La Cataluña que piensa en España

ABC 15/09/13

· Intelectuales catalanes ensalzan los frutos de la convivencia entre su comunidad y el resto de España

Para empezar una obviedad: se puede ser catalán y español. En la Cataluña acaparada por el star system independentista, la obviedad suena a epifanía o provocación. Lo denuncia Ramón de España, autor de «El manicomio catalán» (Espasa), uno de los libros más vendidos del año: «En Cataluña hemos llegado a un punto en el que hasta las obviedades causan sorpresa». Cabe pensar, a estas horas, que casi todo el mundo sabe ya que los defensores de la Barcelona de 1714 luchaban, textualmente, por la libertad de Cataluña y de España. Buscar permanentemente un enemigo exterior de Cataluña es un craso error. Lo señaló en su momento Gaziel y lo corrobora Valentí Puig en su ensayo «El hueso de Cuvier» (Destino) al reivindicar la figura de Balmes: «La serenidad reformista, la voluntad de una España sin vencedores ni vencidos».

La lista de catalanes que piensan en clave española es generosa y cualificada frente a la nómina de historiadores que promociona la Generalitat para reescribir la Historia. En palabras de Ignacio Vidal-Folch, cáustico dietarista en «Lo que cuenta es la ilusión» (Destino): «Un clamor patriótico de predicadores con masía restaurada, piscina y subvención…» Al establishment soberanista, las «complicidades» catalanas y españolas se le antojan anómalas. En el XI X, el manresano López Soler publica «Los bandos de Castilla», novela-manifiesto del romanticismo español. Verdaguer parte del sueño de Isabel la Católica para sumergirse en «La Atlántida». Santiago Rusiñol y Ramón Casas se escapan a Granada para tocar la guitarra española con los gitanos… Antoni López, editor de Rusiñol, regenta en la Rambla la «Llibreria Espanyola». Granados y Albéniz componen España e n « Goyescas » e « I ber i a » . Amadeo Vives propulsa la zarzuela «Doña Francisquita» y pone música a los versos de «L’emigrant» verdagueriano, entrañable melodía del cancionero catalán. En los escenarios de Madrid y Barcelona triunfa Enrique Borràs como «El alcalde de Zalamea» y Margarita Xirgu lleva el teatro de García Lorca de Barcelona a Hispanoamérica.

Durante el franquismo, el semanario Destino transmite una cosmovisión catalana en España. Pla destila su «Calendario sin fechas». Ignacio Agust í escribe « Mariona Rebull», el best-seller de postguerra. Vicens Vives dedica su tesis a Fernando el Católico y Martín de Riquer sigue el rastro del Quijote. Como advierte Sebastián Juan Arbó, autor de una biografía sobre « Cervantes» : «Nuestros escritores, nuestros poetas más grandes han usado indistintamente las dos lenguas; han escrito en castellano y en catalán, casi todos, y sobre todo, los buenos, los mejores».

José María Gironella, Ana María Matute, Luis Romero, Carmen Kurtz, Mercedes Salisachs, Juan Perucho son leídos en toda España… Barcelona es la capital de la edición hispanoamericana: Montaner & Simon, Gallach, Espasa, Salvat, Seix, Gili, Destino, Janés, Caralt, el Planeta de Lara… Los versos de la generación de los cincuenta con Gil de Biedma, Carlos Barral, Enrique Badosa, Alfonso Costrafreda, José Agustín Goytisolo o Corredor Matheos brotan en castellano. Como los de Lorenzo Gomis, Cirlot, Lentini o Giménez Frontín. Sigue el recuento: Luis y Juan Goytisolo, Juan Marsé, Félix de Azúa, Terenci Moix, Eduardo Mendoza, Vila-Matas, Casabella…

