Irene González–Opinión
Un hito político trascendental que desvela a los ciegos la realidad del fallido Estado de las autonomías
Hay muchos que creerán que la riada de Valencia el 29 de octubre de 2024 no es un hecho de actualidad urgente, sino algo que pertenece ya a la incómoda página de sucesos. Un recuerdo molesto para el que duerme en un colchón seco de que allí aún hay barro y miseria donde hace tres meses había hogares y vida. Sin embargo la riada del 2024 es un hito político trascendental que desvela a los ciegos la realidad del fallido Estado de las autonomías y la partitocracia desde el golpe del 2017 y con más víctimas que el 11M.
Si éste último fue un atentado para cambiar el rumbo político de España con el desmantelamiento de la nación culminándose en los hechos posteriores al 1 de octubre, la riada de Valencia ha supuesto una revelación torrencial de las consecuencias del fallido sistema político español completamente volcado en la corrupción para lo que está dispuesto a llegar a la actividad criminal y sacrificar vidas de españoles para mantener el negocio, que no el poder, cedido por traición a intereses de nuestros enemigos internos y externos. Una multitud de mini Estados a costa de la destrucción de la nación, un régimen de partido único de dos cabezas con protuberancias regionalistas, como un cancerbero monstruoso que es el fallido Estado de las autonomías y la partitocracia del ´78.
Es necesario recordar que el Gobierno no respondió tarde o de forma negligente, sino con dolo. Hubo una cadena de órdenes para abrir presas sin aviso y negar el rescate después. Condenaron a una muerte agónica durante días a centenares o miles de españoles. Hubo quien dio la orden a los militares de los cuarteles de la zona de no salir en auxilio. Hubo una orden de regreso para los que iban de camino las primeras horas. Una orden de rechazo de ayuda internacional, como denunció el Ministro del Interior francés que ofreció a Grande Marlaska.
Han pasado tres meses y no hay cifras oficiales de muertos. Y no va a haberla. Los cadáveres que se han encontrado tras el abandono planificado han sido ocultados con un pacto de silencio entre autoridades y medios del régimen. Han llegado a señalar como causa de muerte de los pobres ahogados en sus coches como accidentes de tráfico o alguna otra patología, sin considerar el socialismo corrupto autonomista que succiona la vida de España como causa de ninguna muerte. El pueblo no puede saber estas cosas tan desagradables, no sea que le dé por despertar como en 1808.
En Valencia han subido las llamadas al teléfono de prevención del suicidio, bloques que se derrumban, trabajadores que mueren en las operaciones de reconstrucción… Y mientras la vida de los gobiernos sigue como si nada. Un Gobierno al completo inundado en corrupción. No hay ministro, presidente, asesor o cónyuge en el PSOE que no aparezca relacionado con Víctor de Aldama. El tráfico de influencias es la actividad mercantil principal de los cargos políticos de la “democracia constitucional española” durante y después de su vida de “servicio público”. Empleados de nuestros enemigos regados por lobbies de todo tipo, desde el marroquí al de género, a los que venden lo que nos pertenece a todos mantener por pacto sagrado de tradición entre vivos y muertos de España.
En 1999 sucedió la tragedia de Vargas en Venezuela, unas riadas devastadoras el fin de semana en el que Hugo Chávez había convocado un referéndum para la Constitución que le perpetuase en el poder. Otro caso de constitucionalismo de éxito. 25 años después no hay cifra oficial de fallecidos oscilando entre 700 y 50.000, según Cruz Roja Internacional. Esa tragedia sirvió para aflorar la corrupción total del régimen, desde la urbanística de las zonas afectadas al fallido Estado socialista que aprovechó la desgracia para crear un enorme negocio de país tercermundista gracias a la ayuda multimillonaria internacional captada por el régimen en su economía clientelar.
Chávez expropió temporalmente hoteles para alojar a los afectados y construyó 70.000 viviendas, sin embargo hoy los damnificados en Valencia España no han recibido nada. Quizá sólo les llegue una oferta miserable a la baja por sus edificios podridos de moho para algún negocio climático de placas fotovoltaicas. España no es como la Venezuela chavista, sino peor. No hay parte buena en este desorden de corrupción sin identidad al que llaman democracia constitucional en España, donde sus élites desprecian el carácter patriótico de priorizar los intereses de los españoles primero.
La tragedia de Valencia es la consecuencia directa del fallido Estado de las autonomías, del constitucionalismo de la impunidad del crimen, ya oficial desde el 2017 y la excarcelación de la ETA para su toma de las instituciones.
Un Estado extractor de recursos que no deja de subir los impuestos a pesar del récord en la recaudación donde no hay dinero para financiar muchos fármacos del cáncer infantil, donde no hay servicios públicos de calidad, ni transporte ni vivienda ni mérito ni verdad. Un expolio que obliga al exilio de los jóvenes y desangra al pueblo español, que sin dignidad se conforma humillado a que le subvencionen el abono de transporte. La devastación de España está en sus élites, pero el cuerpo está demasiado dormido.
Y mientras el partido progrepopular de Núñez Feijoo ha pedido obispas lgtiberas o ha aprobado al Gobierno el decreto que revaloriza las pensiones, regala oxígeno a Sánchez y un palacete al PNV… su codiciado socio de investidura para unas elecciones que no aspira a ganar sin ellos. La actuación del PP sólo puede entenderse bajo la perspectiva del que ayuda a encubrir el crimen convirtiéndose en sus cooperadores necesarios. Sin el PNV la ETA no hubiese podido matar durante 40 años de forma impune. Sin el PSC el secesionismo catalán jamás hubiese llegado tan lejos. Sin la complicidad del PP que obedece a los mismos que el PSOE éste no se mantendría impune. Es un régimen que necesita siempre un cooperador para el delito, una partitocracia con intereses contrapuestos a los de la nación no es una democracia ni un país viable. El PSOE y el PP son un peligro para la supervivencia del pueblo español. No habrá Estado ni nada cuando le pase una desgracia a su familia. Estamos solos y expoliados. Vox si pretende salvar esto no puede esperar como Le pena que Barcelona sea Marsella y Madrid un barrio de Caracas para ser segunda fuerza de la que tanto dista. Será tarde.