Manuel Valls/César Giner-El País
Se aprecia irresponsabilidad entre los socialistas, desorientados por su inclinación hacia la izquierda que prioriza la identidad antes que el ‘nosotros’
España ha sido gobernada desde los años ochenta con arreglo al ideario socialdemócrata por Gobiernos del PSOE y del PP. Los ejes del paradigma fueron la ampliación de derechos civiles, la afirmación del Estado de bienestar como elemento de redistribución y de igualdad, el desarrollo del poder territorial sobre las bases del Estado autonómico y la vocación europeísta. Estos son los elementos de la noción del “nosotros los españoles” que han permitido la construcción de un proyecto para una mayoría durante 40 años.
Los conservadores españoles no han elaborado un paradigma alternativo parecido al que se vivió en la otra orilla atlántica durante el reaganismo. El ideario del individuo independiente que no es ciudadano de un país con objetivos y deberes no cristalizó; la prioridad de la riqueza sin redistribución no cuajó; la afirmación contundente de los mercados libres y sin control no ha resultado; la idea de que el Gobierno es el problema debió de quedar en el tintero de algún think tank conservador.
No se debe trabajar con los separatistas que quieren romper Europa, España y Cataluña
Los Gobiernos han actuado dentro del paradigma de sus políticas. Los socialistas han ampliado derechos que los populares no han recortado. Los conservadores han demostrado destreza con la llevanza de la contabilidad. Podemos pasar horas regateando sobre quién puso más o quién recortó menos: la realidad es que ninguno de los dos se ha salido del paradigma socialdemócrata, o social-liberal.
La primera implosión de ese paradigma se produjo en los años previos al 15-M. La crisis económica provocó una crisis de ciudadanía. Los españoles no estuvieron más juntos y dejaron de mirar a los que se quedaban atrás. Se debilitó el nosotros y estalló un haz de identidades que vivieron al margen de los instrumentos políticos, socialistas y conservadores. En los territorios crecieron las fuerzas centrífugas. Durante los años previos a la crisis, los partidos del paradigma fueron incapaces de promover un consenso sobre el Estatuto de Cataluña, que acabó ante el Tribunal Constitucional. La falta de diálogo rompió la sociedad catalana, azuzada por líderes secesionistas que no hicieron frente a la crisis con justicia social, que olvidaron que eran los representantes del Estado en Cataluña, y que iniciaron una espiral de desobediencia presuntamente delictiva. La Europa del euro carecía de respuestas y era incapaz de transitar de la Europa de los mercaderes a la Europa de los ciudadanos. Nacían partidos que expresaban mejor el sentir del público. El protagonismo correspondió a Podemos que, oscilando entre un comunismo clásico y un peronismo recalcitrante, no puso las bases de un paradigma. Fueron los años del desarrollo de Ciudadanos, un partido liberal y europeísta, que reaccionó en Cataluña frente al separatismo y atacó la corrupción en las instituciones. Se rompió el bipartidismo. Hubo más inestabilidad en el sistema político.
La segunda implosión del paradigma sucede con las elecciones andaluzas, que ocasionan una gripe nacional y muchas emociones extremistas mal canalizadas. La ausencia de respuesta de los Gobiernos al problema del poder territorial provoca la subida de la extrema derecha; caminamos hacia el modelo político francés o italiano.
Socialistas, conservadores y liberales (C’s) tienen la obligación de presentar a la sociedad española una visión política de nuestro común destino
Está por ver si la extrema derecha levanta un paradigma que compita con el socialdemócrata. Pero ha provocado emociones en el electorado. Con España por bandera, el enemigo europeo, la afirmación de una espuria libertad individual frente a excesos identitarios y la apelación a costumbres arraigadas en medios rurales solo les queda añadir doctrina para conectar con las expectativas de ciudadanos que aprecian inequidad en el sistema político. Erosionarán los derechos civiles, los derechos de la mujer, cuya dignidad es sometida a ataque, el avance hacia la ciudadanía europea y el reparto del poder territorial. Una buena administración de sus decisiones puede convertirlos en un partido equiparable a sus temibles socios europeos. La interpretación del sistema de vida que se dieron los españoles con la Constitución de 1978 está en peligro.
Ante esta crisis política, se aprecia irresponsabilidad entre los socialistas, desorientados por su inclinación hacia la izquierda que prioriza la identidad antes que el nosotros, a veces complacientes con el separatismo y desmemoriados con el daño provocado por los asesinatos de ETA. La reciente foto de la comida con Otegi preocupa. La irresponsabilidad de los populares no es menor, cada vez más ventrílocuos de la extrema derecha.
La respuesta al desafío es la cooperación de las fuerzas del paradigma socialdemócrata. No se debe trabajar con los separatistas que quieren romper Europa, España y Cataluña; ni se puede buscar el diálogo con quien quiere implantar un sistema de convivencia —la extrema derecha— que no se corresponde con las máximas de libertad, igualdad, tolerancia y justicia.
Socialistas, conservadores y liberales (Cs) no pueden dejar espacios a los populistas, de izquierdas y de derechas, y a los nacionalistas irredentos, y tienen la obligación de presentar a la sociedad española una visión política de nuestro común destino. Esta solución reclama generosidad, responsabilidad y sentido de Estado. Las fuerzas del paradigma pueden plantear un pacto de Estado, a imagen de los Pactos de la Moncloa, con varios ejes. Europa, porque los europeos demostrarán a la sociedad internacional que existe un modelo de convivencia más democrático y justo. La Constitución, respetando el logro de las generaciones anteriores, pero mirando al futuro con su puesta al día, como se ha hecho en los países de mejor tradición constitucional. La inmigración, porque es posible una política que corrija los abusos y permita a todos beneficiarse del crecimiento. Cataluña y Barcelona, porque hay que dialogar para impulsar la riqueza de su diversidad, su protagonismo político y su competitividad económica, social y cultural en el marco del proyecto de España y de Europa. Quedan temas en el tintero. Pero lo importante es la necesidad del diálogo entre las fuerzas del paradigma. Quien no lo haga se desvinculará del demos y no protagonizará los próximos años de la historia de España.
Manuel Valls fue primer ministro de Francia y candidato a la alcaldía de Barcelona.
César Giner es profesor de Derecho Mercantil de la Universidad Carlos III de Madrid y exdiputado del PSOE en Madrid.