ALBERTO AYALA-EL CORREO

Pedro Sánchez habrá tenido un despertar con sensaciones encontradas. De satisfacción por el éxito de la cumbre de la OTAN. De preocupación también porque todos los frentes abiertos que ponen en riesgo su futuro, lejos de encarrilarse, empeoran.

Lograr una foto con Joe Biden se había convertido casi en una obsesión para el presidente. Ya la tiene. Con comida a dos en La Moncloa, y decenas de sonrisas y apretones de manos estos dos días y medio. No sé si con ello quedará atrás la brecha en las relaciones bilaterales que provocó hace años Zapatero cuando cometió la tremenda descortesía de no levantarse en un desfile al paso de la enseña estadounidense. Por si acaso, además de lo anterior, hemos aceptado que Estados Unidos amplíe de cuatro a seis su flota de destructores en Rota. Y nos hemos comprometido a elevar nuestro gasto militar al 2% del PIB para 2029. ¿Que de donde vamos a sacar el dinero? No me sean aguafiestas…

Sánchez tendrá que acudir ahora al Congreso y allí va a encontrarse con el esperable rechazo de casi todo el bloque de investidura, empezando por su socio, Unidas Podemos. No importa. El PP podrá echarle en cara al presidente la desunión de su Gobierno, habitual en gabinetes de coalición, pero su voto será favorable. Y es que las miserias no son sólo cosa de unos. Podemos Rota no ha dudado en mostrar su inmensa alegría por la ampliación de la flota estadounidense, que supondrá muchos millones de euros y decenas de empleos en una comarca carcomida por el paro.

La exaltación atlantista de Sánchez refuerza su posición ante su electorado más centrado. Ese que le abandonó en Madrid, Castilla y León, y Andalucía. La mayoría para abstenerse. Parte para migrar su voto al PP. Sin revertir esa situación, Sánchez tendrá imposible seguir en La Moncloa.

El PSOE tiene tiempo para remontar. Pero sólo si el presidente deja de cometer errores y recupera principios. Errores gravísimos como aplaudir la masacre de inmigrantes en Nador. Es cierto que tres días después de su inmensa metedura de pata, prueba evidente de lo liviano de sus principios, lamentó las muertes. Pero de su boca ni ha salido, ni saldrá, reproche alguno a Marruecos. Vergonzoso.

Del nuevo pacto con EH Bildu que salva la Ley de la Memoria, poco que añadir. A cambio de sus votos, el Gobierno español cede el Palacio donostiarra de La Cumbre -donde Lasa y Zabala fueron torturados en 1983- al Ayuntamiento y convierte en centro de memoria el fuerte de San Cristóbal de Pamplona, en el que cientos de republicanos penaron en durísimas condiciones durante y tras el golpe franquista. Le faltó tiempo a la izquierda abertzale para mezclarlo todo, algo que repugna a muchísimos votantes socialistas y no socialistas.

Pero el gran caballo de batalla del Gobierno de izquierdas se llama inflación, que ya está en el 10,2%. Más de 3,5 millones de trabajadores no llegan ya a fin de mes. Imposible por ahora el pacto de rentas por la postura inflexible de la patronal, Sánchez va a tener que ser aún más sensible socialmente de lo que ya ha sido hasta ahora, pese a Calviño o Escrivá, y adoptar nuevas medidas. Eso o una lenta muerte política.