La crisis de la izquierda pone en peligro el proyecto europeo

EL MUNDO 24/08/16
EDITORIAL

LAS CONSECUENCIAS de la crisis iniciada en 2007, de las que Europa tardará aún años en recuperarse, no están siendo sólo económicas. Mantener las prestaciones de los modelos de Estado del Bienestar, sostenidos hasta ahora gracias a las políticas de déficit, está obligando a la mayor parte de los países europeos a aplicar medidas de austeridad que amenazan con excluir del mercado laboral a miles de trabajadores, incrementar las desigualdades sociales y empobrecer a la clase media, motor de un modelo que ha procurado un largo período de prosperidad y desarrollo.

Pero esta implosión del sistema económico ha traído aparejada una quiebra de una estructura política común a la mayor parte de los países de la UE: un bipartidismo formado por organizaciones conservadoras y progresistas, que terminaban confluyendo en un modelo socialdemócrata que mantenía un equilibrio entre el libre mercado de raíz liberal y el estatismo socialista. Si bien los partidos conservadores parecen aguantar mejor el tipo, no sin dificultades, la izquierda europea está pasando por una grave crisis de identidad que amenaza con arruinar la estabilidad del modelo. Incapaces de ofrecer una alternativa a la gestión de la crisis, los partidos socialistas europeos están sufriendo un proceso de división interna que los hace balancearse entre un discurso radical, que comparte con movimientos de extrema izquierda el rechazo al proyecto europeo, y una asunción de los postulados liberales allí donde gobiernan.

Esta situación es terreno abonado para el surgimiento de los populismos, que la aprovechan para ganar espacio en los extremos del sistema: a la izquierda, como en el caso de España, Italia, Grecia o Gran Bretaña; a la derecha, como ocurre en Francia, Dinamarca, Austria o Alemania. Conscientes de la desesperada situación de muchos ciudadanos acosados por la crisis y de la falta de perspectivas económicas a corto plazo, estos movimientos ofrecen soluciones simples a problemas complejos, ganándose la confianza de amplias capas de la población desencantadas con los partidos tradicionales. Este mismo fenómeno es el que propicia gobiernos de corte autoritario, como los ultraconservadores de Hungría y Polonia, o de izquierda radical, como el de Syriza en Grecia, que estuvo a punto de ser expulsada de la UE.

Por eso es preocupante ver cómo dos de los históricos partidos de la izquierda europea, el francés y el británico, están viviendo una fractura interna que amenaza con provocar su destrucción. En el caso del laborismo británico es muy llamativa la actuación de su actual jefe de filas, Jeremy Corbyn, al que muchos de sus diputados, o figuras emblemáticas como Tony Blair, acusan de haber dado un giro radical hacia la izquierda y de no haberse implicado en la campaña en favor de la permanencia de Gran Bretaña en la UE. Las primarias que tendrán lugar el próximo 24 de septiembre, en las que Corbyn se enfrentará a Owen Smith, abanderado de una izquierda más cercana a la socialdemocracia, son ya un fracaso en sí mismas, ya que las posturas están tan enfrentadas que se corre el riesgo de ruptura del partido. Una situación que contrasta con la rápida unidad que mostraron los conservadores tras el Brexit a pesar del fracaso del referéndum, y la obligada dimisión del primer ministro David Cameron.

En Francia, una amplia facción del Partido Socialista da por amortizado a François Hollande y se prepara para una dura batalla interna entre quienes apoyan su gestión y la del primer ministro Manuel Valls, y quienes no participan de las recetas económicas de éstos, principalmente de su reforma laboral, y quieren además que Francia deje de ser un país en estado de excepción. Una división que no hace sino incrementar las posibilidades de una Marine Le Pen que se nutre del desencanto de ciudadanos procedentes tanto de la izquierda como de la derecha.

En el caso español, la actitud intransigente de Pedro Sánchez de no facilitar un Gobierno de Mariano Rajoy está motivada, entre otras razones, por el avance del populismo de Podemos, que amenaza con arrebatar al PSOE el liderazgo de la izquierda, obligado a hacer concesiones más propias de los movimientos radicales que de un partido de centro-izquierda.

Si bien la crisis provocada tras la caída del Muro de Berlín facilitó la desaparición de los partidos comunistas en Europa, ésta de ahora, que mantiene dividida a la izquierda europea, puede traer como consecuencia la ruptura del equilibrio que ha permitido a la UE avanzar en su integración económica y crear un espacio político de bienestar y estabilidad.