Alberto Ayala-El Correo

Preside las tres diputaciones -aunque en Gipuzkoa ganó EH Bildu-. Las tres Juntas Generales (los parlamentos provinciales). Ocupa las alcaldías de dos de las tres capitales; Vitoria ha pasado al PSE. Y en las generales del domingo logró cinco diputados, uno menos que en 2019. Pero el PNV ha retrocedido, y de manera importante, en las dos últimas citas con las urnas. Los peneuvistas se dejaron 50.000 votos en los comicios locales y ahora 104.000 en las legislativas. Nada extraño que históricos del partido y algunos pensadores próximos urjan reflexión y cambios.

¿Con razón? Opiniones y sensaciones siempre son subjetivas, pero me atrevería a decir que sí. No sólo porque en los comicios locales de mayo los de Ortuzar sólo ganaron en Bizkaia, Bilbao y Álava. En Gipuzkoa se impuso EH Bildu, al igual que en Donostia y en Vitoria. Es que en las legislativas del 23-J, los jeltzales aún han retrocedido más, con lo que apenas han podido ser segundos en la CAV, por detrás del PSE, y terceros si sumamos Navarra, tras la izquierda abertzale. En el viejo reyno, Geroa bai, la coalición en la que se cobija el PNV, no ha llegado ni a los 10.000 votos, el 2,90%, como en los peores tiempos, mientras los de Otegi han sido por primera vez segundos en la comunidad foral.

Da la impresión de que Euskadi y Navarra viven un cambio de ciclo, y de que el PNV no ha reaccionado a tiempo. Apenas algunos cambios cosméticos. Los de Ortuzar no parecen ya el partido útil, el partido refugio, de otras veces. Los jeltzales han perdido miles de votos útiles en favor de los socialistas y otros cuantos más del PP. Además, EH Bildu ha logrado blanquearse sin tener que abjurar del pasado apoyo de buena parte de sus cuadros al terrorismo etarra gracias a las urgencias de Pedro Sánchez. Ello y el hundimiento de la izquierda de la izquierda le ha dado el apoyo de miles de jóvenes, que ni han sopesado respaldar al PNV.

En un año tendremos elecciones vascas. Es impensable que con tanto por reflexionar y tanta inestabilidad en la política nacional, Urkullu, el PNV, se planteen adelantar los comicios, que en principio serán en junio de 2024. Pero resultaría también extraño -¿suicida?- que los peneuvitas no movieran algunas fichas para entonces.

Internamente, los jobuvis (jóvenes burukides vizcaínos), que todavía controlan la formación, han hecho un buen trabajo desde que se hicieron con el poder. ¿Ortuzar, Aurrekoetxea, Mediavilla y Urkullu conservan la frescura y las ideas necesarias para seguir al frente? Toca demostrarlo o dar un paso a un lado. Y todavía resulta más dudoso que quienes lideran las anquilosadas organizaciones de Gipuzkoa y Álava, el eterno Egibar y Suso, sean las personas adecuadas para introducir el necesario aire fresco que precisan.

¿Y Urkullu? Los graves problemas existentes en Osakidetza, Educación o la Ertzaintza, la actuación jeltzale ante el escándalo De Miguel y la probada animadversión del lehendakari a los cambios son motivos suficientes para sopesar si toca continuidad o cambio. EH Bildu viene apretando, por injusto que pueda parecernos a algunos ética y políticamente. Estamos en pleno cambio de ciclo.