Gorka Angulo-El Correo
- Macron elige un primer ministro con más de lo mismo para resistir unos meses
La tormenta perfecta se ha desatado en Francia con una crisis de régimen de la V República acelerada por el suicidio político del ya ex primer ministro, François Bayrou, el bloqueo parlamentario, las movilizaciones ciudadanas y sindicales de protesta contra el austericidio, que se sabe cuándo y cómo comienzan, pero no cuándo y cómo terminan, y una situación financiera que enciende todas las alarmas en la segunda economía de la Eurozona con un mal pronóstico de las agencias de calificación. Lo de Bayrou es difícil de explicarse desde el minuto uno. Lo lógico hubiera sido intentar buscar un consenso sobre el proyecto de presupuesto, él, que se jacta de ser de digestión lenta ante las grandes decisiones, y después de solicitar la confianza de la Asamblea Nacional, pero no al revés.
Fue una decisión tan personal que solo el veterano político bearnés la conocía. Probablemente, porque quitándose de enmedio creía que podía desactivar parcialmente la ebullición social del país con el síndrome de los ‘chalecos amarillos’, esta vez alentada sin disimulo por la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon y los sindicatos. Probablemente también, porque Bayrou prefería inmolarse a sufrir una humillante derrota ante una oposición bipolarizada y extremista que solo desea derribar a Macron.
Aquí aparece ese doble problema que, en mi opinión, tienen los franceses en su ADN individual y colectivo, con una arrogancia y un conservadurismo que siempre les impide ceder en algo o salir de su zona de confort, y que les hace verdaderamente insoportables. Apliquemos esto a sus diputados, a la soberbia corporativa de los políticos, que por historias personales son incapaces de ponerse de acuerdo cuando tienen el país en llamas. Sorprendentemente el presidente, Emmanuel Macron, ha decidido rápidamente el nuevo primer ministro con más de lo mismo para resistir unos meses, con el único nombre fijo en las alineaciones de sus ejecutivos en los que ha pasado por cuatro ministerios, con un ‘influencer’ en el círculo más íntimo del presidente: Sébastien Lecornu, 39 años, ‘un viejo’ prematuro, según él; un derechista gaullista en un partido centrista rebotado de Los Republicanos (así cuatro de los siete primeros ministros de Macron). La decisión de Macron fue definida y resumida a la perfección por el expresidente Nicolas Sarkozy, en una entrevista en el diario conservador ‘Le Figaro’, el pasado día 3: «Conociendo al presidente de la República, su inclinación natural a ganar tiempo y su voluntad de querer siempre meter el pie derecho en el zapato izquierdo, imagino que volverá a intentar encontrar un primer ministro. Me temo que las mismas causas producirán los mismos efectos. Ya no es una cuestión de personas, sino de estrategia política. Esto no puede funcionar».
Lecornu viene de Defensa y conoce a la perfección la letra pequeña que le obliga a un incremento del 10% en el gasto militar para el próximo bienio. Por otro lado, tiene buenas relaciones con Marine Le Pen, muy importante en un momento en el que se acelera a enero de 2026 el calendario judicial de la lideresa de Reagrupamiento Nacional (RN), fundamental para su candidatura al Elíseo, y justo cuando Macron trata de neutralizar las expectativas electorales de RN con Los Republicanos (LR), presentes en el Ejecutivo galo y estudiando las posibilidades que tienen de sumar a sus filas los restos del previsible naufragio del bloque macronista en 2027.
Aquí es importante saber si el actual ministro del Interior, Bruno Retailleau (nuevo líder de LR) continuará en el Ejecutivo francés. Más allá de la recomposición del espacio de centro derecha, lo urgente ahora es un Gobierno estable, capaz de sacar adelante unas cuentas públicas que frenen un déficit en el 5,4% del PIB, cuando la media que busca la Unión Europea (UE) es del 3%. Para reconducir o reducir la deuda, Francia necesita mantener su soberanía, su capacidad de orientar decisiones políticas y económicas sin intervenciones externas. Ante esta cuestión, la UE, los líderes políticos y económicos, y las agencias de calificación deberían ser más prudentes.
Respecto al movimiento de protesta desde el 10 de septiembre, señalar que es difícil predecir la magnitud de su movilización sin paralizar el país, con menos respaldo social en las encuestas que los ‘chalecos amarillos’ y en competencia directa con los sindicatos que ofrecen sus huelgas generales, como la del próximo 18 de septiembre, como respuesta clásica a una ciudadanía iracunda. El apoyo de La Francia Insumisa de Mélenchon al #BloquonsTout puede desmovilizar a miles de ciudadanos en sus antípodas ideológicas, y dejarlo en algo similar al movimiento de la Nuit Debout, creado en 2016 en la Plaza de la República de París, contra la Ley del Trabajo de François Hollande, en el ocaso de su mandato.