La CUP aboca a volver a las urnas, Mas debe marcharse

EL MUNDO – 04/01/16 – EDITORIAL

· Más de tres meses después de las últimas elecciones, los catalanes están abocados a volver a las urnas en marzo si en el plazo de esta semana Junts pel Sí y la CUP no son capaces de encontrar un candidato de consenso para presidir la Generalitat.

El consejo político de la CUP rechazó ayer por mayoría votar a favor de la investidura de Artur Mas, ante la negativa de la coalición formada por CDC y ERC de aceptar un candidato alternativo. La CUP ya había sugerido previamente que sus 10 diputados estarían dispuestos a apoyar a Raül Romeva o a Oriol Junqueras, pero esa oferta no fue aceptada pese a que Junts pel Sí había asumido un conjunto de iniciativas en materia social y económica que desbordaban su programa.

Tras el empate de la semana pasada en una asamblea de militantes en Sabadell, la dirección de la CUP tardó ayer mucho menos tiempo en decidir y lo hizo en contra de Mas, al que reprochan las políticas de ajuste que ha practicado y, sobre todo, sus vínculos con la corrupción.

En su discurso de fin de año, Mas apeló al proceso independentista para pedir el respaldo de la CUP en su investidura, pero no dijo ni una sola palabra sobre las prácticas mafiosas en su partido, que, según él, no existen, como tampoco mencionó el enriquecimiento de su mentor político, Jordi Pujol.

Es complicado saber si va a haber un pacto que evite la convocatoria de elecciones, pero lo que está muy claro es que Artur Mas está absolutamente quemado. En las últimas generales, su partido vio reducida su presencia en el Congreso a la mitad de los diputados que había logrado en noviembre de 2011.

Los números cantan sobre el fracaso de Mas. Ha habido tres elecciones autonómicas desde 2010 y es muy posible que tenga que haber una cuarta. O sea, cuatro convocatorias en cinco años. Y no han servido para nada porque las urnas no solamente no han clarificado el panorama político sino que lo han embrollado tras generar su partido una división cainita en la sociedad catalana.

Hay que recordar ahora que CiU ganó las elecciones autonómicas de 2010 con 62 escaños tras una campaña moderada en la que no se planteó ninguna confrontación con el Estado. Dos años después, los ciudadanos volvieron a votar y la formación de Mas, que quería la mayoría absoluta con un discurso radical, perdió 12 diputados. Hace tres meses, CDC y ERC, apoyadas por las plataformas de la sociedad civil, sumaron 62 escaños, mucho menos de lo que habían conseguido por separado en 2012. Estas cifras demuestran que el nacionalismo ha ido retrocediendo en Cataluña en los últimos cinco años pese a la impresionante campaña propagandística de Mas al frente de la Generalitat, que ha dedicado todas sus energías y cientos de millones de euros a la causa del independentismo.

La decisión de ayer de la CUP pone a Artur Mas delante de un espejo al mostrarle su propio fracaso tras casi cien días de arrodillarse ante un partido antisistema para implorarle su apoyo a costa de ceder en todo menos en su cargo. Ahora es el momento de recordar que Mas aceptó el paquete de medidas económicas de la CUP, que contradice frontalmente sus principios, si es que le queda alguno.

Será muy interesante observar cuál es la decisión que adoptan esta semana sus aliados y los militantes de su partido. ¿Le seguirán respaldando y asumirán el coste de ir a unas nuevas elecciones generales? ¿Optarán por ofrecer su cabeza a la CUP? La respuesta a estas preguntas la vamos a saber antes del próximo sábado.

En cualquier caso, sería un error creer que la desaparición política de Artur Mas supondría el final del desafío soberanista. Sea cual sea su suerte, existen otros líderes como Romeva o Junqueras dispuestos a coger su bandera y a seguir en la misma línea de confrontación con el Estado y desobediencia a la legalidad. Nada habría cambiado. Lo que sí es cierto es que si se repiten las elecciones en Cataluña, ese desafío independentista quedaría paralizado durante al menos otros tres meses, lo que permitiría más tiempo para formar un Gobierno de la nación estable.

Durante estos últimos cuatro años, Artur Mas ha jugado a aprendiz de brujo, intentando llevar a cabo una temeraria ingeniería social. El experimento le ha estallado en las manos y le ha dejado malparado. Pero el problema que deja –si finalmente se va– es de enorme envergadura y de difícil solución. Ojalá su sustituto se diera cuenta de que el camino iniciado por el independentismo no lleva a ninguna parte. Pero ello es un simple deseo, porque la realidad es que, con o sin elecciones, Cataluña se ha partido en dos y llevará mucho tiempo arreglar lo que ha roto este irresponsable que, hasta ahora, nunca había pagado por los daños.

EL MUNDO – 04/01/16 – EDITORIAL