La cumbrecita

JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC – 04/05/14

«Mas y Urkullu se están olisqueando. El uno quiere el concierto del segundo, su absoluta insolidaridad fiscal. El otro trata de adivinar las cartas del primero»

Esa reunión secreta de Mas con Urkullu. Cada vez que los separatistas se unen, un cometa surca el cielo para celebrar la paradoja. Poco a poco descubrirán España a base de reflexionar sobre las ventajas de actuar de consuno, de los muchos intereses y afectos que enlazan a catalanes y vascos, y qué decir de los gallegos, etc. Así funcionaría la cosa, así alcanzarían los separatas el fascinante descubrimiento de la patria común… si no fuera porque Mas y Urkullu se creen mejores al resto, que es lo que realmente se quiere significar cuando se insiste en la diferencia. Podría añadir que la diferencia solo se predica de lo igual, salvo en el ciego, inhumano terreno de la programación, pero eso nos llevaría muy lejos. Muy cerca.

Con todo, que nadie se llame a engaño: Mas y Urkullu se están olis – queando. El uno quiere el concierto del segundo, su absoluta insolidaridad fiscal. El otro trata de adivinar las cartas del primero, sospechando con acierto que va de farol, que al final no es más que un Ibarretxe menos franco, un Ibarretxe que elude el Congreso para que no le tatúen un «no» en la frente y lo ultimen como político y lo sitúen en el insulso pero gratificante circuito de los conferenciantes trasatlánticos. Las c asas regionales en Venezuela, en México y tal.

Urkullu parece más centrado que su invitado; a estas horas ya habrá comprobado que Mas no lleva juego. Puede estar estudiando asimismo qué es lo que no hay que hacer para que otros separatistas más a la izquierda te vacíen el electorado, que es hasta ahora el principal efecto visible de la aventura de CiU. En cuanto a la rentable administración del odio, no quiero ni imaginar las maneras en que uno y otro estarán intentando enriquecer su acervo. Al olisqueo seguirá la indiferencia, y cada cual volverá a lo suyo. En realidad, a Urkullu no le interesa en absoluto esa cosa catalana que llaman «el proceso». El hecho de que sus primos nacionalistas, con su «España nos roba», recuerden a diario a España toda que existe un concierto como el vasco, y que por qué no va a tenerlo Cataluña, es un problema para Urkullu porque pone el foco sobre quienes, lejos de aportar un euro, se lo llevan crudo. Un marrón para los campeones de la insolidaridad territorial.

Por otra parte, el PNV ha alcanzado el óptimo de su modelo: todas las ventajas de la independencia sin ninguna de sus desventajas. Otra cosa es que el sostenimiento de ese estatus único en Europa exija no alterar la retórica. Que no se altere nada es lo mejor que le puede pasar al lehendakari y a los intereses que sirve. Que PP y PSOE sigan sin cuestionar los regímenes especiales, que la Constitución no se modifique para que nadie tenga la tentación de liquidar la rémora de unos privilegios que se remontan a la Restauración, que nunca se ejercite el pretendido derecho de autodeterminación, que nada se revise para seguir viviendo en el mejor de los mundos posibles. Ello exige, insisto, que el lehendakari de turno se sitúe –cuando le sacan el tema– entre los que desean la reforma constitucional, con los defensores del derecho de autodeterminación, al lado de los que desean revisarlo todo en la democracia española. Una cosa sincera, vamos.

Al abandonar Vitoria, Mas deja la lánguida estela de una teórica coincidencia de intereses más falsa que los cuadros del Tercer Centenario. Una crítica a la «estrategia de recentralización». Y una omisión clamorosa de la consulta en el comunicado del gobierno vasco. Claro.

CARLOS GIRAUTA, ABC – 04/05/14