Miquel Giménez-Vozpópuli
El líder del PP ha llegado al instante crítico de todo político: demostrar si la chaqueta de estadista le viene ancha o no
Como señalaba muy acertadamente mi querido Gabi Sanz ayer en este diario, la esperanza de Sánchez radica en que Pablo Casado acabe por votar de nuevo otra prórroga del estado de alarma por miedo a que le confundan con los de Vox. Redondo y su tuna de tunos saben muy bien que el electorado ve a Casado cada vez más como a una persona seria y así lo indican semana tras semana esas encuestas que Tezanos se ocupa es despiezar como una res presta para la barbacoa.
La estrategia de mantener una línea de dureza en las intervenciones parlamentarias, unida a la de apoyar los estados de alarma, ha sido positiva para los populares. Algo tendrá que ver también, digo yo, la buena gestión de Ayuso y Almeida, su empatía con la gente, su capacidad de gestionar un escenario de pesadilla y su coraje para ponerse una mascarilla e irse a ver sobre el terreno lo que sucede. Ni Sánchez ni Iglesias pisaron el hospital de Ifema ni hospital alguno, ni han acudido al parlamento más que a regañadientes a dar homilías laicas de una pesadez y mendacidad astronómicas.
Pero todo tiene un límite. El chantaje al que Sánchez quiere someter a Casado, caso de que no vuelva a dar su aprobación a esa prórroga, es hacerlo aparecer como culpable de que las medidas sociales no puedan llevarse a cabo. Es muy capaz de hacerlo. Y Casado debe ponderar pros y contras. Sabiendo que no es una decisión fácil, uno estaría tentado de aconsejarle que ya está bien de ofrecer lealtad a un desleal y dar confianza a quien no la merece. Si tiene miedo señor Casado de que le digan facha pierda usted cuidado. Se lo dicen a diario por activa y por pasiva. Los insultos vertidos hacia el jefe del principal partido de la oposición son tantos que haría falta mucho espacio para recogerlos. Ya desde el mismo gobierno, ya desde los dos partidos que lo conforman, ya desde aquellos que lo apoyan extra muros, ya desde las redes sociales con la horda de bots a sueldo de la injuria, a Casado lo ponen de chupa de dómine a diario. Por lo tanto, deseche ese temor.
Cada día que esa gente pasa en el poder es un palmo más que cavamos los españoles en nuestra propia fosa como país y como economía. Es el momento de la verdad
En cuanto a que le hagan pagar el pato de que los más desfavorecidos, que pronto vamos a ser todo el conjunto de autónomos, pequeños y medianos empresarios y la mayoría de trabajadores porque podríamos acabar este año rondando los diez millones de parados, si no más, tampoco sería de relevancia. Eso lo también lo tiene usted garantizado haga lo que haga, que la derecha es facha y ellos son paradigma de honestidad, lucidez, buen gobierno y defensa de los débiles. Diga usted la verdad al pueblo. Jamás podrán llevarse a cabo esas medidas como la renta mínima o las ayudas que ni llegan ni le llegarán por la simple razón de que el estado está quebrado. No hay un duro, y eso lo sabe usted mejor que servidor. Ha contribuido bastante a eso la inexistente gestión económica de la señora Calviño de quien, sinceramente, esperábamos algo más, el wait and see consistente en que mamá Europa venga cargada de millones a sacarnos las castañas del fuego, como si Frau Merkel fuera una tonta a la que timar con el clásico Nazareno o el de la estampita. No hay más cáscaras que una rebaja de los impuestos a partir de ahora, una quita de los que se deben, un tajo profundo y serio en todo lo que sea administración improductiva, empezando por el desproporcionado número de cargos electos, y empezar a recomponer lo que la política estúpida y suicida de esta gente nos ha hecho perder, como el contrato de Navantia con los EEUU.
Debe usted ponderar, insisto, el patriotismo del que no se duda en su caso, sirve mejor a España volviendo a dar apoyo a Sánchez o negándoselo. Porque cada día que esa gente pasa en el poder es un palmo más que cavamos los españoles en nuestra propia fosa como país y como economía. Es el momento de la verdad. Lo esperan de usted no solo quienes le dan cada vez más su confianza demoscópica, sino también no pocos de los votantes socialistas que miran lo que hay y se dicen el famoso no es esto, no es esto. Lo esperan los ciudadanos de a pie, los empresarios, los periodistas que nos sentimos amenazados por un gobierno censor, lo esperan en una Europa que, si quiere salvarse, precisa de dirigentes con ideas claras y no de personajes que deliran.
Ahora le toca a usted ponerse la chaqueta de hombre de Estado, y ya le digo que pesa mucho. Pero si usted fuese valiente, le aseguro que España le ayudaría a soportar esa carga. En sus manos está, don Pablo.