Antonio Casado-El Confidencial
- Sánchez dice que la Constitución es la “hoja de ruta del Gobierno de España”, pero sus socios siguen en la aversión al régimen del 78, por considerarlo una continuación del franquismo
En su 43 cumpleaños, la Constitución es poco más que el nombre adjudicado a un “puente” vacacional, la ocasión de hacerse un selfi en el Congreso baleado por los golpistas de Tejero y el solemne acto institucional convocado a mediodía de hoy.
Aunque esta Constitución trajo el periodo más largo de paz, libertad y progreso en la historia de España, los compañeros de viaje del presidente Sánchez en la ecuación Frankenstein ni siquiera lo celebran. Sin embargo, acaba de decir que “es la hoja de ruta del Gobierno progresista de España”.
Tal vez me he perdido algo. No me suena que sus socios de coalición, ahora entretenidos con el neoperonismo de la vicepresidenta Díaz, hayan desertado de su aversión al régimen del 78. Tampoco me consta que en la hoja de ruta de los otros compañeros de viaje alguno de sus dirigentes se haya caído del caballo secesionista.
No me suena que los socios de coalición de Sánchez (Podemos) hayan desertado de su aversión al régimen del 7
Mientras los amigos de Sánchez sigan narcotizados por la idea de que aquella obra fue la continuidad del franquismo con otros collares (Podemos) o que la democracia es más importante que la ley (ERC), al tiempo que se fomenta el odio a “los españoles”, se apedrean las casas de los niños que hablan castellano y se queman fotos del Rey, la reseña seguirá levantando acta de que la España constitucional está acobardada y a la defensiva.
Los amigos de Sánchez son objetores activos del ‘Democracy Index’. El estudio, elaborado por ‘The Economist’, incluye a España en el grupo de las democracias “plenas” del mundo, por encima de EEUU, Francia, Italia, y, por supuesto, de países considerados “autoritarios”, como Rusia o China.
La fatiga de algunos materiales, de fácil reposición, no afecta a la mala salud de hierro de este «pacto por la convivencia de los españoles»
Razones sobradas para ir, tal día como hoy, con flores a la Constitución, que madre nuestra es. Y no precisamente flores de cementerio, sino de fiesta por todo lo alto en una jornada de culto a la carta magna. La fatiga de algunos materiales, de fácil reposición, no afecta a su mala salud de hierro como “pacto por la convivencia de los españoles”. Palabra de Felipe VI, con referencia al histórico mandato del 78: la voluntad de entenderse, heredado de los españoles del interior y los españoles del exilio que, tras la descomposición del régimen franquista, dieron esa “lección de dignidad”.
La resultante es la vitalidad de una democracia consolidada y consciente de sus insuficiencias. Eso nos remite a la necesidad de retoques que actualicen un texto constitucional redactado hace 43 años en un contexto muy distinto. La puesta al día está pendiente de encontrar el momento oportuno, cuando haya un cierto consenso sobre cómo abrir y cómo cerrar la caja de Pandora.
La reforma está en el congelador a la espera de forjar un consenso sobre la forma de abrir y la forma de cerrar esa caja de Pandora
Hasta entonces, la reforma está en el congelador. Juntar en estos momentos a 210 diputados para afrontar una reforma sencilla o 234 si es agravada (la que afecta a derechos fundamentales o a la soberanía nacional) es una pura quimera. En todo caso, reforma y no demolición, porque en la España constitucional están las bases de la concordia.
Esas bases son las vigas maestras del edificio. A saber: integridad territorial, monarquía parlamentaria, descentralización del poder, igualdad ante la ley o la soberanía nacional única e indivisible como fuente del derecho. Dogmas civiles en los que encajan la libertad, el pluralismo, el respeto a los derechos humanos, etc. y que no se caen de la boca del Rey, Felipe VI, en sus discursos. No imagino a un presidente de la república abrazándolos con tanta determinación.