El Correo 11/12/12
JOSEBA ARREGI
Las víctimas en origen son políticas por definición, simplemente porque son víctimas de ETA, porque las instaura
un movimiento terrorista que busca un proyecto político
Bernd Aichinger, fallecido hace un par de años, era productor y director de cine, probablemente el más influyente productor de Alemania. Uno de sus trabajos fue un docudrama en dos partes dedicado a los años oscuros de la reciente historia de Alemania, al terror de la Baader Meinhof y sus herederos de la RAF (Fracción Roja Armada). En ese docudrama presentaba, entre otros casos, el asesinato de Jürgen Ponto, presidente del banco de Dresde cuando fue asesinado, en aquel momento el segundo mayor banco de Alemania.
La familia del asesinado Ponto llevó a Bernd Aichinger a los tribunales acusándole de no atenerse a los hechos reales en la descripción del asesinato. Preguntado sobre ello en una entrevista en el semanario Der Spiegel, Aichinger contesta en dos partes: en la primera afirma que está tranquilo por su convencimiento de que el tribunal va a seguir garantizando su libertad de expresión, su libertad de expresión artística, como lo han hecho siempre los tribunales alemanes. Pero añade, en segundo lugar, que en cualquier caso, para él las víctimas siempre tienen razón.
Desde que las víctimas consiguieron superar el ocultamiento activo al que la sociedad vasca les había sometido durante largos años y conquistaron así una presencia pública, esta presencia ha sido molesta para muchos. Esa molestia se ha traducido no pocas veces en crítica abierta. Al principio esa crítica recurría a la inevitable pluralidad de las víctimas y de sus asociaciones: no todas pensaban lo mismo sobre todos los asuntos que les concernían, razón suficiente para no tomar en cuenta sus opiniones.
Más tarde la crítica ha ido dirigida al hecho de que las víctimas y sus asociaciones opinen de asuntos políticos en el caso de que éstos estén relacionados con su situación, con la política antiterrorista y con la política penitenciaria. Esta crítica consiste en negar a las víctimas y sus asociaciones el derecho a opinar públicamente sobre los temas indicados. Recientemente el vicario de pastoral social de la diócesis de Bizkaia, señor Delclaux, ha vuelto a incidir en esta crítica asumiendo que lo que opinan las asociaciones de víctimas implica el ojo por ojo y diente por diente veterotestamentario, haciéndose un flaco favor a sí mismas como víctimas y obstaculizando la convivencia.
¿Por qué y en qué sentido son víctimas las reunidas en las asociaciones correspondientes? Son víctimas porque alguien ha instaurado lo que pudiéramos denominar víctimas primarias, víctimas originarias, ‘in origine’, los asesinados por ETA, o aquellos que han sobrevivido a atentados mortales en intención. Si no hubieran existido estas víctimas en origen, no habría víctimas que se asocian para exigir memoria, dignidad y justicia: memoria de las víctimas primarias, su dignidad como personas libres y sin culpa, y la justicia que les debe la sociedad –más de trescientos asesinatos siguen impunes, sin justicia–.
¿Significan algo los asesinatos que instauran en primer lugar a las víctimas? ¿Quién los mata? ¿Con qué intención? Los mata ETA, los mata para conseguir el fin político que persigue usando la violencia y el terror, las hace víctimas de esa violencia y de ese terror en nombre de un proyecto político, para conseguir una Euskadi, o una Euskal Herria, independiente y socialista. Los mata porque cree ETA que así podrá doblegar al Estado, los mata para poner de manifiesto que rechaza el Estado, que rechaza España, y lo hace también después de la transición a la democracia, demostrando así que lo que declaran enemigo no es la dictadura, sino el Estado de derecho y la democracia. Los mata porque representan la diferencia respecto a la supuesta homogeneidad nacionalista de Euskadi, porque son señal de que Euskadi es plural. Los mata porque son obstáculo para la Euskadi o Euskal Herria que sueña ETA.
Es decir: las víctimas en origen son políticas por definición, simplemente porque son víctimas de ETA, porque las instaura un movimiento terrorista que busca materializar un proyecto político. No son víctimas de un terremoto, no son víctimas de inundaciones, no son víctimas de fenómenos atmosféricos. Son víctimas intencionadas de alguien, de una organización con fines políticos que las selecciona por su significado. No son víctimas circunstanciales en su inmensa mayoría, no pasaban por allí, no se encontraban en el lugar erróneo en el momento falso. Fueron buscadas intencionadamente, una por una, por una intención política.
No se puede discutir que las víctimas y sus asociaciones pueden ser criticadas: no es preciso estar de acuerdo con cada frase que digan, con cada palabra que expresen, con cada opinión que pongan de manifiesto. Pero es imposible negarles el carácter político de su exigencia y de la memoria que reclaman, y el derecho que tienen a ello, porque sería negar la realidad política, el significado político de los asesinados, algo imposible.
Pero aún es peor hacerlo en nombre de la convivencia que supuestamente obstaculizan con la naturaleza política de sus opiniones. ¿Cómo pueden obstaculizar la convivencia las víctimas por opinar políticamente? Es probable que lo que hayan podido decir en torno al etarra Bolinaga y su excarcelación, o en torno a la doctrina Parot sea discutible en cada caso. Pero no se puede dar el paso a negarles el derecho a opinar políticamente. Ello supondría que la convivencia la entiende el señor Delclaux como una que asume la legitimidad de las razones que sirvieron para asesinar a las víctimas en origen. Y esto sería muy grave, más viniendo de quien viene. Sería una convivencia en la que las víctimas con su significado político no tendrían sitio y volverían al estado de ocultamiento del que han conseguido salir con tremendo esfuerzo, y para bien de toda la sociedad vasca.