EL PAÍS 24/09/15
· El ámbito de la creación y de las ideas no se había expresado hasta ahora con tal rotundidad y complejidad sobre el proceso independentista catalán
(Declaraciones completas de los entrevistados)
Independencia, autonomía, secesión, Estado, nacionalismo, cosmopolitismo, identidad, diálogo, enconamiento… El mundo de la cultura acepta el reto del viaje al debate catalán, y ofrece aquí su (heterodoxa y muy ecléctica) visión de las cosas. Algunos de los 23 personajes que respondieron a las preguntas de ocho periodistas de EL PAÍS —otra veintena larga de nombres declinó opinar— se muestran alarmados ante lo que está ocurriendo. Es el caso del pensador y profesor Emilio Lledó (Sevilla, 1927) quien alude con preocupación a la mismísima cuestión de la identidad, según él mal interpretada por los partidarios de la secesión: «No lo entiendo, y más tras haber vivido allí 11 años. Me parece inconcebible que se plantee ese desgarro. Sobre todo utilizando la coartada de la identidad, que no es algo colectivo, sino individual. Utilizar eso en pro de la defensa de una mini identidad social me resulta anacrónico». El autor de Filosofía y lenguaje añade: «Si quieres hundir un país, divídelo, en vez de crear lazos».
En un tono aún más pesimista se manifiesta uno de los grandes artistas españoles del último medio siglo, Eduardo Arroyo (Madrid, 1937). El proceso abierto le provoca al pintor y escultor «una verdadera saturación» y le hacen temer que estamos «en un punto de no retorno». Asegura Arroyo que él ya vio venir el problema hace años, y lo recuerda: «Hace más de una década que no expongo en Barcelona. La razón es muy simple. Los Pujol, una vez, le comentaron a mi galerista, Carles Taché: ‘Creo que expone usted artistas españoles».
El temor a ese punto de no retorno lo comparte el escritor Juan Goytisolo (Barcelona, 1931), que habla de «un choque de trenes entre el inmovilismo y la locura esencialista». Posturas maximalistas que el poeta ilerdense Joan Margarit (Sanaüja, Lleida, 1938) no duda en tildar de «banales y brutales»: «Estamos, sí, en un momento en el que todas las banalidades y brutalidades están encima de la mesa, así que vale más callarse y esperar a ver qué pasa».
Ese mismo desconsuelo ante la perenne sombra del desencuentro queda claro en las palabras del escritor Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956), quien, ante el exceso demagogo, reclama vías de respiración más libres, moderadas y serias: «Sería urgente que, en un momento en el que tantas cosas fundamentales para todo están en juego, se prescindiera del lenguaje agresivo e irracional de la demagogia mitinera para esforzarse en la búsqueda de las mejores soluciones posibles», señala, y añade: «También me parece urgente ponerse de acuerdo en un referéndum con una pregunta clara, con pleno acuerdo también de los pasos siguientes según cada resultado, y con un máximo de neutralidad en los medios públicos o subvencionados, y pleno acceso a ellos de todas las opciones».
· «La identidad no es algo de carácter colectivo, sino individual” Emilio Lledó, filósofo
Guillermo Solana (Madrid, 1960), director artístico del Museo Thyssen de Madrid, vive el proceso soberanista catalán y el subsiguiente enconamiento político «sin apasionamiento», y tiene dos cosas claras: nada cambiará en su relación con Cataluña («si se independiza, iré allí con la misma actitud de siempre») pero desde un punto de vista pragmático lo vería como «un mal negocio, porque Cataluña y España perderían peso en el orden económico y cultural».
No faltan quienes, como el historiador Ángel Viñas (Madrid, 1941), acuden a ejemplos foráneos para explicar, a contrario, lo que está ocurriendo con Cataluña. «Vivo en Bélgica, un país que lleva 50 años transformando el Estado civilizadamente, dentro de la ley, con tres idiomas distintos y con una historia más compleja que la española y la catalana… y lo que ocurre aquí es un intento a lo bestia de llevar a cabo una secesión en tres años, fuera de la ley, y con desprecio hacia todas las consecuencias económicas, políticas y sociales a través de la creación de un pasado mítico».
De «gran equivocación» habla el también historiador Ian Gibson(Dublín, Irlanda, 1939). El hispanista y gran especialista en García Lorca sostiene que Cataluña tiene «más libertades que nunca en la historia» y se muestra partidario de una república federal como modelo de Estado, «a poder ser Ibérica, no sólo española». No es el único que defiende posiciones federalistas. También lo hace el cantautor y artista Luis Eduardo Aute (Manila, Filipinas, 1943), eso sí, a su manera y mediante un federalismo ibérico que navegue lo mismo por las dos orillas del Ebro que por las dos del Duero: «Yo en su día ya propuse crear otro armazón que en vez de España podría bien llamarse Estado Social de Países Autónomos y Naciones Históricas Asociadas. Sé que es muy largo, pero si lo convertimos en siglas comprobamos que nos da este resultado: Espanha».
·»Si hay mayoría por la independencia en las urnas, ese sería el camino a seguir” Juan Mayorga, dramaturgo
La opción federalista también es compartida por uno de los grandes nombres del teatro español actual, Juan Mayorga (Madrid, 1965),quien habla del «federalismo como proyecto que concilie lo diferente, porque lo que necesitamos es gente con capacidad de escuchar al otro, y no que una postura ridiculice a la otra». Aunque confiesa que la idea independentista no le parece buena, admite: «Si en las elecciones autonómicas hubiera una mayoría amplia por la independencia, ese sería el camino inevitable a seguir».
