ABC 01/06/16
· Fuentes del caso apuntan a un conflicto dilatado por interés del partido antisistema
Los disturbios del barrio barcelonés de Gracia, cuya causa formal es el desalojo de un edificio okupado, podrían dilatarse en el tiempo por la decisión de la CUP de instrumentalizarlos en beneficio de su estrategia política dentro del Ayuntamiento de la Ciudad Condal e incluso de la Generalitat, según el análisis que hacen fuentes del caso consultadas por ABC. En concreto, los expertos consideran que el partido antisistema ha decidido aprovechar los disturbios como pretexto en su estrategia de desgaste contra la alcaldesa Ada Colau.
La CUP, entre la moqueta y el contenedor humeante El partido antisistema se presenta ante su votante con un doble perfil: institucional si aprueba junto a JpS los presupuestos, pero también a pie de barricada La alcaldesa, «moderada» por contraste En medios políticos apuntan que Colau puede incluso salir reforzada de las algaradas al aparecer como moderada en contraste con el radicalismo de la CUP
La alcaldesa, por su parte, consciente de la maniobra de la formación antisistema, mantiene una postura equidistante entre unos Mossos d’Esquadra a los que no apoya claramente y unos colectivos radicales a quienes da la razón en sus propuestas, porque «defienden la ocupación de espacios que son especulaciones inmobiliarias».
Fuentes de la máxima solvencia sostienen que los disturbios en Gracia se diferencian de otros, como los de Can Vies de hace dos años, en que esta vez «los okupas y los antisistema reciben el apoyo directo de determinados partidos políticos que no hacen sino reforzar la actitud de los manifestantes». Es conocido que concejales y diputados antisistema han participado en las manifestaciones de la semana pasada y en otras de corte similar como parte de su estrategia política.
Todas estas circunstancias hacen que las fuentes policiales consultadas por ABC prevean que los incidentes se prolonguen durante más tiempo del estrictamente necesario en condiciones normales. En primer lugar, porque los okupas saben que si los incidentes se dilatan las autoridades municipales comenzarán a flaquear más incluso de lo que ya lo han hecho; y en segundo, porque su postura coincide con los intereses de la CUP que, no hay que olvidarlo, pese a que su peso dentro del Consistorio (tres ediles) y el Parlament (diez diputados) es pequeño, juega un papel central dada la debilidad de las fuerzas en el gobierno.
Doble estrategia
En medios políticos catalanes se sostiene que la actitud de la CUP con respecto a Gracia no puede desligarse de sus papel trascendental en la política autonómica. Como ya sucedió cuando los antisistema acabaron aceptando la investidura de Carles Puigdemont –tras imponer su veto a Artur Mas–, la presión sobre ellos para que ahora aprueben los presupuestos es enorme. Y como ocurrió en enero, la CUP está dividida entre quienes abogan por una política más pragmática –en aras de no sacrificar el «procés»– y quienes ponen por delante su perfil
más antisistema, como se ha visto en Gracia esta última semana.
Sin que tenga que responder a una estrategia necesariamente deliberada, a la CUP, apuntan las mismas fuentes, ya le viene bien presentarse ante sus votantes con un doble perfil, que se complementa y compensa: institucional
si finalmente se pactan las cuentas con Junts pel Sí sobre la moqueta del Parlament, pero a la vez a pie de barricada junto a los okupas.
Paradójicamente, y pese a un desgaste inicial obvio, en medios políticos se apunta también que Ada Colau puede salir a largo plazo incluso reforzada de las algaradas de Gracia, y merced en este caso al papel de la CUP. Como si fuese ajena a los contenedores humeantes, y a diferencia de lo que le sucede a Podemos en el resto de España, Colau y su partido tienen a su izquierda una formación aún más radical, lo que de forma automática, y sin tener que renunciar a sus principios y simpatía hacia los «squatters», le permite centrar su imagen y presentarse como una líder moderada. En contraste con la CUP, no es difícil.