EL MUNDO 01/06/16
EDITORIAL
LA inacción de la alcaldesa de Barcelona frente al chantaje de los okupas no solo tiene una deriva jurídica que demuestra hasta qué punto Ada Colau ha pretendido despilfarrar dinero público sopesando la idea de comprar una sede bancaria –por medio millón de euros– para entregársela a quienes se alojan ilegalmente en ella. También tiene un ingrediente político que revela hoy ABC: Colau ha caído en una trampa diseñada por la CUP para radicalizar el conflicto y generar violencia en el barrio de Gracia, de modo que el clima de caos y cisma social erosione la figura emergente de la alcaldesa. La inexplicable prolongación de lo que ocurre en Barcelona, sin que haya una lógica solución policial cuanto antes, encierra una lucha de poder en la extrema izquierda populista para minar la credibilidad de Colau.
Así se comprende mejor también la negativa de los anticapitalistas de la CUP a apoyar los presupuestos de la Generalitat. Este partido, simpatizante de Bildu y que ha paseado a Arnaldo Otegui por las instituciones para escarnio de las víctimas de ETA, pretende monopolizar el control de los colectivos antisistema en detrimento de las marcas de Podemos. Su tesis es que CDC, ERC y Podemos se han aburguesado tanto que están frenando la independencia y, por tanto, solo queda la CUP como marca original capaz de lograr la secesión y acaparar «la calle». La pretensión de la CUP es que crezca la percepción de que Colau está siendo traicionada por los suyos – siempre fue simpatizante y cómplice de los colectivos okupas– porque ha dejado de creer en la «lucha de los sin techo» (como denominan a los okupas los antisistema) y se ha adocenado en su despacho oficial. Si en vez de regalar oídos y votos a la CUP, Colau se dedicase a gestionar Barcelona conforme a la ley, no caería en trampas tan burdas.