En ese respeto a las urnas incide la escritora Marta Sanz (Madrid, 1967), quien ve «igual de legítimas o ilegítimas» una victoria del PP en las urnas que la de una mayoría independentista en Cataluña. Sanz opina que hay que dar a los catalanes la oportunidad de expresarse. «Cualquier otra opción», sostiene, «parece un despropósito y un acto más de manipulación del concepto de democracia».
En el mismo bando de quienes dicen comprender el proceso soberanista, el historiador Josep Fontana (Barcelona, 1931) se expresa en estos términos: «Me parece que la petición nace de una frustración justificada, pero al mismo tiempo soy consciente de los obstáculos que la hacen inviable que se lleve a cabo a corto o medio plazo. Eso no quita que la petición esté justificada por las frustraciones no solo soberanistas, también políticas y sociales». Por la misma vía argumental, o cercana, transita el actor catalán Sergi López (Villanueva i Geltrú, Barcelona, 1965), aunque con mucha más temperatura verbal e ideológica: «Esta es una revuelta popular y para mí es una gran oportunidad para cambiar cosas de forma profunda en Cataluña y en España». El filólogo y escritor barcelonés Jaume Cabré, autor del éxito de ventas Yo confieso, tproceso hacia una república libre”.
Los directores de cine Leticia Dolera (Barcelona, 1981), Paco Plaza (Valencia, 1973), Judit Collell (Barcelona, 1968) y Montxo Armendáriz (Olleta, Navarra, 1949) comparten un decidido «sí» a la posibilidad de poder votar en buenas condiciones, sea el voto que sea. «Creo en el derecho de la gente a votar en todo momento» (Dolera). «Estoy muy de acuerdo con el artículo de Isabel Coixet en El PAÍS. Me entra pereza. Solo le añadiría algo sobre la importancia de poder votar y decidir por sí mismos» (Plaza). «Que la gente vote y vote. Eso es lo importante: que se pueda votar. Centrémonos en eso» (Colell). «Creo en el derecho de la gente a poder votar su tipo de gobierno, en poder elegir su territorio y en tomar siempre sus decisiones. Pero nunca he creído en ningún independentismo» (Armendáriz).
Alejada por completo de todos estos planteamientos está la politóloga y exministra de Educación en el Gobierno Zapatero Mercedes Cabrera (Madrid, 1951), enemiga declarada de cualquier aventura extralegal: «Ese no es el camino. No puede convertirse una convocatoria de elecciones en un referéndum sobre la independencia. Una opinión pública tan movilizada como la que estamos contemplando, sean cuales sean las causas que la han provocado, exige de la clase política abrir vías de diálogo para resolver el encaje de Cataluña en España sin violentar el orden constitucional», explica.
· » La secesión sería empobrecedora para la cultura catalana y para la castellana” Núria Espert, actriz
Tampoco quiere oír hablar de secesión —aunque más por razones culturales que políticas o legales— la actriz Núria Espert, nacida en 1935 en Hospitalet de Llobregat. «Si el proceso independentista catalán concluyera con la secesión, sería una catástrofe para la cultura catalana y la cultura castellana, para ambas, que se han enriquecido mutuamente durante siglos… Sería un empobrecimiento muy grande, y me pregunto qué sentirán hoy los extraordinarios escritores catalanes que usan hoy en día el castellano».
Más enérgico en sus planteamientos de análisis del problema es su colega, el también actor y director de teatro y cine José Luis Gómez (Huelva, 1940). El responsable del madrileño Teatro de la Abadía habla de «fractura en un país que lleva 500 años unido». Argumenta Gómez: «Cataluña forma parte de mí y nadie me puede secesionar. Quiero creer que Cataluña forma parte de España. Si ellos no lo ven así, que lo decidan, pero lo que tengo claro es que no me puedo amputar emocionalmente».
El director de la Fundación Juan March, el filósofo y escritor Javier Gomá (Bilbao, 1965), autor de ensayos como Ejemplaridad pública o Necesario pero imposible, defiende ante todo la imperiosa necesidad de un cosmopolitismo enriquecedor y superador: «La tendencia del mundo», dice Gomá, «es a ser cada vez más cosmopolita, y cosmopolita significa superar las diferencias (lengua, raza, cultura), que se consideran accidentales, y reconocer un solo pueblo, la humanidad, y un solo fundamento, la dignidad de sus miembros. ¿Qué significa la creación de un nuevo pueblo o su constitución en Estado? No puedo evitar contemplarlo como un rodeo».
Compañero de viaje de Gomá en la compleja tarea de descodificar lenguajes e ideas y de descifrar enigmas contemporáneos, el pensador José Luis Pardo, nacido en Madrid en 1954, (Estética de lo peor, Esto no es música: introducción al malestar en la cultura de masas…) cree estar ante una desembocadura al mundo del absurdo cuando se habla del concepto desconexión. Lo explica así, realmente contrariado: «Lo que se ha conseguido en Cataluña es prodigioso: el discurso político se ha empobrecido hasta tal punto que la única discusión es acerca de si uno está a favor o en contra de una cosa que es imposible (la independencia), de otra que es indeseable (la dictadura del proletariado) o de una tercera que está perfectamente indefinida (el misterioso Estado Federal)».