Vázquez Montalbán se pregunta con Car valho: «¿Éramos morenos u oscuros? Me lo pregunto cada vez que repaso las escasas fotografías que conservo, llenas de muertos que no siempre recuerdo, que han muerto definitivamente con mis padres o mis tíos, con aquella memoria la suya llena de parientes con nombres, apellidos, árbol genealógico incluido, un bosque de ramas entrelazadas que crecía desde raíces murcianas, andaluzas, gallegas…». De esa reflexión participa Joan Manuel Serrat en el barrio del Poble Sec: su madre aragonesa inspira una «Cançó de bressol» (canción de cuna) con aires de jota. Aplaudido por el catalanismo cuando propone cantar en catalán en Eurovisión, no se le perdonarán sus discos en castellano. Gracias a Serrat, muchos españoles conocen a Machado y Hernández. En la saludable autoironía sobre la identidad abrevan antihéroes de Marsé y Mendoza. Con Ruiz Zafón –líder del best seller internacional–, Javier Cercas – nada proclive a aventuras independentistas– y el desacomplejado Ildefonso Falcones, Barcelona sigue irradiando edición española: de Planeta o Random House a El Acantilado de Vallcorba y la escudería Herralde en Anagrama. La lengua cuenta con solventes consejeros en la Real Academia: Pere Gimferrer, Ana María Matute y la recién incorporada Carme Riera.

Una identidad compartida que Montserrat Caballé vindica al recibir el doctorado honoris causa de la Menéndez Pelayo. Su afirmación –«soy española de pura cepa, pese a quien pese»– desatará la ira soberanista. La soprano no es el único ejemplo de conjunción fértil. Ahí tenemos a Núria Espert –digna sucesora de la Xirgu–, Mario Gas o José María Pou, que regenta el teatro Goya de Barcelona y La Latina de Madrid. Para el actor y director, la identificación de España con Madrid «desencadena una reacción contraria muy fuerte, alimentada también por esta actitud tan instalada en la sociedad catalana que es el victimismo». Mario Gas puede ser madrileño en Madrid y catalán en Barcelona. Ser bilingüe permite «cono-

cer dos realidades», afirma. Sergi Arola no entiende la obsesión del nacionalismo por la capital de España cuando «cinco restaurantes que marcan la pauta en Madrid son de clara influencia catalana».

Tales afirmaciones provienen del libro de Anabel Abril «Catalanes en Madrid» (Lectio). Madrid y Barcelona –capitales emblema de España y Cataluña– se necesitan… «pero no lo saben», sostiene la autora.

La coexistencia de dos culturas constituye una fuente de riqueza. La Cataluña desentendida de España que promociona el soberanismo pretende convertir la obviedad histórica en anomalía histérica.

 

Boadella: «Si ser españolista es ser fascista, yo lo soy»

«Pertenezco a esta nación y me gusta toda ella», afirma con orgullo el director de teatro Albert Boadella, azote -y diana también- de los independentistas. Asegura que está encantado de que le tachen de españolista en Cataluña. «Soy catalán, y como catalán soy español. No soy de momento otra cosa». Aunque ello suponga que también le llamen fascista. «Algo que acostumbran a decir. Si ser españolista es ser facista, yo lo soy», afirmó ayer en la presentación de la programación musical de los Teatros del Canal, en Madrid.

Para Boadella, y tras la resaca de la celebración de la última Diada, la situación por la que atraviesa actualmente Cataluña es producto «del fracaso total de los Gobiernos españoles». Para el director de teatro, estos han conseguido que una cosa sin sentido, «como es la agresión del resto de España hacia Cataluña, algo que es un invento absoluto producto de una enfermedad llamada paranoia que necesitan los nacionalistas para darse fuerzas porque sus teorías son faltas de sentido y suicidas y necesitan avivarlas», acabe haciéndose realidad por culpa de los distintos gobiernos de España, «incluido este». Algo que sucede por «la falta de autoridad ante estas cosas y por no haber intervenido en el momento que había que intervenir», apuntó. Una intervención que debería haber puesto frento «al chantaje» y «al reto a una secesión».

Para Boadella, Cataluña se ha convertido en los últimos años «en un Régimen. No es exactamente una democrácia. Los medios, la cultura, todo, todo… forma parte de lo mismo. Los principios fundamentales del Movimiento, como habíamos tenido con Franco. El resto de los españoles han consentido esta situación durante mucho tiempo y ahora, lamentable, las soluciones son muy pocas. Los arreglos pueden ser difíciles y a lo mejor trágicos».

