Ramón Pérez-Maura-ABC
El presidente del Gobierno demuestra que no hay precio que él no esté dispuesto a pagar para seguir sentado en La Moncloa
Hipocresía es el adjetivo que mejor define a este Gobierno que pasa del blanco al negro sin justificación aparente. La información firmada ayer en ABC por Alexis Rodríguez ofrece al fin una explicación de a qué vino a Madrid Delcy Rodríguez. La catarata de mentiras proferida por el ministro Ábalos encaja perfectamente con el hecho de que cuando se reunió en privado con ella en un salón reservado del aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas el ministro Ábalos le pasara su teléfono para que hablase con el presidente del Gobierno. Y los hechos acaecidos esa misma semana confirman los términos de la conversación.
Lo relevante aquí es que, como recordó la ministra González Laya, el presidente del Gobierno español lideró el reconocimiento
de Guaidó hace un año, pero ahora resulta que hace el ridículo de ser el único al que ha pedido ver Guaidó y no le ha recibido. Hasta el canciller de Austria, Sebastian Kurz, por mencionar un país que ni es potencia, ni tiene especiales intereses en aquella región, tuvo tiempo para dedicar a Guaidó. De Johnson, Macron, Merkel y el propio Donald Trump, para qué hablar. Sánchez está mucho más ocupado que todos ellos como para que España tenga un protagonismo en Venezuela. ¿Qué ha ocurrido para dar este giro tan radical? Obviamente que el nuevo Gobierno con miembros de Podemos en los ministerios dicta su ley. Sí, será cierto que les han dado carteras de escasa consistencia, pero tienen el enorme poder que implica el que la supervivencia del Gobierno dependa de ti.
De manera similar Sánchez negó toda posibilidad de entendimiento con los independentistas y ahí le tuvimos ayer, sentado en igualdad de condiciones con un quien retiene ilegítimamente la Presidencia de la Generalidad de Cataluña. Y eso después de que su todopoderoso jefe de gabinete, Iván Redondo, le saludara con una inclinación de cabeza como las que se hacen a los Reyes -pero a quien no se la hacen ni Sánchez ni Redondo-. Eso ya sólo es para Torra. ¿Cabe mayor humillación al Estado de derecho?
Con actos como estos el presidente del Gobierno demuestra que no hay precio que él no esté dispuesto a pagar para seguir sentado en La Moncloa. De qué se trata, que yo pago. Como un vulgar nuevo rico. Y lo peor de todo es que sus socios saben que en esta situación lo más importante es que Sánchez siga en La Moncloa el máximo tiempo posible para ir ordeñando tan caudalosa ubre.
Otrosí: el tan jaleado presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, anunció el pasado martes que el socio de referencia de Francia y Alemania en la construcción europea, una vez descartados los británicos, es Polonia. Polonia es un país de un peso equivalente a España por tamaño y población. Y Polonia tiene un gobierno que la progresía española define como de ultraderecha. Yo no me atrevo a afirmar que lo sea, pero si lo es, conviene empezar por reflexionar qué quiere decir que Macron y Merkel prefieran como interlocutor privilegiado al gobierto ultraderechista de Mateusz Morawiecki, antes que al de Pedro Sánchez y sus 22 ministros y vicepresidentes, tan demócratas ellos y tan garantes del progreso. Tenemos la prueba incontestable con hechos, no con palabras, de que quienes tiran del carro de Europa prefieren a los supuestamente apestados polacos que al gobierno bonito que engendró Iván Redondo para Pedro Sánchez y después completó Pablo Iglesias. Es imposible parar de mejorar.