Gregorio Morán-Vozpópuli
Cada líder, empezando por el provocador de la guerra, se imbuye de patriotismo y pasa a exhibirse como el principal defensor de los agraviados
Que la mayor economía del planeta declare la guerra a enemigos y aliados es algo inédito en la historia. De momento sus abrumados dependientes atisban cómo van a pechar con esta anomalía, pero no se inquieten porque más pronto que tarde la maquinaria del relato encontrará fórmulas semánticas para disimular el efecto destructor del decreto. Nuestro presidente ha echado mano de la chequera sin fondos para cubrir los desperfectos. Avanza 14.100 millones, aunque no hay Presupuestos para el 2025 “el Gobierno tiene cierto margen con las cuentas prorrogadas y la recaudación fiscal, gracias al crecimiento sostenido de la economía”. (sic, 1ª reacción del Diario Oficial de la Mañana). Lo llaman “recuperar el modo pandemia”, o sea que ya estamos avisados de lo que nos espera.
Para los que no vamos puestos en las altas finanzas como variante decisiva de la geopolítica debemos prestar atención a los detalles. Las grandes comercializadoras de productos financieros (trading) europeas han adaptado sus horarios y empiezan su jornada a las 14 horas, en vez de a las 8, para evitar la diferencia con la hora de Washington. Es consecuencia del efecto Trump; lo imprevisible mueve muchos miles de millones en cuestión de minutos. Una guerra comercial tiene un efecto devastador sobre la población y en ocasiones en vez de debilitar al Estado lo refuerza; hay ejemplos sobrados.
Es el momento de los patriotas. Cada líder, empezando por el provocador de la guerra, se imbuye de patriotismo y pasa a exhibirse como el principal defensor de los agraviados. Desde aquel talentoso poeta y brillante prosista que fue Samuel Johnson certificara en el XVIII que la patria era el último refugio de los canallas hasta hoy, tenemos un surtido muy amplio de ejemplares; universales y autóctonos. Ahora van a emerger como los champiñones. El tiempo político y hasta el meteorológico nos ayuda; acabamos de inaugurar la primavera.
Nos guste más o menos, la Unión Europea sufre una crisis que puede ser letal propiciada por muchos factores, desde la burocratización hasta la falta de confianza en sí misma. Ahora que nuestra izquierda institucional enarbola el “más Europa” al tiempo que se sostiene a duras penas gracias a los “patriotismos periféricos xenófobos” habrá que desvelar la patraña. De qué Europa estamos hablando. Siendo más precisos con los ejemplos: qué entienden por Europa Puigdemont y Otegui. No algo muy diferente en la práctica que Orban y Meloni. Una garantía de fondos e inmunidad, construidas en base a discursos patrióticos para las bases que los sostienen. Los barnices pueden adaptarse a variantes de la madera pero el tronco traspira aún la nostalgia de un pasado inventado. Todos los cuatro, tan diferentes, se asumen como patriotas populares.
La idea de Europa que en España enarboló su máximo exponente, el joven Ortega y Gasset, no tiene nada que ver con una Comunidad Europea que nació para el carbón y el acero
La idea de Europa que en España enarboló su máximo exponente, el joven Ortega y Gasset, no tiene nada que ver con una Comunidad Europea que nació para el carbón y el acero y fue tomando forma hasta llegar a los 27 del momento, con su Parlamento y sus asendereados principios políticos, basados en elecciones democráticas y división de poderes. El último socialdemócrata vivo, el anciano Jürgen Habermas, acaba de escribir que “el objetivo real del rearme es más bien una autoafirmación existencial” de la Unión Europea. Para llegar a 27 la concepción de Europa ha tenido que echar mano del fórceps y adecuarla a un gran mercado que ahora se ve amenazado de manera superlativa por un promotor inmobiliario que se declaró en bancarrota en seis ocasiones. Si hay algo que ni siquiera se menciona es aquello que llenaba la boca de los patriotas asentados, Occidente. No creo que Trump haya utilizado jamás ese concepto. Desapareció y nadie volvió a mentarlo.
La temporada de patriotas nos va a aportar milagros lingüísticos para acercarnos a realidades insólitas. Nosotros vivimos la “reconversión industrial” de los 80 que hizo el PSOE a un costo social altísimo; ahora se lanzarán a privilegiar la industria armamentística, disimulándola tras la seguridad y la prevención pero con el mismo descaro, una “política patriótica de izquierda”, cuando de lo que se trata es de una exigencia ineludible de los países que tiran del carro y del presupuesto. Quien se viste con los fondos ajenos no puede negarse; quedaría desnudo. Por más que sea un panorama angustioso, la realidad exige afrontarla tal como es. Los trenes de la economía europea están dirigidos por líderes sin potencia y frágiles, como Macron, Starmer y un Merz sin estrenar, y los enanitos han de protegerse para que la ola no los arrastre. Difícil pasar de una unión aduanera a un ejército unificado; están a escalas diferentes la economía y el Estado.
El giro patriótico de Sánchez aspira a cubrir el agobio con un manto de desdén. Lleva tiempo resistiendo con la infantería que le queda metida en su búnker y sirviéndose de la adepta artillería mediática. A cada boquete en el castillo habrá de responder con una ofensiva artillera sorpresa. Cuanto menos practique el Parlamento, mejor; “es perder el tiempo”, su tiempo, y además da pie a comentarios; cancelémoslo por aburrimiento. Que el imprescindible número dos en el Gobierno y en el Partido cada vez resulta más estridente de “sobrinas” y apaños millonarios; ya se cansarán de verle hacer el payaso ¡mientras no se ponga a largar!. Que los jueces se lo han tomado en serio y le dejan en evidencia familiar; todo es recurrible y acaba en Conde Pumpido. ¿Acaso no han aprendido con los ERE de Andalucía?
Si Franco llegó a decir aquello de “no hay mal que por bien no venga” y le habían volado a quien designó para descargarle de tareas, todo es posible en el terreno de la improvisación cuando uno se considera el Puto Amo. Sus ministros hacen campaña electoral para sí mismos; una extorsión política heredera supongo de Cánovas y la Restauración del XIX. Antiguallas. Llegó Trump y mandó parar, como cantaba Carlos Puebla al primer Fidel. Todos los amenazados deben presentarse en la Moncloa porque el Presidente va a distribuirles 14.100 millones. A portarse bien, porque ya se sabe cómo reparte el grano y está viva en su infinita memoria financiera la evacuación de Pallete en Telefónica; con un mail y dos pelotas. ¡Pitas! ¡Pitas!… Y todavía nos sorprende que los huevos estén subiendo de precio. Con la credibilidad del Amo por los suelos llega el momento patriótico: “nuestros valores no están en venta”. ¿Queda alguno? Antes se contemplaba la opción del alquiler, pero el mercado está saturado y privilegia la venta con hipotecas de por vida.