La circunvalación constitucional

Ignacio Camacho-ABC

  • El revisionismo del pacto constitucional de convivencia conduce en la práctica a un cambio encubierto de sistema

Aunque Redondo le aconsejó abrir el debate de la reforma de la Constitución como argumento ‘emocional’ para las elecciones, Sánchez no va a meterse en ese lío… por ahora. No tiene los votos ni el consenso social y además no le hace falta porque en la práctica la está circunvalando sin tocarla. A su manera encubierta y más o menos improvisada, a golpe de legislación habilitante paralela como la de Weimar o la de De Gaulle, va poco a poco transformándola siguiendo en dirección inversa el camino que el duque de Fernández Miranda trazó en la Transición para convertir una dictadura en una democracia. Sólo tiene un obstáculo, también por ahora, que se llama Tribunal Constitucional, pero sus veredictos son

demasiado lentos y van por detrás de los hechos consumados, y en todo caso su actual mayoría doctrinal cambiará de sentido el próximo verano cuando el Gobierno tome el control con el nombramiento de los dos magistrados que le corresponden en el reparto. Igual que a Romanones le daban igual las leyes mientras fuese él quien redactara sus reglamentos, al presidente no le importa la letra de la Carta Magna si tiene el poder de hacerla interpretar bajo su criterio y ahorrarse así el engorro de redactar otra… de momento.

La suya es una forma digamos taimada de cambiar las reglas de juego por un procedimiento subrepticio, es decir, fraudulento. Sus socios, en cambio, anhelan el asalto directo. Populistas y nacionalistas viven de los símbolos y han entrevisto en la debilidad del sanchismo la oportunidad de iniciar el derribo. La derogación por método oblicuo de la ley de amnistía es dinamita contra los cimientos políticos y jurídicos del sistema porque revoca la legitimidad de su pacto de convivencia y cuestiona la Constitución como acta civil del verdadero final de la guerra. Si se acepta esa tesis revisionista, y el PSOE lo ha hecho desdiciéndose de su trayectoria histórica y mintiendo sobre su falsa intrascendencia, todo el proceso de construcción democrática queda invalidado, y con él la Corona, la jerarquía normativa, el concepto de integridad nacional y su correlato del pueblo español como único sujeto soberano. Vía libre para la demolición, de iure o de facto, de la arquitectura institucional del Estado.

De consumarse ese ataque al espíritu del 78 y producirse la abolición de sus principios vertebrales, el cambio de régimen quedará listo para la segunda fase. Y ahí el consejo del defenestrado gurú de La Moncloa puede salir del cajón convertido en baza para eludir el desgaste. Una legislatura (de)constituyente como marco de campaña de unas generales a las que el Ejecutivo acudirá cargado de lastres. ¿Hipótesis hiperbólica? Tal vez, pero también lo parecía la alianza Frankenstein. Un aventurero en circunstancias desfavorables y rodeado de esos compañeros de viaje es la última clase de persona de cuya lealtad convendría fiarse.