Berlusconi se suma a la larga lista de políticos en el poder vapuleados en las urnas. Ante la gigantesca crisis, no ha habido respuestas sólidas ni valientes de los países europeos, sino decisiones basadas en un determinismo discutible. Las respuestas a la impotencia de los países no pueden plantearse a escala nacional: requieren la movilización de toda la estructura y la iniciativa europeas.
El centro derecha italiano del Polo de la Libertad y de la Liga, comandado por Berlusconi, cosechó ayer un espectacular fracaso. En Milán y en Nápoles, principales ciudades en que se celebraron elecciones municipales, se impuso el centro izquierda con rotundidad, así como en Cagliari, Trieste, Novara. Todo indica que los italianos, que tuvieron una benevolencia con Berlusconi difícilmente inteligible, se están distanciando del ‘cavaliere’. y de la decadencia económica de una Italia que, golpeada con dureza por la crisis, acaba de percatarse de su fragilidad. En general, casi todos los gobiernos europeos están en precario. Aquí, en España, el pasado día 22 el partido gubernamental experimentó la mayor caída que jamás había registrado el PSOE en unas elecciones municipales, lo que le pone en una difícil situación de cara a las próximas elecciones generales. En Alemania, Merkel está cosechando derrota tras derrota en las sucesivas elecciones regionales, prueba inequívoca de su mala situación en el conjunto del Estado. En Francia, Sarkozy tiene las encuestas en contra y las presidenciales del año que viene podrían depararle una derrota si no fuese capaz de aprovechar el hundimiento literal de su principal adversario socialista, Strauss-Kahn. Es evidente que las sociedades democráticas de la Vieja Europa están airadas, se muestran decepcionadas, temen por la conservación de su nivel de vida y encuentran una clase política mediocre y superficial que no responde a los requerimientos, que no tiene una visión superior de su responsabilidad ni encara los problemas con la necesaria altura. Ante la gigantesca crisis desencadenada por el sistema financiero, no ha habido respuestas sólidas ni valientes de los países europeos sino reacciones forzadas, claudicaciones resignadas, decisiones basadas en un determinismo cuando menos discutible. Y en esta situación, los electores europeos tantean el futuro con inquietud sin encontrar respuestas. Unas respuestas que no pueden plantearse a escala nacional sino que requieren la movilización de toda la estructura y la iniciativa europeas: la impotencia de nuestros países tan solo encontrará solución magnánima en el marco continental.
Editorial en EL DIARIO VASCO, 31/5/2011