imputa ingresos y gastos en función del territorio sin tener en cuenta si residen o no en él; la segunda es que sobrevalora los impuestos pagados en Cataluña al Estado al incluir los pagos de ciudadanos que no son residentes; la tercera es que minimiza los gastos del Estado en Cataluña excluyendo partidas tan importantes como Asuntos Exteriores, Justicia, Defensa, Servicios Sociales, Gestión de la Administración Central, Deuda Pública y un numerosísimo grupo de organismos que pagamos todos los españoles para beneficio de Cataluña; la cuarta es que suma el déficit fiscal de Cataluña con la Unión Europea y la quinta es que resta el déficit del Estado, lo que supone incurrir en una doble contabilización. Cuando, en vez de recurrir a estas trampas vergonzosas, se emplea una metodología científica, el resultado es que Cataluña recibe 4.015 millones de euros de más. A decir verdad, desde 2009, Cataluña está recibiendo –especialmente de Madrid– mucho más de lo que aporta. Con una Seguridad Social deficitaria desde 2010, bajo el nacionalismo, Cataluña no ha dejado de perder puestos en el listado de las regiones españolas. Hace tres décadas podía aspirar a ser la primera, en estos momentos no es ni la quinta. Por añadidura, constituye una pesada carga para muchos españoles que ven, por ejemplo, cómo la mitad de los ayuntamientos catalanes ha votado favorablemente mociones independentistas. Por primera vez, el nacionalismo catalán está jugando con fuego –algo que han advertido Duran y sus compañeros de Unión– y corre un grave riesgo, el de que el resto de España decida expulsar de su seno a una Cataluña que no es la que siempre ha amado entrañablemente sino la que ha construido, con odio y rapacidad, el nacionalismo.
César Vidal, LA RAZÓN, 7/6/12