ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 26/01/15
· No han resistido ni el primer asalto de contraste con sus hechos y por ellos los conocemos.
¿Podemos predicar contra la casta política corrupta mientras practicamos la corruptela a nuestro alcance dentro de la casta universitaria que nosotros mismos hemos creado? ¡Podemos! ¿Verdad, Íñigo Errejón? ¿Podemos amenazar a los «ricos» abogados, médicos o empresarios con un salario máximo cercano a los 3.000 euros mensuales, mientras percibimos más de 12.000, parcialmente libres de impuestos, del Parlamento Europeo? ¡Podemos! Que le pregunten si no a Pablo Iglesias, quien tiene la deferencia, eso sí, de donar parte de de ese salario a una productora de su propiedad.
¿Podemos abogar literalmente por un «programa de inversiones y políticas públicas para la reactivación económica, la creación de empleo de calidad y la reconversión del modelo productivo hacia una economía basada en la innovación que contribuya al bien común teniendo en cuenta criterios de responsabilidad social, ética y medioambiental», mientras nos forramos con una sociedad unipersonal que factura 425.000 euros en dos meses sin crear un solo puesto de trabajo? ¡Ya lo creo que podemos! Puede Juan Carlos Monedero, azote de capitalistas patrios, quien exige endurecer las penas para los evasores fiscales mientras hace gala de sus conocimientos en la materia cobrando sus doctas asesorías bolivarianas a través de una «Caja de Resistencia» cuya principal finalidad es ahorrarse los correspondientes impuestos.
¡Podemos! Y estamos a punto de averiguar lo que da de sí la receta llevada a la presidencia de un gobierno europeo.
Si la escasa o nula sujeción a la palabra dada es, para nuestra desgracia, la principal seña de identidad de los partidos que han tocado poder en España, la incoherencia constituye el ADN de esa izquierda extrema «podemita» que se presenta como la quintaesencia de la regeneración ética. Una incoherencia de fondo y de forma. Una incoherencia flagrante, abrumadora, de bulto, traducida en manifestaciones tan sangrantes como las descritas y otras muchas de semejante tenor, que abarcan desde los pagos en «b» a trabajadores no dados de alta en la Seguridad Social hasta el incumplimiento sistemático de las condiciones laborales pactadas en los contratos universitarios de los escuderos de Iglesias. Una incoherencia que debería invalidar de raíz el discurso de los coletudos y lo haría, lo habría hecho ya, si la hipocresía no estuviera tan profundamente arraigada en nuestra sociedad y si el sectarismo no cegase tantos ojos y obstruyera tantos oídos. Bien es verdad que la coherencia no forma parte de las virtudes más ponderadas entre nosotros. Los españoles siempre hemos sido más dados al «haz lo que yo digo, no lo que yo hago», que a la educación (léase el liderazgo) a través del ejemplo.
Esta Banda nuestra de los Cuatro televisivos, Iglesias, Errejón, Monedero y Tania Sánchez, la del hermano contratista, ha sabido captar como nadie el significado último de esta contradicción perversa y sacarle el máximo provecho, disociando por completo la teoría de la práctica sin sufrir, al menos según las encuestas, el castigo que merecen los vendedores de humo y los falsarios. ¿Acaso ignoran sus adoradores este ejercicio de doble moral que caracteriza sus conductas? No. ¿Lo disculpan con el viejo argumento de que, «puestos a robar y a mentir, que roben y mientan los nuestros»? Es posible. Lo cierto es que no han resistido ni siquiera el primer asalto de contraste con sus hechos y por ellos les conocemos. Pronto conoceremos también lo que hacen sus correligionarios en Grecia, después de prometer, para así poder vencer, la cuadratura del círculo.
«El cielo no se toma por consenso sino por asalto», proclamó en su día Pablo Iglesias, emulando a su admirado Karl Marx. Si hubiese sido valiente, si hubiese sido sincero, habría redondeado la amenaza añadiendo: «Y el fin justifica los medios».
ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 26/01/15