 

Testimonios después de la Diada

Hace menos de un año, en octubre de 2012, el escritor Juan Marsé aseguraba que no le gustaba «la gran Cataluña que prepara el señor Mas y sus habituales aplaudidores-muñidores», y apenas doce meses después, con el eco de la Diada de la Via Catalana y el pulso soberanista, ha aprovechado una conversación con ABC para manifestarse como «no nacionalista, ni soberanista, ni espiritista, ni españolista, ni turista, ni automovilista… Supongo que se me entiende. En general, la clase política de este país esta formada por una panda de ineptos y corruptos. Se podrían aplicar aquella frase de un clarividente y desengañado político del siglo pasado que subió a la tribuna de oradores para exclamar: “Señores, estoy de todos nosotros hasta los cojones”».

Otras voces de la cultura catalana se asoman a la encrucijada nacionalista para arrojar algo de luz. Es el caso del escritor Ildefonso Falcones, quien después de asegurar en estas mismas páginas que la independencia sería «una catástrofe para los catalanes», sostiene que ahora mismo existe «un clima enrarecido. Ya lo había y se ha sostenido. Creo que identitariamente ya somos independientes, así que la parte económica la deberíamos buscar a través de España. Pero ves toda esa gente en la cadena y te planteas que tenemos un problema. Eso sí: todos los problemas tienen solución… Si se quiere».

El mismo día de la Via Catalana, el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, cargó contra los nacionalismos asegurando que se trata de una «tara». «Es un regreso a la tribu para eludir la propia responsabilidad, una tara que solo se puede combatir con la cultura».

Para el director y guionista Joaquín Oristrell, guionista de la minisierie de televisión «Felipe y Letizia» (2010), «el independentismo ha crecido porque no ha habido flexibilidad ni diálogo». Oristrell apuesta por un referéndum: «Tiene que haber una consulta pactada. Si las cosas se hubiesen hecho de otro modo no estaríamos en esto», asegura.

También hay quien esquiva elocuentemente pronunciarse sobre el tema, como la soprano Montserrat Caballé. Fue preguntada en Zaragoza sobre el proceso político en Cataluña tras la Diada, y respondió que, como miembro de Naciones Unidas, ahora lo importante son «cosas que no tienen nada que ver con esto», como el gran trabajo que Acnur está realizando con todos los refugiados de Siria. «Tenemos la meta de conversar y hablar con todos los pueblos del mundo y de no apartar a quien no piensa como nosotros», remachó la soprano.

Días antes de la Diada, la cantante de ópera catalana ya había asegurado en una ocasión que durante su «deambular» por el mundo ha sido «una catalana universal», pero que «no ha dejado de ser una española célebre». «En las Naciones Unidas no somos separatistas, somos unidad», añadió en declaraciones a RNE.

Otra visión es la del entrenador del F. C. Barcelona, Gerardo «Tata» Martino, quien se refirió a su participación en la ofrenda floral a Rafael Casanova durante la diada en estos términos: «Quedaría fenomenal si dijera que pedí ir. Había una cuestión institucional, la respeté. ¿Si me gustó? Sí, nunca había visto un acto de esta naturaleza y menos como la cadena, que pude ver. Hay cuestiones institucionales que sé que he de cumplir y no soy quién para romper reglas del Barça. De las cuestiones de política, no hablo ni en Argentina, y mucho menos lo haré aquí».

Por su parte el chef Sergi Arola dijo ayer a ABC; «No entiendo de separaciones sino de unidad. Vivo en Madrid, me siento español, me siento catalán, pero no me siento castellano. Si le tienen miedo a permitir el referéndum es que saben que pueden perderlo. Debería permitirse la consulta, así los que pensamos que todos sumamos y que juntos estamos mejor, votaremos en contra de la separación. Hay intereses partidistas en un lado y en el otro. Es mezquino pensar que la respuesta está aquí o allí. Hay que tender puentes. El peor enemigo de España es el populismo, aquí y allá. No te pueden obligar a que te sientas de un lado o del otro. Nadie debe decirte cómo tienes que ser».

ABC 15/09/13