La croqueta

JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 14/11/15

Juan Manuel de Prada
Juan Manuel de Prada

· No en vano Baños se define con sorna «un catalán de toda la vida, es decir, con los cuatro abuelos de fuera».

EN una visita a Barcelona todo el mundo me habla de Antonio Baños, el líder de la Candidatura de Unidad Popular (CUP) que se ha negado a investir presidente de la Generalitat a Artur Mas. De Antonio Baños, que es un Durruti pasado por Muchachada Nui, recuerdo una columna que publicaba asiduamente en El

Periódico, titulada «La croqueta», donde hacía crónica de los saraos literarios y sátira de los tipos humanos que los frecuentan, en un tono irreverente e iconoclasta. Luego Baños, que sospecho que siempre ha vivido un poco a salto de mata (hasta que se aferró al matojo de la política, al menos), se pasó con mucho morro al periodismo económico, convirtiéndose en uno de esos gurús de los platós televisivos que explican la crisis económica en apenas cinco minutos. Sólo que Baños, a diferencia de la mayoría de estos gurús de pacotilla, que fingen ser el oráculo de Delfos, hablaba de su recién adquirido oficio con sarcástico desenfado, consciente tal vez de que lo suyo era una farsa:

—El economista del siglo XXI es el sustituto del sacerdote del XIX, que hablaba en latín sobre la transfiguración de los cuerpos ante el estupor y el acojonamiento de los feligreses. Se trata de mantener la tensión y el misterio.

Hay quienes sostienen que Antonio Baños, en su nuevo avatar de político independentista y anticapitalista, está también ejerciendo de farsante que mantiene «la tensión y el misterio». No en vano Baños se define con sorna «un catalán de toda la vida, es decir, con los cuatro abuelos de fuera»; y sostiene que no ha sido nacionalista ni un cuarto de hora, pues la visión romántica que subyace en este concepto le parece despreciable.

Asegura, además, que la lectura de los artículos de Anson y Pedro J. Ramírez fue la causante de su tardío independentismo, como la lectura de los libros de caballerías fue la causante de la locura de Don Quijote. Sólo que, mientras a Don Quijote sus lecturas le inspiraron un afán de emulación, a Baños las suyas le produjeron una tirria tremenda contra España. Sin embargo, de momento el mayor damnificado por su nuevo avatar político es Artur Mas, convertido en un caniche implorante al que acaba de dejar tirado en su fallida investidura.

Pero tal vez Baños no sea un farsante, sino más bien un tipo listísimo que ha sabido entender –tal como nos enseñó Marx– que la historia se repite primero como tragedia y después como farsa. Y, puesto que los amagos independentistas catalanes ya tuvieron en el pasado su episodio trágico, el avispado Baños ha decidido subirse al tabladillo de la farsa, sabiendo que a la Ocasión la pintan calva. De este modo, Baños no estaría haciendo en la farsa catalana otra cosa muy distinta a la que hacía en aquellos saraos literarios en los que ejercía de tocapelotas; sólo que entonces era un convidado segundón al que siempre llegaba vacío el plato de las croquetas. Ahora puede zamparse las croquetas tranquilamente, mientras a Mas le rugen las tripas.

En el desplante de Antonio Baños hay algo de venganza jocosa y tardía del anarquismo catalán frente a la burguesía que lo diezmaba, allá en los años del pistolerismo y en las novelas de Eduardo Mendoza. Pero si en el desplante de Baños hay un componente de farsa socarrona, en la pretensión de Mas, arrastrándose como culebrilla por conseguir el apoyo de una formación anticapitalista y de extrema izquierda, hay un componente de farsa patética que nos prueba que el nacionalismo es –como sostiene Baños– despreciable. Pues hay que ser muy abyecto para implorar una croqueta a quien, en otro tiempo, le habrían negado hasta las rebañaduras del plato.

JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 14/11/15