La colonización interior de Cataluña

ABC 07/01/15
MIQUEL PORTA PERALES, ARTICULISTA Y ESCRITOR

· En Cataluña hay quien vive como si fuera independiente. Ese “como si” – la teoría del “como si” procede del filósofo kantiano Hans Vaihinger– que hace que algunos individuos, territorios e instituciones construyan y asuman la ficción independentista. Y asuman la ficción independentista. Y actúen como si esa ficción respondiera a la realidad

AQUÍ y allá aparece la difusión y promoción de una causa –el llamado «proceso de transición nacional de Cataluña»– que inunda la vida cotidiana del ciudadano con la intención de calar la conciencia y estimular la acción. Abro el ordenador y resumo –«¡pásalo!», «¡que corra!», «un último esfuerzo», «te necesitamos», «llegó la hora», «¡qué chulo!»– algunos de los correos electrónicos recibidos durante las últimas semanas. Los clasifico por grupos en función del mensaje transmitido. Finalmente, un par de conclusiones.

Primer grupo. Cataluña democrática y España autoritaria: «La nación catalana no vive en democracia, porque está sometida a un sistema político que no lo es. Para vivir en democracia, Cataluña necesita dejar de estar sometida a las leyes españolas y promulgar leyes propias. Ningún pueblo es libre si no promulga sus leyes».

Segundo grupo. Cataluña amenazada: «El Estado español busca la confrontación, generar un clima de miedo sobre el proceso independentista, fabricar un pretexto que difunda una imagen violenta de Cataluña que justifique y posibilite una actuación represora política y judicial que desacredite y pare el proceso hacia la independencia».

Tercer grupo. Cataluña incorporada o asimilada: un mapa elaborado por Francisco Jorge Torres Villegas en 1852, sobre los distintos regímenes administrativos vigentes en la España de la época, en que Cataluña aparece como «incorporada o asimilada», sirve para concluir «que no somos parte de la España pura y uniforme, sino que nos incorporaron o asimilaron en su momento, una especie de colonia conquistada».

Cuarto grupo. Cataluña europea: en un mapa de la Unión Europea, Cataluña aparece como un Estado con su bandera, sus siete millones de habitantes y su dominio propio de internet. El correo concluye: «Cataluña ya sale separada de España».

Quinto grupo. Cataluña expoliada: «¿Quién quiere que cada año nos roben 20.000.000.000 de euros? ¿Quién puede defender que uno de cada tres años el Ministerio de Fomento no invierta nada en Cataluña?, ¿Quién querría viajar con el 40 por ciento de los trenes construidos por el Estado durante la década de los setenta que se consideraron obsoletos y que aún circulan por Cataluña, mientras que Madrid solo tiene el 4 por ciento? España es un mal negocio sobre todo a nivel económico».

Sexto grupo. Cataluña independiente: «¿Quién no querría ver aumentada la renta per cápita anual de los catalanes en unos 2.400 euros? Dispondremos de 16.000 millones más cada año. Garantizaremos las pensiones y las podemos mejorar. Podremos construir los hospitales y los colegios que el país necesita. Crearemos más trabajo para todos. Aseguraremos las infraestructuras que harán crecer la economía. Tendremos una buena relación con España. Contribuiremos a construir una Europa más fuerte. Combatiremos la corrupción con una justicia más independiente. Decidiremos día a día cómo queremos que sea el país de todos».

Séptimo grupo. Cataluña española, madridista e independentista: «Soy española, vivo en Barcelona, soy del Real Madrid, hablo castellano y no me siento catalana. Pero mañana votaría sí a la independencia de Cataluña, porque han ofendido su autoestima, su sensación de país. Su orgullo. Por todo ello, mañana yo votaría sí a la independencia de un país que no quiere formar parte de otro, simplemente porque no se siente respetado».

Octavo grupo. Cataluña instatutunascendi: una mujer embarazada en la pantalla: en el vientre que la madre exhibe orgullosa se puede ver la imagen de un niño enarbolando una señera y preguntando: «¿Mama puedo salir? ¿Ya somos independientes?».

