PEDRO GARCÍA CUARTANGO-ABC

  • Lo que le queda al líder socialista, verdadero virtuoso del relato, es insistir en esa división de buenos y malos

Hace unos días, charlando con el escritor argentino Martín Hamis, especialista en Borges, le escuche una expresión que me quedó grabada: coartada heroica. Se refería a la estrategia peronista, utilizada por los Kirchner, de dividir a la sociedad en buenos y malos. Quienes estaban de su lado, el de la justicia y el progreso, eran buenos. Quienes se oponían a ellos eran reaccionarios y fascistas.

El estar en el bando correcto de la historia les proporcionaba una coartada heroica, apuntó Hamis, por la que todas sus acciones se revestían de un carácter épico frente a los intereses bastardos de una derecha cerril.

No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta del paralelismo del discurso de los Kirchner con el de Sánchez, que nuevamente este fin de semana volvió a presentarse como un campeón contra esa ‘fachosfera’ que amenaza la libertad y los avances sociales.

Sin poder sacar adelante sus leyes en el Congreso y al frente de una coalición rota o a punto de romperse, lo que le queda al líder socialista, verdadero virtuoso del relato, es insistir en esa división de buenos y malos que funciona como una patente de corso para justificar su permanencia en el poder.

La coartada heroica a la que recurre Sánchez es perfecta porque asfixia todo debate y toda crítica. Quienes le apoyan están en el lado bueno y quienes se oponen lo hacen por una mezcla de mezquindad y egoísmo. Los periodistas y los jueces que le molestan son enemigos de la causa progresista.

En este marco mental, no sólo es imposible debatir con argumentos, sino que además la verdad se vuelve relativa. Ya no importan tanto los hechos como quién los enuncia, no es relevante lo que se dice sino por qué se dice. Incluso una mentira se vuelve verdadera si el que la profiere lo hace en nombre del progreso, del feminismo o de la lucha contra la discriminación.

La semana pasada los seguidores de Podemos me acusaron en las redes sociales de que era imposible por mi edad que yo hubiera empezado a trabajar de periodista en el franquismo y, a la vez y los mismos, de que yo había estado al servicio de la dictadura. Sus dos afirmaciones eran totalmente falsas, pero da lo mismo. Los troles, imbuidos de la posesión de la verdad, pueden decir una cosa y su contraria.

Los hechos ya son lo de menos en este clima irrespirable de confrontación. Lo único que cuenta es el lado en el que estás. Muchos ni siquiera comprenden que hay algunos que no estamos en ningún bando y que ni nos arrogamos la posesión de la verdad ni nos consideramos infalibles.

Admito que me he equivocado muchas veces, que he cambiado de opinión y que hay cosas que ha hecho bien este Gobierno, lo que no obsta para rechazar esa coartada emocional de la que se reviste Sánchez y que ha derivado en un peligroso caudillismo.