EL MUNDO – 09/04/16 – TEODORO LEÓN GROSS
· La teoría de los juegos aplicada a la negociación, importada por los cabezas de huevo de los gabinetes políticos, proporciona el modelo Hawk-Dove: halcones son los negociadores agresivos que no van a ceder, y palomas aquellos capaces de modular su posición para engrasar un acuerdo. El problema está, claro, cuando coinciden sólo halcones y nadie cede, como cabía prever de Podemos y Ciudadanos.
Las consecuencias son obvias. Es lo que retrata la chickie run de la película Rebelde sin causa: los coches corren hacia el acantilado en Pacific Palisades retándose a ver quién es el último en saltar. Usan chicken (gallina) porque se mide quién tendrá menos valor para resistir. Se trata de apurar hasta el límite; y eso, claro, puede fallar.
Aquí no se ha negociado un pacto de Gobierno; se competía por ver quién abandonaba antes cargando con la culpa de la ruptura y quién ganaba el laurel de haber resistido. La escenificación ha prolongado un espejismo en el que nadie cree. Ciudadanos: «No podemos aceptar que el acuerdo PSOE-Ciudadanos esté en vía muerta…». Falso. Podemos: «es posible un Gobierno progresista». Falso. Hernando: «el pacto es difícil pero no imposible». Falso. La política es el arte de lo posible y 199 nunca lo ha sido. Los negociadores sólo medían los tiempos. El final de la chickie run es el calendario electoral del 26-J, con el precipicio amenazante según se ven las encuestas. ¿Y si ya es demasiado tarde para salvarse por el hastío ante el paripé? ¿Puede ganar el ausente con su dontancredismo prudente?
Cuando se regrese del matrix virtual de la investidura a la realidad de la campaña, la impostura de Sánchez –las encuestas apuntan que él puede haber sobrevivido al 20-D sacrificando al PSOE para el 26-J– estará definitivamente al desnudo. Acudió a una sesión teatral con 130 escaños; y desde entonces trajina la falsa esperanza de 199, incluso tras la representación simbólica de los machos alfa de C’s y P’s en el Congreso.
Su mejor suma es 161, de hecho menor que los 163 de PP+C’s, salvo añadiendo a los nacionalistas aunque entonces se restan 90 del PSOE. Y no hay solución a la catalana porque falta el factor de cohesión del independentismo capaz de unir allí a la izquierda antisistema con la derecha institucional. En la aritmética política, desmintiendo al gran cacique Romero Robledo, dos más dos sí son cuatro. Sánchez sólo ha buscado el premio de resistir hasta el final en la chickie run. Y esa audacia, como en Rebelde sin causa, puede terminar en el vacío.
EL MUNDO – 09/04/16 – TEODORO LEÓN GROSS