Según Aguirre, el auto de la operación Lezo que ha llevado a la cárcel a su antes media naranja política «no es una prueba definitiva contra él», pero considera que sí demuestra que ella no vigiló «todo lo que debía». «Yo tengo como norma de conducta no eludir nunca mis responsabilidades. Por eso presento mi dimisión», agregó en una declaración que leyó punto por punto sin dejar rienda suelta a su proverbial improvisación.
Eso sí, antes de cerrar la puerta, y fiel a su lema Yo no me callo–con el que tituló su libro sobre la trama Gürtel–, la lideresa caída en desgracia tras el derrumbe de todo su entorno mandó un mensaje para quien se quiera dar por aludido en Génova: «La corrupción se ha convertido en un problema central de la política española y para luchar contra ella no es suficiente la acción de la Justicia, siempre rigurosa pero demasiado lenta para las exigencias de los ciudadanos españoles. Y los ciudadanos tienen derecho a exigir que los políticos asumamos todas nuestras responsabilidades con dignidad, sin dilaciones y sin excusas».
Ésta es la tercera vez que Aguirre renuncia de un cargo vinculado al PP y, salvo imponderables que ya nadie contempla, será la definitiva. En febrero del año pasado presentó su dimisión como presidenta del partido en Madrid por su responsabilidad in vigilando en el caso Púnica, la tercera de las causas judiciales que han ido arrinconándola.
En aquel momento su ex número tres, Francisco Granados, ya llevaba un año y medio en prisión por su supuesta condición de cabecilla de una trama dedicada al cobro de comisiones en la adjudicación de contratos en ayuntamientos. Esta circunstancia no había sido un impedimento para que Mariano Rajoy la designara candidata popular a la Alcaldía de la capital en 2015 y, de hecho, con su otra mano derecha tras las rejas, logró ganar aquellas elecciones municipales, aunque no consiguió la mayoría suficiente para gobernar en Cibeles.
Diez meses después de los comicios, Aguirre dejaba la Presidencia del PP de Madrid por «la gravedad» de las acusaciones de financiación ilegal de su partido que se habían ido conociendo con cuentagotas en los meses anteriores. Poniendo el cortafuegos en su renuncia a sus cargos en el partido, la ex presidenta autonómica consideraba que seguía legitimada para mantener su acta de concejal.
Pero la sombra de la corrupción cada vez se fue haciendo más alargada sobre ella. Las «manzanas podridas» y las «ranas» con las que empezó a referirse a los cargos de confianza que iban siendo arrasados por el tsunami de las sospechas de haber cometido irregularidades acabaron multiplicándose, invalidando su teoría de la excepcionalidad.
El mes pasado, EL MUNDO desveló los pagos en B realizados en las campañas electorales de 2003 y 2007, en las que ella fue la candidata al Gobierno regional y controlaba el partido con disciplina férrea. Aun así, en el entorno de Aguirre no descartaban que pudiera volver a ser la cabeza de cartel del PP al Ayuntamiento de Madrid en 2019. La consideraban el «ave fénix de la política» y aseguraban que el que la diera por muerta se equivocaba.
Pero entonces llegó la detención de González, con quien ha compartido trayectoria profesional desde los años 80 y por el que hasta ahora había puesto la mano en el fuego, incluso con el polémico asunto del ático de Estepona. Tras declarar el pasado jueves como testigo en el juicio por el caso Gürtel–que investiga el fraccionamiento de contratos en el Gobierno regional–, con lágrimas en los ojos aseguró que si se confirmaban los indicios contra su sucesor en la Puerta del Sol tras su dimisión «por motivos personales» en 2012 sería «lamentable» y «un palo muy importante».
Pese a que la dirección nacional había evitado pedir públicamente su renuncia, tras la entrada en prisión de su ex número dos ya nadie en el PP consideraba posible su continuidad,informa Marisol Hernández. Fuentes cercanas a la dirigente madrileña admitieron ayer por la mañana a este diario que tenía la decisión tomada y que su intervención estaba redactada, a falta sólo de resolver cuándo lo anunciaba.
Aguirre comunicó a Génova su intención de dimitir por la tarde, poco antes de convocar a los medios de comunicación con apenas 40 minutos de antelación. Ella personalmente envió un SMS a Mariano Rajoy para anunciárselo, al igual que hizo cuando dejó la Presidencia del PP de Madrid.
La nueva presidenta del partido regional, Cristina Cifuentes, despachó en un frío comunicado su «respeto» y «agradecimiento» por los servicios prestados, para enfatizar que ésta es «una nueva etapa» en la que la dirección salida del congreso de marzo está «comprometida en la lucha contra la corrupción». En esa nueva etapa, Aguirre no se retirará como alcaldesa; lo ha hecho por la puerta de atrás.