DANIEL GASCÓN-EL PAÏS

  • La difamación intenta desacreditar al personaje para anular sus argumentos: si la calumnia sale bien, eres un apestado que solo merece el escarnio, una voz que no debemos escuchar

 

Javier Cercas fue a un programa de TV-3 y dijo cosas que todo el mundo sabe, como que España es una democracia o que el rey Juan Carlos fue decisivo para que fracasara el golpe de Estado del 23-F. Algunos se indignaron: creen que una televisión o una universidad pública deben estar al servicio de intereses políticos particulares (los suyos, claro). Se apela al pluralismo para defender que instituciones teóricamente neutrales adopten una posición partidista. Esa concepción antidemocrática pervierte las instituciones, secuestra el espacio público, oficializa el desprecio a la legalidad y expulsa a quien piense de otro modo.

Mucha gente no quiere enfrentarse, y es comprensible. En general no queremos meternos en líos. Para hacerlo te debe importar mucho, debes tener una posición asentada —o poco que perder— y debes ser valiente. Tiene costes: entre ellos, difamación y ostracismo. En el caso de Cercas, se distorsionaron unas palabras suyas grabadas en un vídeo, sacándolas de contexto para que pareciese que pedía una intervención militar. El procedimiento es bien conocido y el independentismo y sus mediopensionistas lo emplean desde hace años. Ayuda el enconamiento de las redes sociales, pero, como el procés, también es vertical: la persecución tiene sus prescriptores. Un periodista comparó a Cercas con Radovan Karadzic, una diputada lo acusó de promover un levantamiento militar. Confluyen la incomprensión lectora deliberada y la interpretación paranoide, donde el odio que atribuyes al adversario legitima el tuyo.

Es un dogmatismo que pretende intimidar, pero también está aterrado: conoce su fragilidad. Cercas, un gran escritor catalán, defiende la pluralidad interna de Cataluña, los logros de la España democrática, y muestra lo que los fanáticos no quieren ver: los catalanes que no piensan como ellos. La difamación intenta desacreditar al personaje para anular sus argumentos: si la calumnia sale bien, eres un apestado que solo merece el escarnio, una voz que no debemos escuchar. En el caso de Cercas, la campaña de acoso ha fracasado en parte. Ha habido silencio y encogimiento de hombros, pero muchos han criticado los ataques. Incluso algunos que acostumbran a mirar hacia otro lado han mostrado cierta incomodidad. A los demás, por si no estábamos atentos, la campaña contra Javier Cercas nos recuerda cómo actúa el nacionalismo. Seguramente conseguiremos olvidarlo otra vez.