La cotidiana cercanía de los Pujol y los Mas

ÁLEX SÁLMON, EL MUNDO – 15/02/15

· Lo que aportó la comparecencia de Artur Mas el pasado lunes fue saber que el president de la Generalitat sabía que su padre tenía una cuenta en un paraíso fiscal y evidenciar, como si se tratara de algo asumible, no haber hecho nada para solucionarlo. Quiero decir: no darle mucha importancia, olvidarse del tema y pretender autoexplicarse intentando convencer de que el asunto no iba con él. La estrategia es la misma que utilizó Jordi Pujol cuando dio explicaciones sobre el dinero que tenían en Andorra su mujer y sus hijos. ¿Cómo lo argumentó?: pues confesando que lo sabía y que nunca quiso saber nada sobre todo ello.

La pregunta es: ¿damos por buenas las respuestas? Las declaraciones públicas que hacen algunos dirigentes o no dirigentes de las formaciones políticas, las que puedan hacer amigos o conocidos –muchos de otra generación– sobre lo que se hacía durante aquellos años en España –y en Cataluña en concreto–, no tienen nada que ver con lo que dicen en privado.

La reflexión más habitual apunta a entender la situación económica de aquella sociedad. «Fer un raconet. Fer guardiola», fueron las palabras que utilizó Jordi Pujol frente al juez en su declaración sobre las cuentas en Andorra. Diríamos que una tipología de personas con dinero entendieron hace 50 años que el poco o mucho que tenían estaba mejor fuera de España. Convencería a algunos, es cierto, siendo comprensivo.

Sin embargo, a finales de los 80, con Barcelona ya olímpica, un desarrollo democrático de más de 15 años y una falta de recursos importante en una España ya europea, ¿tenía sentido entenderlo? Pues parece que, para algunos, sí.

¿Por qué? Es una cuestión de lo que podríamos denominar «cotidiana realidad social». Por ello es muy interesante saber de dónde salió Artur Mas; en qué ambientes se movía; cómo llegó a la política. Muchos de los que han leído las noticias durante estas últimas semanas han descubierto que los padres de dos de los últimos cuatro presidentes de la Generalitat, Pujol y Mas, han tenido cuentas en paraísos fiscales. Entonces, ¿qué pasa? ¿Que el ciudadano se ha perdido algo? ¿Es que lo normal está en tener cuentas en el extranjero?

La respuesta la encontramos en la cotidiana realidad social antes citada. Artur Mas Barnet era un empresario que capitaneaba una fructífera fábrica de ascensores fundada por su padre –abuelo de Mas– en 1924 con otros socios: Magomo (Mas, Goberna y Mosso SL), según explica la interesantísima biografía de Mas escrita por la periodista Montserrat Novell (Llibres de l’Index, 2002). Hoy es un incunable, con un volumen de información portentoso, puesto en su lugar histórico.

La crisis económica de los 70 se llevó por delante a Magomo en 1978, a causa también de la complicada conflictividad laboral de aquellos años, que provocó que los trabajadores llegaran a ocupar la fábrica en Poble Nou. Debieron ser años difíciles para el joven Mas, que «vivió como un injusto e incomprensible mal sueño», según describe su biografía.

¿Se puede entender la búsqueda de refugio fuera de España del dinero, para mantener una familia con cuatro hijos? Que cada lector responda lo que considere. Yo les diría que hasta una baldosa es un buen escondite, aunque eso no genere beneficios.

La cuestión no es ésa. Lo realmente a debatir es si un político, con altas responsabilidades públicas y a sueldo de la ciudadanía, debe ocultar u omitir esa información cuando llega a su conocimiento. La cuestión es si un responsable público no tiene que mover todos sus recursos empáticos y conscientes para que la regularización sea inmediata y rápida. Ésa es la cuestión que creo fundamental.

Sin embargo, cuando la «cotidiana realidad cercana» nos da como buenas ciertas actuaciones, nos genera un estado de opinión y acción que puede interpretarse de forma equivocada para los responsables públicos.

Y aquí entra en juego junior. Así han llamado siempre a Jordi Pujol Ferrusola. El primer trabajo de Artur Mas fuera de la órbita familiar fue en la Feria de Muestras de Barcelona, que dirigía Francesc Sanuy, amigo de su padre. A través de Francesc Granell, también amigo del padre, el joven Mas llegó al departamento de Economía de la Generalitat. Coincidió en muchos actos con Pujol junior y se veían en la misma agrupación del distrito de Sarrià-Sant Gervasi. A los pocos años lo nombraron jefe de servicio y llevó el peso de la Dirección General de Promoción Comercial, departamento que acabó dirigiendo. Desde esta posición viajó con Pujol y Marta Ferrusola en las acciones que hacía la Generalitat por el mundo. Trabó una buena amistad con el entonces president y, además, era amigo de su hijo mayor. Círculo perfecto.

Todo ello, junto al posicionamiento de Mas en la famosa crisis Pujol/Roca, en la que se alejó de todo lo que pudiera ser calificado de roquista, denominación acuñada a los pro Miquel Roca en aquella CDC de mediados de los 90, logró que Mas fuera un habitual de la realidad social cercana de los Pujol.

El perfil de los dos dirigentes es rotundamente diferente. Sólo les une una coincidencia: su austeridad. Y una diferencia: su familia. Helena Rakosnik no está metida en negocios que se conozcan. Es funcionaria. Vaya, vive del sueldo. Y sus hijos son profesionales de nómina. En eso, su realidad social ha cambiado. Más moderna. Hace 20 años, Mas se equivocó al no poner en orden las cuentas de su padre y ahora se ha convertido en el president perfecto echado a perder.

ÁLEX SÁLMON, EL MUNDO – 15/02/15