IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Está por descubrir un método eficaz, una manera viable de romper el blindaje de ventajismo cínico que protege a Sánchez

Se me adelantó el otro día Cuartango al reconocer su admiración por la falta de escrúpulos de Sánchez. Más que fascinación uno siente una mezcla de pasmo, desconcierto e impotencia ante la absoluta desfachatez de un personaje capaz de convertir en fortalezas los peores vicios de su carácter y de blindar tachas morales que a cualquier político convencional lo habrían puesto hace tiempo en la calle. Produce una sensación parecida a la del clásico chulazo pinturero que se lleva a la más guapa del bar mientras el muchacho tímido trata de engatusarla con palabras bonitas al oído. O la de aquel Mourinho cuya marrullería y ventajismo encandilaban por su habilidad para enfangar los partidos y sacar a los rivales de quicio. Nunca ha habido en España un gobernante tan desdeñoso con el juego limpio, un oportunista sin más objetivo que el de beneficiarse a sí mismo. Y si lo ha habido, ninguno ha logrado sobrevivir a su propio vértigo autodestructivo.

Sánchez sí lo consigue, y el estupor que provoca su pragmatismo cínico irrita tanto como bloquea a sus adversarios. Es un ‘outsider’, un tipo acostumbrado a moverse por fuera de los cauces regulares con máximo desparpajo, de tal modo que hasta ahora nadie ha encontrado el método para descabalgarlo. No funciona la tan repetida denuncia de sus mentiras, sus contradicciones y sus desvergonzados bandazos. No le hacen mella las evidencias de sus imposturas, incoherencias y compromisos revocados. Se cachondea de la oposición, le resbalan las críticas del periodismo, le estimula la protesta de los ciudadanos. Y las sentencias judiciales adversas, que es lo único que podría hacerle daño, las desactiva cambiando a su capricho las leyes o invadiendo los tribunales –y el resto de las instituciones– con sus comandos de pretorianos. Quizá algún día se le acabe la suerte pero entretanto está por descubrir una manera eficaz de deconstruir ese desaprensivo instinto utilitario que lo sostiene a base de saltarse normas y, en el peor de los casos, alterar los mecanismos de control democrático.

El problema mayor, siendo los demás bastante graves por cuanto reflejan una amplia complacencia social en el desprecio a las reglas, es que en su fuga hacia adelante el presidente no sólo tensa cada vez más las costuras del sistema, sino que ha comenzado a abrir una peligrosa grieta de convivencia. La estrategia de alianzas con todas las fuerzas rupturistas para aislar a la derecha ha devenido en una atmósfera civil de polarización extrema que enfrenta a media España contra la otra media. No contento con haber dinamitado el consenso con que la Transición cerró las heridas morales de la dictadura y la guerra, el sanchismo atiza sin reparo el conflicto como garantía de supervivencia. Y esa clase de juegos incendiarios siempre terminan de mala manera, por poco que a los pirómanos políticos les importen las consecuencias.