Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 11/1/12
A un jefe con carisma se le sigue incluso bajo el fuego, dice el protagonista de las novelas de Lorenzo Silva
Ayer se cumplió un año del comunicado en el que ETA anunció el inicio de una tregua que diez meses más tarde llevó a la renuncia a la violencia. Como ocurre desde hace algún tiempo con las cosas relativas a este grupo, el aniversario ha pasado casi inadvertido, signo de que, por fortuna, ETA ha dejado de tener el papel que tenía en la vida pública española.
Un año antes de ese comunicado, el 9 de enero del 2010, una patrulla de la Guardia Civil de Bermillo de Sayago (Zamora) interceptó una furgoneta que dos etarras llevaban a Portugal para cargarla de explosivos con el propósito de regresar con ella y atentar unos días más tarde contra las torres KIO, en Madrid. Aquella actuación de una pareja de guardias de pueblo tuvo mucha más importancia de lo que se supone. Desmoralizó a una ETA que apenas cinco meses antes había puesto por escrito sus planes para realizar «acciones que sean lo más duras posibles (las de muertos) y buscando imágenes internacionales (grandes sabotajes)». ETA quería pero ya no podía, y un mes después del suceso de Bermillo de Sayago decidió parar la maquinaria terrorista. Era el reconocimiento de su derrota operativa.
Sin capacidad para cometer atentados, su liderazgo sobre su entorno político se perdió definitivamente. Una dirección de ETA desmantelada una y otra vez por la Policía Nacional y la Guardia Civil dejó de tener capacidad para dar órdenes a su brazo político como siempre había hecho. Los dirigentes de Batasuna se atrevieron entonces a cuestionar a los menguados jefes de ETA.
Ese proceso se entiende mejor con las palabras que emplea el brigada de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua, protagonista de las novelas de Lorenzo Silva, en la obra La estrategia del agua. El suboficial explica la diferencia existente en la forma de cumplir las órdenes de un jefe con carisma y aquellas otras que proceden de quien carece de ese carisma. «A los primeros –dice el personaje de Silva– se les sigue incluso bajo el fuego enemigo. Los segundos, a nada que se descuiden y se tuerza la batalla, más bien pueden acabar cayendo bajo el fuego de los suyos».
Los miembros de la generación de los Txeroki, Ata y compañía se convirtieron en jefes de ETA sin carisma y sin capacidad operativa y tuvieron que reconocer su impotencia militar, primero, y la política más tarde. Les costó tiempo reconocerlo, pero al final no tuvieron más remedio que hacerlo. Hacía tiempo que se les había torcido la batalla y los suyos ya no seguían sus consignas.
Sin la eficacia de la acción de los cuerpos de seguridad no hubiera habido anuncio de tregua de hace un año ni el posterior abandono de la violencia. Esa es la razón por la que Txema Montero, el que fue eurodiputado de Herri Batasuna, rompiendo más de un tabú en el mundo del que procede, ha declarado que «la Guardia Civil ha sido el instrumento más efectivo en la lucha contra ETA».
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 11/1/12