- Una razón no menor del repliegue de tantos europeos hacia la soberanía nacional como única base de legitimación de la UE radica en esa pérdida de libertades, empezando por la de expresión
Un propio de Macron en la Comisión Europea ha incurrido en la temeridad de injerir por las malas, con amenazas, en el ejercicio de la libertad de expresión de dos estadounidenses que, casualmente, resultan ser el hombre más rico del mundo, Elon Musk, y el expresidente y quizá próximo presidente Donald Trump. El autoritario francés, comisario de Mercado Interior, se llama Thierry Breton. Sus amenazas, arguyendo normas europeas, a una plataforma estadounidense por entrevistar a un candidato a la presidencia estadounidense rezuman superioridad moral y un tono autoritario ya típico de esta UE. La libertad de expresión es fundacional en la democracia liberal, que es la vigente formalmente y la única que merece el nombre de democracia. Hoy se conculca por sistema cuando lo expresado (o quien se va a expresar) no gusta a la izquierda hegemónica, que lo es, precisamente, por encerrar en su marco a la derecha tradicional.
Una razón no menor del repliegue de tantos europeos hacia la soberanía nacional como única base de legitimación de la UE radica en esa pérdida de libertades, empezando por la de expresión. Sorprende la rapidez del desmontaje democrático continental, que se percibe sobre todo desde el inicio de la anterior legislatura europea. La reciente reedición del consenso entre socialistas, populares y verdes no permite augurar la recuperación de libertades, sino más bien el avance de lo que se ha dado en llamar davocracia (por Davos, símbolo de la ingeniería social y del nuevo despotismo). Los votantes del Partido Popular no parecen muy conscientes de la existencia, y menos aún de la naturaleza y fines, de ese consenso. La razón está en la farsa doméstica que presenta a PP y PSOE como defensores de proyectos muy diferenciados. Es importante saber que su consenso en Europa, comprometido con la Agenda 2030 (el Evangelio, Margallo dixit), incluye a menudo a La Izquierda (grupo de la extrema izquierda europea que alberga a Bildu, Podemos y Sumar, junto a un puñado de partidos comunistas). La Izquierda participó en el reparto de vicepresidencias del Parlamento Europeo, en tanto que el tercer grupo en número de escaños, Patriotas por Europa, al que pertenece Vox, sufre un «cordón sanitario».
Cuando un comisario europeo se inmiscuye en el debate político estadounidense, amenaza y trata de impedir una entrevista entre dos personalidades como las citadas, es ese frente del consenso el que está hablando. Son la derecha convencional y la izquierda entera al unísono (Thierry pertenece a la primera) las que prejuzgan que dicha entrevista será perniciosa y propagará desinformación, que provocará inseguridad y que dañará los valores democráticos. Espero que nadie pretenda oponer a esta incomodísima verdad la tímida reacción de la presidenta de la Comisión, que solo se desmarcó tangencialmente: por las palabras escogidas y por el momento en que la advertencia debió lanzarse. Si esta UE intenta censurar a Musk y Trump, ¿qué no harán con usted y conmigo? De la tocquevilliana democracia en América a la distópica davocracia en Europa. Qué caída.