La debilidad de las estructuras responsables en ETA de materializar los atentados es lo más llamativo de la situación de ETA, pero lo más relevante es la pérdida de liderazgo sobre su propia base social. El aparato político refleja la mayor debilidad, al no ser capaz de ejercer la dirección política que ha sido consustancial a la banda.
No es un secreto que ETA tiene dificultades para desarrollar su actividad terrorista y que sus aparatos logístico y militar han sufrido en los últimos meses una sucesión de golpes policiales que los ha debilitado. No hasta el punto de neutralizarlos, pero sí de reducir su capacidad para actuar, de ponerlos a la defensiva y de obligar a la banda a acometer un proceso de reestructuraciones permanente y realizar más esfuerzos por sobrevivir que por perpetrar nuevos ataques.
Esa debilidad de las dos estructuras que tienen la responsabilidad principal de materializar la comisión de los atentados es lo más llamativo de la situación de ETA, pero tal vez no sea lo más importante. Lo más relevante del momento por el que atraviesa la banda terrorista es la pérdida de liderazgo sobre su propia base social. Es el aparato político el que refleja la mayor muestra de debilidad al no ser capaz de ejercer la función de dirección política que ha sido consustancial a la banda desde los años setenta.
El debate desarrollado en las filas de Batasuna ha puesto de manifiesto las dificultades materiales de ETA para hacer valer la supremacía de sus decisiones, supremacía que la organización terrorista ha tenido históricamente. La dirección etarra elaboró un documento, la ponencia Mugarri, con el que quería contrarrestar el texto ‘oficial’ que se sometía a discusión, pero luego no tuvo capacidad para hacerlo llegar a las bases de Batasuna. El documento Mugarri fue, prácticamente, un desconocido hasta el punto de que se supo de él más por los medios de comunicación que por la discusión en las asambleas.
Un documento de la dirección de ETA de hace un año reconocía que en las filas de la izquierda abertzale se estaba «poniendo en duda a quien le corresponde hacer la dirección», es decir que se estaba discutiendo el papel esencial de la propia banda terrorista porque ésta es la que históricamente ha tenido asignado el ejercicio de la dirección política del conjunto. ETA insinuaba que había una dirección paralela, una «dirección de facto», según sus palabras, que estaba poniendo en duda «la línea establecida» y que quería ponerse al frente del «MLNV». «Las condiciones represivas dificultan el trabajo de dirección», reconocía la banda. La precariedad de los liderazgos al frente de ETA por la celeridad de las capturas de los jefes es un factor decisivo en la erosión de esa capacidad de dirección política.
La operación realizada por la Guardia Civil la semana pasada contribuye precisamente a agudizar esa debilidad del aparato político etarra y a hacer más difíciles los esfuerzos de la banda para activar resortes con los que controlar al conjunto de la izquierda abertzale.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 20/4/2010