ABC 21/12/16
DAVID GISTAU
· La anti-Europa no puede desperdiciar la oportunidad de adjudicar la culpa a Merkel y de abrasarla si es posible
DESPUÉS del atentado del 11-M en Madrid, buena parte del ámbito sociológico de la derecha, votara o no al PP, detectó dos reacciones colectivas que nos retrataban como una sociedad fallida. La influencia de la masacre en los resultados electorales, como si Al Qaida hubiera ganado las elecciones manipulando mentes. Y, sobre todo, la adjudicación de la culpa, no a los autores del atentado, sino al Gobierno de Aznar, al propio Aznar, instigador al aparecer en Azores de una reacción violenta casi legítima y por supuesto merecida. Lo de la adjudicación de la culpa, en particular, fomentó el autoodio a la española porque, fresco todavía en el recuerdo el «United We Stand» de Manhattan, nos parecía algo imposible de concebir en esas sociedades con las cuales solemos compararnos para mortificarnos.
En las horas siguientes al atentado de Berlín, incluso con la confusión acerca de si el terrorista es o no un refugiado de la oleada siria, fue posible detectar exactamente las dos mismas reacciones en el ámbito europeo. Aún no se puede saber de qué forma estos atentados influirán en el ciclo de elecciones del año próximo, pero ya hay candidatos, los de la anti-Europa, que vislumbran una oportunidad de sacarles provecho electoral y se arrojan a ello aunque sea a costa de azuzar instintos vengativos. Lo de la adjudicación de la culpa no deja ya dudas. Para los ultras de la Alternativa alemana, para Le Pen, para Farage, culpable no lo es tanto el terrorista como Merkel, a cuyo contador van los muertos, y por ello la sacan retratada en montajes donde aparece con las manos rojas de sangre: a eso no recuerdo ahora si se atrevió el «agit-prop» de nuestra izquierda con Aznar, pero supongo que por ahí anduvo. Consciente de la oportunidad cuando los ciudadanos europeos acumulan bronca y miedo, y en pleno arrebato de euforia, Farage ha llegado a culpar, no sólo a Merkel, sino incluso a Schengen y la libre circulación de personas y vehículos dentro de la UE. Se ve que el Brexit desemboca en una nueva Edad Oscura donde nadie se aleja nunca de la aldea donde nació, unos ogros custodian los escasos puentes y a los extranjeros se los ahorca por si acaso son demonios: volvemos a lo de las calzadas romanas abandonadas.
La agresión a Merkel es lógica. Y será políticamente nociva para ella, por más que los atentados en Francia revelen que a menudo los asesinos ya estaban dentro y de hecho nacieron en nuestros barrios y con nuestro pasaporte. Pero la anti-Europa no puede desperdiciar la oportunidad de adjudicar la culpa a Merkel y de abrasarla si es posible porque ella probablemente represente el único liderazgo europeo que aún mantiene más o menos cosido y cargado de porvenir el exhausto proyecto de la UE. Eliminada ella, es difícil vislumbrar qué otro dique contendrá el advenimiento de los demagogos y los redentoristas que a muchos sólo espantan si su linaje es leninista. Como huelan a «Alt-Right» los encontrarán fotogénicos como azotes del mundialismo socialdemócrata.