Noveno grupo. Cataluña monolingüe: «¡Hablo en catalán, pienso en catalán, escribo en catalán, sueño en catalán, amo en catalán, me ilusiono en catalán, recuerdo en catalán, imagino en catalán, disfruto en catalán, leo en catalán, lloro en catalán, me emociono en catalán, trabajo en catalán, estudio en catalán, vivo en catalán!».

Décimo grupo. Cataluña resistente: «La nuestra es la fuerza de la gente, del pueblo, por eso si cada uno de nosotros llama y organiza a la gente de su alrededor y garantiza que diez personas vayan a votar haremos un gran paso hacia la democracia y la libertad de nuestro país».

Primera conclusión. Los correos electrónicos recibidos –redactados o rebotados por una parte de la ciudadanía, no por la Administración autonómica– constatan que el proceso de aprendizaje nacionalista, impulsado por el independentismo catalán, ha conseguido modelar la percepción de la realidad de un número indeterminado de catalanes. Cosa que se traduce en una determinada conducta. A la manera del conductismo clásico, el aprendizaje nacionalista estimula al ciudadano con la intención de obtener una respuesta/conducta concretas. Ejemplos: las respuestas «España no democrática», «el Estado busca la confrontación», «Cataluña es una colonia» o «España nos roba» obedecen a los estímulos –inducidos por el nacionalismo catalán– «España no nos deja votar», en el «Estado español no existe la división de poderes», «España no reconoce el inalienable derecho a la libre determinación de los pueblos» y «España ni siquiera devuelve a Cataluña una parte importante de lo que recauda». Una respuesta/conducta que, producto del condicionamiento operante del aprendizaje nacionalista, se «prueba» con mapas y estudios de parte que –a la manera de la profecía autocumplida de Robert K. Merton: «Lo definido como real se considera real»– «demuestran» o «verifican» lo que se quería demostrar o verificar. A ello hay que añadir que el aprendizaje nacionalista se vale –otra vez el conductismo– del refuerzo positivo y el refuerzo aversivo. El refuerzo positivo que recompensa el hecho de ser un buen catalán y actuar como tal. El refuerzo aversivo que castiga el no ser un buen catalán y actuar como tal. El aprendizaje conductista nacionalista no prepara ciudadanos para responder a situaciones concretas, sino que prepara creyentes para responder –opinar y actuar: «derecho a decidir» y «queremos votar»– en función de los estereotipos y prejuicios recibidos. Por decirlo a la manera de Eric Hobsbawm, un ejercicio de ingeniería social deliberada. Karl Deutsch hablaría de «un grupo de personas unidas por una antipatía común respecto de su vecinos».

Segunda conclusión. El éxito –relativo: un tercio del censo– del aprendizaje y adoctrinamiento nacionalistas pone al descubierto la existencia de un proceso de colonización interior en Cataluña. Un proceso –cultural, emocional, ideológico y político– que no solo busca la hegemonía nacionalista en la Cataluña autónoma, sino –eso es la independencia– la minoración y extranjerización de una parte de la ciudadanía. Un proceso que obedece, asimismo, a las aspiraciones de élites locales que persiguen ventajas competitivas en el mercado mundial de recursos simbólicos, políticos y económicos. Una cuestión de poder.

El nacionalismo catalán hace su trabajo. De la teoría a la práctica, de la pantalla del ordenador a la calle, el proceso de aprendizaje del nacionalismo catalán se extiende cual tela de araña. En Cataluña hay quien vive como si fuera independiente. Ese «como si» –la teoría del «como si» procede del filósofo kantiano Hans Vaihinger– que hace que algunos individuos, territorios e instituciones construyan y asuman la ficción independentista. Y actúen como si esa ficción respondiera a la realidad. En buena medida, el Gobierno de la Generalitat actúa ya como si fuera un Estado. Lo peor es que la gente se acostumbra.