Lo de Pedro Sánchez y las conferencias de presidentes autonómicos es una burla. Monólogos sin sentido en los que el Gobierno escucha, pero no responde
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lleva varias semanas sacando pecho en sus alocuciones semanales de esas videoconferencias que realiza junto a los mandatarios de las 17 comunidades autónomas, Ceuta y Melilla. Este domingo lo volvió a hacer: «Hemos realizado 13 conferencias desde que decretamos el estado de alarma… el mayor número de toda la historia de la democracia».
Es de suponer que habrá miles de personas que picarán el anzuelo y pensarán que tenemos un presidente maravilloso que mima y trata como nadie a los otros entes administrativos que componen el Estado. Nada más lejos de la realidad. La mayoría de los presidentes autonómicos están hasta el gorro de Sánchez, de su Gobierno, de su gestión de la crisis, de sus decretos caprichosos… y, lo que es más importante, del desprecio y la arrogancia con que les trata. Y aquí no hay excepciones, los de su propio partido son igual o más críticos que los de la oposición.
Lo primero que conviene subrayar es que es un insulto llamar «Conferencias de presidentes autonómicos» a esas sesiones de los domingos por la mañana. Las conferencias de presidentes celebradas antes del coronavirus eran reuniones con orden del día, preparadas con mucha antelación por los gabinetes de los respectivos mandatarios y donde se negociaban punto por punto los párrafos del documento de conclusiones con el que se saldaba la cita. Lo que hace ahora Sánchez son puros monólogos donde uno habla y 19 escuchan. Luego hay un turno por cabeza donde cada cual dice lo que le viene en gana y, finalmente, vuelve a cerrar Sánchez sin dar respuesta al 90% de las cuestiones planteadas. Y hasta la semana siguiente.
La situación fue especialmente grave durante las primeras diez reuniones, pues los presidentes autonómicos eran convocados los domingos por la mañana a una cita en la que Sánchez leía el mismo discurso soltado el día anterior en su alocución sabatina ante toda España. De esa forma, los mandatarios regionales se enteraban por televisión de lo que Sánchez les iba a hablar al día siguiente. Después de muchas quejas, el presidente del Gobierno ha acabado cambiando el sistema: ahora tiene la deferencia de soltarles el discurso primero a ellos y luego al mediodía repite función en la rueda de prensa televisada.
«Una burla»
«Estas reuniones son una burla. Él dice lo que quiere y nosotros le expresamos nuestras preocupaciones sobre lo que piensa aprobar el Gobierno el martes siguiente. Toma nota, pero en su intervención final ni siquiera contesta a nuestras preguntas», se queja uno de los asistentes. Y luego llega el martes y, en efecto, el Ejecutivo aprueba algo que no recoge nada de lo hablado.
Y eso es lo que temen que suceda varios presidentes este martes 9 de junio, cuando el Gobierno apruebe el real decreto con el que pretende regular esa cursilería llamada «nueva normalidad». Se trata de establecer unas reglas de obligado cumplimiento para todo lo que dure «la emergencia sanitaria», si bien el Gobierno ha sido incapaz de concretar cuánto tiempo va a ser eso exactamente.
Los presidentes autonómicos se barruntan lo peor, porque todo hace indicar que el Gobierno va a regular hasta el absurdo cuestiones que luego ellos van a tener que implementar… y que estarán vigentes ‘sine die’ y sin tener en cuenta ninguna excepción. Lo que más miedo da es la educación. El Ejecutivo ya ha enseñado la patita de que quiere fijar una distancia mínima de seguridad en los colegios como colofón a la sucesión de decisiones ‘antiniños’ que ha ido aprobando desde que comenzó la epidemia. Pero pretender regular en detalle cómo será la educación en septiembre cuando desde ya se va a poder ir a discotecas, conciertos, playas… y sin saber cómo va a evolucionar todo, parece un tanto descabellado.
Cuando Sánchez habla de «cogobernanza» con las comunidades autónomas, a alguno de los barones del PSOE se le revuelven las tripas
Ante la sospecha de que el Gobierno va a hacer una nueva cacicada este martes, algunos presidentes autonómicos pidieron el domingo una reunión urgente con la vicepresidenta encargada de la famosa ‘desescalada’ (otra cursilería), Teresa Ribera. La respuesta de Sánchez les dejó de piedra: la reunión se hará, pero será el jueves, una vez que el nuevo decreto se haya aprobado en el Consejo de Ministros y simplemente para resolver dudas sobre cómo llevarlo a cabo.
Ordeno y mando
Así trata Sánchez a las comunidades. Y ese es su respeto por el Estado autonómico. «Se ha demostrado que podemos trabajar juntos», dijo por televisión para presumir de las videoconferencias de presidentes. Lo que ha quedado demostrado, más bien, es que su única manera de entender la política es el ordeno y mando… y eso no sería un gran problema si no alardeara tanto de hacer exactamente lo contrario.
Cuando Sánchez habla de «cogobernanza» con las comunidades autónomas, a alguno de los barones del PSOE se le revuelven las tripas. Incluso se permitió el lujo de decir este domingo que «el plan de ‘desescalada’ fue diseñado entre el Gobierno y las comunidades», cuando todo el mundo sabe que es un engendro perpetrado por Ribera y que no ha habido más remedio que ir rectificándolo sobre la marcha para no quedarnos descolgados del resto de Europa.
Así se escribe la historia. El presidente pasa olímpicamente de todo, pero luego sale por la tele y el personal se traga lo que sea. Ha comparecido ya 18 veces en 90 días. La mayoría de las ocasiones para no decir nada. Le han hecho 155 preguntas, la inmensa mayoría sin ser respondidas. Y ahí está, defendiendo que su gobierno es el más transparente de la democracia y el que más dialoga con las autonomías. Hasta los presidentes de su propio partido están hartos, aunque de momento no se atreven a decirlo en público. El que manda, manda.