ABC 07/04/17
CARLOS HERRERA
· El PSV de Buesa, Múgica, Casas, Lluch, Elespe, Pagaza, Carrasco y varios más se ha puesto al servicio del entorno de ETA
LOS que han gestionado el terrorismo no pueden gestionar la paz. Me gusta esta afirmación de los firmantes del manifiesto presentado ayer en San Sebastián. Debe quedar claro y no puede haber fisuras: frente al terrorismo debemos estar todos, especialmente aquellos que contamos con víctimas entre nuestras filas.
La ETA ha querido controlar el relato, ponerle sujeto, verbo y predicado a cada uno de sus tiempos, pero esencialmente y de forma significativa al de su derrota. No entregaron antes sus armas porque la Guardia Civil se las descubría de forma anticipada, y así no podían conseguir ningún logro consecuencia de alguna negociación. Una vez acabada su «actividad armada» se dedicaron a pensar –como bien señaló el gran Florencio Dominguez– de qué manera podían obtener algún beneficio de la entrega de los arsenales que ya no iban a utilizar. No querían entregarlos sin más ya que eso suponía brindar una imagen de derrota de forma gratuita. Intentaron comprometer al Gobierno francés para que presionara a los españoles con tal de que hubiera algún tipo de contrapartida a la entrega de las pistolas, pero los franceses ni siquiera se pusieron al aparato. Por entregar arsenales no se iba a alegrar la condición penitenciaria de sus presos. Consideraron entonces montar algún tipo de numerito parecido al del IRA: conseguir que «verificadores» hicieran el papel de mediadores y evitar así la vergonzosa imagen del grupo de parias que son entregando pistolas a sus enemigos mortales. Pero a ver quién se hace verificador de ETA y no tiene antes o después algún tipo de problema con la Justicia española. Con lo que ni eso. Han conseguido que un puñado de gilipollas se haga pasar por «artesanos de la paz» y que monten una suerte de numerito circense de eficacia relativa. Yo entrego algunas geolocalizaciones y espero, a cambio, que la política vasca me garantice algún parabién. A tal efecto, mis muchachos en las instituciones, Bildu, Sortu y la madre que los parió, promueven sendos acuerdos parlamentarios en los que parezca que somos los hijos de la paz y ya veremos cómo la sociedad presiona a los capullos del Gobierno español para que establezcan el escenario deseado: el de pelillos a la mar.
La guerra se acabó, yo entrego mis pistolas, garantizo la paz, y tú me das a mis presos. Eso y no otras cosa es lo que han firmado grupos parlamentarios vascos encabezados por Otegui y seguidos por Podemos, el PNV de las peores nueces y… el Partido Socialista Vasco. El PSV de Buesa, Múgica, Casas, Lluch, Elespe, Pagaza, Carrasco y varios más se ha puesto al servicio del entorno de ETA, que decide una vez más quiénes son los buenos y quiénes los malos, para participar en la comedia de los malditos. Unos supuestos mediadores elegidos por los etarras en libertad no se pueden arrogar la representación civil de los ciudadanos vascos y navarros, y la impunidad no puede ser la moneda de cambio por la entrega de las armas que aún están en poder de los asesinos. La dignidad es transversal, como ha dicho Consuelo Ordóñez, y afecta a gente de diversas tendencias políticas pero unidas por una característica común: la decencia política. La misma que no muestran quienes, desde el lado de las víctimas, se prestan al baile de fin de curso con el que la ETA quiere obtener algún beneficio por la entrega de material de deshecho entre el que no estarán, faltaría más, las armas que podrían ofrecer alguna información sobre los asesinatos pendientes de aclarar. Nadie espera del PNV ningún atisbo desconcertante de firmeza ante los agitadores de árboles, pero que en ese mismo grupo se encuentren los socialistas vascos resulta como si, sobre las tumbas de sus muertos, escupiesen el ácido de la indecencia.