Rubén Amón-El Confidencial
- El año electoral decisivo comienza con un inventario espectacular de discrepancias y colisiones, pero la sumisión y la estrategia parasitaria prevalecen sobre la dignidad política y la hipótesis de una ruptura que, de llegar, lo haría cinco minutos
Podría haber sucedido cualquier semana, pero la primera del año ha expuesto las discrepancias crónicas de coalición gubernamental a propósito de todas las cuestiones de actualidad política, mediática y legislativa.
Unidas Podemos y el PSOE tanto han colisionado en la ley del solo sí es sí como en los recelos al tope de las hipotecas; han discrepado en el despliegue de los tanques Leopard y en el boicot de la cumbre de Marruecos; y hasta han encontrado motivos de trifulca en la ley de bienestar animal.
No comprenden los animalistas morados que la normativa pueda discriminar entre perros de compañía y perros de caza, de tal manera que los estrategas de Podemos improvisaron un vídeo que retrata a Pedro Sánchez transformándose en Abascal. La imagen de nuestro bello presidente se degrada con la barba del líder ultraderechista hasta resultar idénticos.
Reviste interés el montaje porque demuestra el territorio de bravuconada y de amago en que se desenvuelve la cohabitación. Dice Ione Belarra que a los socialistas les tiemblan las piernas y que el PSOE se resiente de la intimidación de la derecha mediática y judicial, pero son ellos, Unidas Podemos, quienes se han resignado a posiciones sumisas y degradantes.
Se humilla UP en los grandes debates. Y se ha convertido en una fuerza parasitaria de la coalición. Ninguna de las amenazas han alcanzado a malograr las votaciones decisivas de Sánchez, pese a la beligerancia con que la izquierda de la izquierda ha cuestionado la política de vivienda, la política exterior, la reforma de las pensiones, la ley trans, la ley mordaza…
El inventario es tan variopinto y nuclear que la coalición tendría que haber capitulado, pero las colisiones estructurales parecen haberse subordinado a la conveniencia. Nada une más al PSOE y a UP que la discrepancia. Y los vaivenes de un teatrillo que nunca degenera en trauma ni dramón, fundamentalmente porque peor que seguir juntos es… romper.
Bajan las temperaturas fuera del Gobierno. Y el sistema que tanto prometió combatir Podemos se ha convertido en un hábitat extraordinariamente confortable. De hecho, la gran coartada que explica la relación de maltrato político consiste en el frente común o la causa mayor que implica descarrilar la alternativa de Núñez Feijóo en volandas de la ultraderecha.
La coalición ha cronificado una suerte de relación enfermiza. Y tiene sentido que Podemos y el PSOE establezcan las diferencias de sus proyectos electorales, pero tanto impresiona el pulso flemático de Sánchez en la gestión de las insumisiones como desconciertan las tragaderas de Irene Montero cada vez que desautorizan sus proyectos e iniciativas fundamentales.
La pelea por el voto amenaza con romper incluso la coalición, aunque sea cinco minutos antes de convocarse los hipotéticos comicios electorales
Es el caso de la ley del solo sí es sí. Y la altisonancia de un desencuentro fingido que terminará en rendición. Ya se ocuparán una parte y la otra de contarnos que se ha preservado la esencia del «consentimiento». Y no porque estuviera en discusión. Lo que estaba en discusión eran las medidas punitivas. Y la repercusión electoral de las excarcelaciones de delincuentes sexuales.
Habrá pacto esta semana que empieza, pero también resulta verosímil que la meta volante de las elecciones autonómicas y la meta final de las generales predispongan un escenario de nefasta convivencia.
La pelea por el voto amenaza con romper incluso la coalición, aunque sea cinco minutos antes de convocarse los hipotéticos comicios electorales. La bandera del feminismo y del voto femenino es un clarísimo escenario de disputa en las sensibilidades de la izquierda, aunque también sorprende la impostura con que Pedro Sánchez se mimetiza con la idiosincrasia de la extrema izquierda cuando se trata de demonizar a la banca, delatar a los magnates del sector agroalimentario, atacar a los patrones del Ibex y sobreactuar con las amenazas de la derecha mediática y oscurantista.
Ha logrado el presidente del Gobierno jibarizar a Podemos. Y ha pretendido Yolanda Díaz sustraerse a las grandes trifulcas de la alianza gubernamental, más o menos como si las posiciones especulativas o el silencio pretendieran demorar el momento de intervención y de ejecución adecuados. Ni con Sánchez ni con Iglesias sería el lema de la aspirante gallega.
Y puede que termine funcionando la estrategia de la ambigüedad, pero el deterioro de las relaciones de unos y otros actores penaliza la salud de la coalición, perjudica la movilización de los votantes, desperdicia el voto y precariza la solidez de la plataforma que lidera Sánchez en el referéndum personal con que aspira a abortar la llegada de Feijóo a la Moncloa.