EL MUNDO 14/10/14
· Reclama que haya urnas «con millones de personas ejerciendo su derecho al voto»
La primera reacción en las calles tras conocerse el plan de Artur Mas para sustituir la consulta del 9 de noviembre por un sucedáneo sin vinculación legal no pudo ser más rápida: la CUP regresó de los cónclaves presuntamente secretos y los despachos a las calles. Se esperaba la toma de la Bastilla–o en este caso la del Palau de la Generalitat–, pero lo que uno se encontró fue una charla, con el siseo tradicional de David Fernàndez, líder de la CUP, como banda sonora, y un mensaje para Mas: «Urnas, urnas, urnas».
Como quien se libera de los zapatos, del corsé o de un cuñado con ganas de sobremesa, la izquierda independentista convocó anoche a través de las redes sociales una asamblea exprés en la plaza de Sant Jaume de Barcelona a la que respondieron cerca de 300 personas con pancartas llamando a la desobediencia al Estado y al Tribunal Constitucional.
La concentración, encabezada por los tres diputados con los que cuenta la CUP en el Parlament, se celebró sin estridencias ni presencia policial. Apenas siete agentes de la Guardia Urbana y de los Mossos d’Esquadra asistieron como testigos silenciosos a una asamblea en la que, con todo, se exigió al Govern que «regrese a la mesa de negociación» y saque las urnas a las calles dentro de 25 días con un objetivo: «Llegar a una situación que el Estado no pueda asumir, con millones de personas ejerciendo su derecho al voto».
Incómodos durante las negociaciones de las últimas semanas al compartir mesa y tensión con sus enemigos naturales –las fotografías de David Fernàndez junto al jefe de los Mossos d’Esquadra, Ramon Espadaler, son la imagen más exótica de las conversaciones rotas desde anoche–, los diputados de la CUP regresaron esta madrugada al escenario donde se encuentran más cómodos: del mantel y la pompa política, al debate en la calle y el micrófono portátil.
Durante sus intervenciones, desvelaron el contenido de las reuniones –«si encima se entendiera a Fernàndez ya sería la hostia», dijo uno de los asistentes atraído por Twitter– y cercenaron la imagen de Mas como garante del proceso. Le acusaron de «excesos de tacticismo» y de dejar caer «la esperanza de millones de catalanes por una simple suspensión del Constitucional». Y le dejaron un recado para cuando se despierte esta mañana: «Que vuelva a convocar la mesa de negociaciones y asuma su responsabilidad».
El regreso a las calles también acabó anoche con la timidez en las palabras. Escasas en los días en los que se ha prolongado una negociación agónica desde que nació, Quim Arrufat, compañero de escaño de Fernàndez, llamó ayer al Govern, a los partidos implicados en la consulta y a quienes a partir de esta mañana se despertarán con un nuevo sainete, a la «desobediencia civil», en las calles «y en las instituciones».
De la asamblea, sin embargo, no salieron ideas revolucionarias ni llamadas a la toma de instituciones, edificios del Estado o acampadas indignadas. La CUP, vista como un capricho temporal cuando irrumpió en el Parlament, se obcecó anoche en demostrar madurez antes de recurrir a la protesta. «Nosotros hemos sido muy responsables a la hora de negociar. Hemos mantenido la discreción y hemos renunciado a muchas cosas». Ahora, dijo Arrufat, «todo el mundo debe asumir las mismas responsabilidades, dejar de lado los intereses y permitir que los catalanes puedan votar el 9 de noviembre». No hubo toma de la Bastilla, pero sí el regreso de la CUP a las calles.