Nacho Cardero-El Confidencial
- España acogerá en Madrid los días 29 y 30 de junio una cumbre a la que acudirán 30 líderes internacionales. Se trata de una cita clave porque diseñará la estrategia de la OTAN en el nuevo orden mundial
Cada vez parece más evidente que la estrategia de Sánchez hace agua. El Gobierno fio este final de legislatura a la recuperación económica y a eventos de relumbrón tales como la cumbre de la OTAN y la presidencia europea, que le permitirían cultivar una imagen institucional y harían de nuestro presidente el próximo Marco Aurelio, un tipo sabio y resistente a las vicisitudes, impulsándolo en las encuestas, pero nada más lejos de la realidad.
El PIB español apenas creció en el primer trimestre, dejando entrever una preocupante desaceleración, mientras que en el frente parlamentario, el Ejecutivo ha preferido pactar con Otegi antes que con Feijóo, esto es, con los radicales antes que con la oposición moderada. Una actuación que no se entiende ni dentro ni fuera de nuestras fronteras. Cultivar el perfil internacional teniendo como apoyo a semejantes socios es como tratar de construir una catedral a paladas y cartuchos de TNT. A la mínima, salta por los aires.
Esto es lo que sucede cuando pones España a los pies de los independentistas para garantizarte el poder. Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. Rascas en los discursos almibarados del presidente, en los que pone en valor una política europeísta y atlantista, y al fondo te encuentras a los líderes que quieren romper con la legislación vigente.
«Los barones socialistas están preocupados por el desgaste de las siglas y vaticinan un primer fiasco en las elecciones de Andalucía»
Esta circunstancia dista de ser anecdótica y va a suponer —lo está suponiendo ya— un problema serio en la organización de la cumbre de la OTAN que España acogerá en Madrid los días 29 y 30 de junio, a la que acudirán 30 líderes internacionales y que se esperaba fuera el espaldarazo definitivo para Sánchez. Se trata de una cita clave porque, más allá de conmemorar los 40 años de la entrada de España en la Alianza Atlántica, diseñará la estrategia de la OTAN en el nuevo orden mundial y analizará, desde un punto de vista crítico, su papel en la invasión de Ucrania.
«Para España, es fundamental fortalecer las relaciones con la OTAN y la Unión Europea para reforzar la responsabilidad de la Alianza en el ámbito de la seguridad humana, abarcando aspectos como la lucha contra el cambio climático y asuntos relacionados con mujer, paz y agenda de seguridad, que serán cruciales para la seguridad y la estabilidad en las próximas décadas», dijo Sánchez en su reunión con Stoltenberg a finales de 2021.
Unas palabras bienintencionadas de las que, a tenor de los últimos acontecimientos, el secretario general de la OTAN no puede hacer otra cosa que dudar de las mismas y preguntarse si un país que se apoya en los secesionistas vascos de EH Bildu para sacar el decreto anticrisis, que ha abierto una investigación interna a su servicio de Inteligencia por presiones de los independentistas catalanes de ERC y que tiene en el Consejo de Ministros a un partido comunista que se muestra ambiguo en sus críticas a Putin y se opone a enviar armas a Ucrania, es un país seguro para organizar semejante cumbre.
«¿Es fiable un Gobierno que se apoya en semejantes partidos y deja a los pies de los caballos a su servicio de Inteligencia?»
Los servicios de Inteligencia del resto de países que conforman la OTAN están ojipláticos por el hecho de que el Ejecutivo español haya decidido reactivar, a petición de los partidos independentistas, la comisión de secretos oficiales y haya mostrado su predisposición a desclasificar información sensible para ponerla a disposición de estas formaciones. Sobre todo, teniendo en cuenta que lo único que ha hecho el CNI, según la ministra Margarita Robles, ha sido investigar a quienes violentan la Constitución, declaran la independencia, realizan desórdenes públicos (en alusión a Tsunami Democràtic) y tienen relaciones con dirigentes políticos de un país que está invadiendo Ucrania.
¿Es fiable un Gobierno que se apoya en semejantes partidos y deja a los pies de los caballos a su servicio de Inteligencia? ¿Hasta qué punto estarán cómodos los países invitados a la cumbre teniendo en cuenta semejante contexto y la necesidad de máxima discreción y seguridad?
Moncloa no es ajeno a las suspicacias que todo ello está despertando en la OTAN. Le preocupa que la cumbre se quede a medias, como en el fallido encuentro con Biden, donde el presidente norteamericano hizo mutis por el foro porque España es el único país de la OTAN que tiene comunistas en su Gobierno, lo que “no entusiasma ni a Biden, ni a Obama ni a Lincoln saliendo de la tumba”, en palabras de Inocencio Arias.
«La miopía de Sánchez, como en su día la de Zapatero, le impide ver las consecuencias a medio y largo plazo que tendrán sus alianzas»
Porque esta España, que es la de Podemos, ERC y Bildu, se compadece mal con esa otra España que tendrá que blindar Madrid por tierra, mar y aire, y movilizar un dispositivo de seguridad de 12.000 policías nacionales, más otros 12.000 agentes de la capital. Un dispositivo al que habrá que sumar la puesta en marcha de un plan de ciberseguridad ante posibles ataques informáticos, especialmente los que provengan de la órbita rusa.
La miopía de Sánchez, como en su día la de Zapatero, le impide ver las consecuencias a medio y largo plazo que tendrán sus alianzas para mantenerse en el poder. Los barones socialistas están preocupados por el desgaste de las siglas y vaticinan un primer fiasco en las elecciones de Andalucía, donde el PP roza la mayoría absoluta.
También pasan factura los nubarrones económicos, donde «ni Sánchez ni su vicepresidenta Calviño han tenido la valentía política de explicar que vienen curvas», como explicaba Carlos Sánchez este fin de semana. Ni la economía ni Europa van a salvar al presidente del Gobierno en esta segunda parte de legislatura. Habrá que buscar otro conejo en la chistera.