Como ya sabrán, el viernes empezó la campaña electoral. Sánchez la inició con una pegada de carteles en la Casa Blanca. Comentaba una esforzada compañera mía que todos los presidentes españoles intentaron un arranque de campaña igual, pero solo él lo consiguió. Habría que ir por partes según el magisterio de Jack the Ripper: Adolfo Suárez estuvo dos veces en la Casa Blanca invitado ambas por Jimmy Carter; Felipe González, cuatro con tres presidentes: Reagan, dos veces, Bush padre una y otra Bill Clinton; Aznar fue el presidente recibido en más ocasiones, seis: cuatro por Bush y dos por Clinton. Todos ellos comparecieron ante la prensa junto al anfitrión. Zapatero estuvo dos veces, una con Bush y una con Obama, pero sin ruedas de prensa conjuntas, aunque con la inefable foto con sus góticas que después pidió que se borrasen. El único presidente español que no fue invitado a la Casa Blanca fue Calvo Sotelo, pero hay que tener en cuenta que ejerció muy poco tiempo.
La comparecencia ante la prensa la hizo Sánchez en solitario y en exteriores, a la intemperie, en el lugar donde paran los coches visitantes. “Podría ser peor”, decía Marty Feldman en ‘El jovencito Frankenstein’, mientras desenterraba al monstruo. “Podría llover”. No hubo tal y eso que se ahorró, pero hace falta desenvoltura y falta de vergüenza para decir, como el presidente del Senado que “nunca ha estado España mejor representada en el mundo”. Y en ese marco incomparable tuvo el okupa de La Moncloa la ocurrencia de acercarse un poco más a la verdad que en días anteriores, al decir que la presencia de los 44 terroristas en las listas de Bildu “es legal, pero no es decente”. Como su Presidencia, podríamos decir si diéramos por buena la sentencia ful de José Ricardo de Prada en que se apoyó.
Las listas de Bildu no son decentes y probablemente no sean legales, pero no son el inconveniente mayor en este asunto. En las elecciones autonómicas de 2019, Bildu fichó como candidatos a 18 terroristas condenados como tales, uno de ellos por delito de sangre, según cuenta Carmen Ladrón de Guevara. Era legal y Bildu tenía la indecencia básica, la que traía de casa. Pero faltaba la infamia mayor: no había un ejecutivo español que se apoyara en ellos para gobernar, como ahora. Josean Izarra contaba ayer el último trágala de Otegi: ha metido en la Junta Electoral de Alava a un líder de los presos etarras: el abogado Txema Matanzas, insuperable ejemplo de justicia onomástica.
Patxi López en un permanente ejercicio de superación de sí mismo y en el intento de empatar a ese desecho periodístico, Antonio Maestre, que considera a Fraga peor que a los etarras, ha dicho que Bildu le hace el juego al PP, partido al que calificó de ‘grupo antisistema’. Tale vez le asista la razón al llamar de esa manera al grupo parlamentario (13 escaños) el día que lo votaron como lehendakari o que le permitieron acceder a la Presidencia del Congreso de los Diputados.
Ayer, tan fiel a sí mismo como siempre, Pedro Sánchez anunció en mitin de partido en Puertollano lo que va a aprobar en el Consejo de Ministros de mañana. La semana pasada anunciaba en Murcia la bonificación al 50% del precio del interraíl a los jóvenes entre 18 y 30 años. Ayer anunciaba la rebaja del cine a dos euros para los mayores de 65. Pedro Sánchez se ha cargado toda idea de comunidad. Los jóvenes y los mayores y en medio los cotizantes y autónomos. El próximo fin de semana tocará a los adolescentes a los que se incentivará para el tránsito entre géneros y el aborto. No hay quién dé menos.